Cada año, diciembre llega con un guion no escrito: preparar más comida de la necesaria, multiplicar los compromisos, decorar como si se evaluara cada detalle y sostener una dinámica familiar que exige más energía de la que uno tiene. La Navidad, en teoría un paréntesis, acaba funcionando como una agenda paralela que se come por completo la rutina.
En medio de ese ruido, empieza a circular una idea que está ganando adeptos tanto en redes sociales como en libros de psicología contemporánea: crear una Not-To-Do List, la lista de lo que no vas a hacer. Lejos de ser una renuncia, es una edición consciente. Una forma de recolocar prioridades antes de que diciembre tome el control.
Varios expertos en bienestar que se han vuelto populares en TikTok, Instagram o newsletters de salud mental coinciden en que la mayor fuente de estrés navideño no es la Navidad en sí, sino la acumulación de tareas autoimpuestas. La Not-To-Do List actúa como un filtro: te permite descartar lo que consume energía sin aportar nada a cambio. Es una herramienta sencilla, casi obvia, pero transformadora.
Durante décadas hemos planificado la Navidad como si cada actividad fuera imprescindible: el menú abundante, la mesa perfecta, los planes encadenados, los regalos interminables. Pero pocas veces cuestionamos qué hay ahí por inercia y qué podría desaparecer sin que nadie lo eche de menos. Hacer esta lista es invertir el orden habitual: no pensar “qué falta”, sino “qué sobra”. No cocinar todo desde cero si no te apetece. No asistir a todos los encuentros por educación. No hacerte responsable del clima emocional de todos. No documentarlo todo para redes.

El simple gesto de decir “este año no” reduce la tensión anticipatoria, ese estrés previo que aparece incluso antes de que ocurran las cosas. La Not-To-Do List funciona como un salvavidas preventivo: evita que diciembre se convierta en una gincana emocional antes de que empiece.
También implica renunciar a la obsesión por la perfección. La literatura reciente sobre bienestar señala que el perfeccionismo es una forma de autoexigencia que impide disfrutar, y diciembre suele amplificarlo: la mesa impecable, la armonía forzada, las fotos sincronizadas, la coreografía invisible para que todo parezca ideal.
Muchas personas ya comparten su propia Not-To-Do List. Las más repetidas incluyen no intentar agradar a todos, no sostener conversaciones que sabes que te desgastan, no cargar con funciones que no te corresponden y no competir con versiones idealizadas de la Navidad que circulan en redes sociales. En el fondo, estas decisiones no recortan celebración: la hacen más humana.
La Not-To-Do List no es un manifiesto de renuncia, sino una práctica de cuidado personal. Un recordatorio de que diciembre no necesita ser una demostración de eficiencia ni un despliegue de sacrificio. La Navidad puede ser amable si tú también lo eres contigo misma. Y, quizá, la forma más consciente de celebrarla este año sea empezar por ahí: decidir qué no vas a hacer para dejar espacio a lo que de verdad importa. ¿Cuál va a ser tu lista?


