Su armario no funciona como escaparate de temporada. Ella lo hace como si fuese un lenguaje propio, un código donde conviven la disciplina del atelier y la irreverencia del camerino. Pero, por encima de todo, tiene una idea muy clara, la de que la moda está para narrar historias.
Lo de Rosalía no es casual. Su estilo no se construye a base de “esto me estiliza” o “esto me queda bien”, sino a partir de una pregunta mucho más interesante: ¿qué quiero contar hoy? Entiende sus estilismos como dispositivos narrativos. No es casual que, cuando pisa un escenario como la Met Gala, juegue a lo simbólico. Sin ir más lejos, en 2024 eligió negro y Dior, y pocos días después la casa la anunció como embajadora global, estrenando campaña con el Lady Dior.
La paleta Rosalía, del negro absoluto al blanco “celestial”
El negro, cuando lo elige, para ella es la noche importante y el dramatismo bien medido. Es autoridad, nada de luto. Y luego está el blanco, su contrario perfecto. No lo usa para “ir angelical”, sino que recurre a él para iluminar el relato, para volverlo casi icónico.
Como ejemplo, este año volvió a la Met con un Balmain a medida que parecía sacado de una vitrina de escultura clásica y traído al presente sin perder solemnidad: blanco limpio, cuerpo trabajado, caída drapeada… esa sensación de estatua que cobra vida, pero que camina como una estrella actual.
Corsé, uñas, pelo y accesorios
A Rosalía le pierde marcar y resaltar el poder de la cintura. Cuando quiere afilar la imagen, vuelve al corsé y a la estructura. Cuando el plan es calle, gira hacia el confort -tank tops, con pantalones amplios y abrigo gordito, apostando por prendas simples y proporciones grandes. Su aparición vinculada a Louis Vuitton en París, con un conjunto de líneas deportivas y volumen oversize, es un buen ejemplo de esa elegancia que no necesita tacón para imponerse.
Lo interesante es que, incluso en clave casual, rara vez cae en lo neutro. Puede llevar una camiseta estampada y vaqueros, sí, pero siempre hay un “algo” que lo eleva: las gafas, la melena, la elección del fit, la forma de caminarlo. Ahora, ese “algo” pasa también, y de forma muy evidente, por el pelo: los mechones blancos que acaba de incorporarse funcionan como un accesorio en sí mismos.
Rosalía es experta en las pequeñas decisiones. Su nail art, exagerado, narrativo, deliberadamente visible, es casi una firma. Y su apuesta por la belleza suele ir en la misma dirección: o muy pulida, a través de una piel luminosa, peinados controlados, aire de diva moderna; o deliberadamente cruda, con ese punto de backstage que hace que el look parezca vivido. El contraste del cabello, oscuro con esos mechones blancos casi estratégicos, refuerza esa dualidad: precisión estética y crudeza consciente conviviendo en el mismo plano.
En cuanto a los accesorios, también evita el término medio. Si hay joya, que sea protagonista. En la Met 2024 demostró que un diseño sobrio podía volverse inolvidable si el remate es exacto.
¿Por qué nos interesa tanto lo que lleva?
Nos interesa mucho, muchísimo, todo lo que lleva porque su estética no es un “capricho” de celebrity. Es un relato coherente y tiene referencias (España y su imaginario, lo urbano, lo teatral, el lujo europeo), tiene método (proporciones, repetición de códigos, control del impacto) y tiene diversión (esa libertad de cambiar sin perderse).
Por eso, cuando se viste parece que esté escribiendo su propia columna visual, con mayúsculas… y sin pensar en las tendencias.


