20 cumpleaños de la Princesa

Generación Leonor o los jóvenes que crecieron entre el algoritmo y el scroll

No recuerdan el mundo sin redes sociales, sin teléfonos inteligentes ni sin acceso inmediato a la información

Fotografía: Kiloycuarto

Cuando Leonor de Borbón cumplió 10 años, en 2015, España vivía un momento convulso: crisis política, tensiones territoriales, precariedad juvenil y desconfianza institucional. Hoy, aquella niña convertida en princesa adulta, militar y futura jefa del Estado, encarna -a su manera- las contradicciones de una generación que ha crecido entre pandemias, crisis climáticas y pantallas.

La llamada Generación Z es la primera que no recuerda el mundo sin redes sociales, sin teléfonos inteligentes ni sin acceso inmediato a la información. Ha aprendido a relacionarse, estudiar, amar y protestar en línea. Y ha crecido con la certeza de que el cambio climático, la desigualdad o la inestabilidad no son conceptos abstractos, sino realidades diarias.

Es también una generación que desconfía de los grandes relatos y busca sentido en lo inmediato: la autenticidad, la salud mental, la autoexpresión y la sostenibilidad. No persiguen tanto el éxito como la coherencia. Y mientras muchos de sus padres aún luchan con las estructuras del viejo mundo, ellos ya viven en uno nuevo, híbrido y cambiante.

Leonor y sus coetáneos

Comparte edad con figuras como Olivia Rodrigo (2003), que convirtió la vulnerabilidad adolescente en himno global; Carlos Alcaraz (2003), campeón de tenis y símbolo del esfuerzo joven; o Millie Bobby Brown (2004), actriz y empresaria que creció ante las cámaras. También con Greta Thunberg (2003), la activista sueca que sacó a millones de jóvenes a la calle en defensa del clima, o con Lola Lolita (2002), una de las creadoras digitales más influyentes de España, que ha hecho de su vida cotidiana un fenómeno masivo en redes. Y en el ámbito del cine, Jenna Ortega (2002), protagonista de Miércoles, se ha convertido en icono de autenticidad y empoderamiento entre los jóvenes de su generación.

Todos ellos, desde trincheras tan distintas -la música, el deporte, la ciencia, el activismo o la cultura digital-, encarnan una misma pulsión: la de encontrar sentido y voz propia en un mundo saturado de estímulos y expectativas.

Valores, desafección y propósito

Según el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, los nacidos a mediados de los 2000 valoran la estabilidad emocional por encima del éxito económico. El 72% se declara muy preocupado por el cambio climático, el 60% desconfía de la política y el 40% ha participado en alguna forma de activismo digital.

Son jóvenes más preparados y más conscientes, pero también más vulnerables. Conviven con la ansiedad del futuro y la precariedad como horizonte. Se mueven entre géneros, profesiones y estilos de vida con naturalidad, y entienden la diversidad no como consigna, sino como normalidad.

En este contexto, Leonor encarna la paradoja de su tiempo: la institucionalidad dentro de la incertidumbre. Donde sus coetáneos reivindican libertad, ella asume el deber. Donde otros buscan autenticidad, ella representa continuidad. La princesa más joven de la historia moderna de España pertenece a la generación más impaciente con las jerarquías.

Su formación militar la distancia del ideal generacional de flexibilidad y autoexpresión. En una época que valora la horizontalidad y el diálogo, Leonor representa la jerarquía, la estructura y el servicio. Pero esa diferencia puede convertirse en su punto fuerte si logra traducir el lenguaje del deber al de la empatía.

Cuando complete su etapa en los tres ejércitos y comience su formación universitaria -previsiblemente en Ciencias Políticas o Relaciones Internacionales-, deberá acercarse a una generación que exige autenticidad y conversación directa. No bastará con la solemnidad: hará falta conexión.

A sus 20 años, Leonor y quienes nacieron con ella encarnan una España en tránsito: diversa, digital, hiperconectada y vulnerable, pero también más lúcida y consciente. Ella lo hará desde el trono; sus coetáneos, desde las aulas, los escenarios, las pantallas o los laboratorios. Todos comparten un mismo desafío: encontrar propósito en una época que cambió las reglas sin avisar.

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