Feminismo

¿Quién desea un trato de princesa? La arriesgada tendencia de la Generación Z

El verano nos trae la nueva versión del fenómeno 'tradwife' (esposa tradicional): vídeos en los que, bajo la trampa del romanticismo o la caballerosidad, promueven dinámicas de relación machistas y perpetúan la pasividad femenina

Anne Hathaway en la película 'Princesa por sorpresa'

Con una estética pastel que evoca una feminidad de décadas pasadas muy alineada con la tendencia tradwife (esposa tradicional), la influencer Courtney Palmer, de 37 años, ha viralizado un intrigante juego, el trato de princesa. Está centrado en el debate sobre qué se considera “lo mínimo” para que la mujer se sienta bien atendida. Y resulta que lo mínimo vuelve a los estereotipos de género.

De nuevo, nos plantan una trampa creada para que mujeres muy jóvenes traten de ajustarse a la realidad virtual que les presentan las redes sociales. Un cuento más de princesas que besan sapos hasta dar con un príncipe azul, que lo será si cede el paso a su novia, le regala flores, recuerda la fecha de cumpleaños o le paga sus uñas. ¿Esto es lo aspiracional para la Generación Z?

Trato de princesa

Lo peor no es la caballerosidad a la antigua usanza, más propia de serie de época ambientada en la alta sociedad. Lo intrigante son las palabras de Palmer cuando describe qué entiende por trato de princesa: “Si estoy en un restaurante con mi esposo, no hablo con la persona que nos recibe, no abro ninguna puerta y no pido mi propia comida”, dice en un vídeo viral de casi seis minutos con millones de visualizaciones que, afortunadamente, también ha sido parodiado por otras creadoras de contenido, acumulando aún más visitas.

@jojoejoelle

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♬ original sound – courtney_joelle

Vestida con blusas lenceras y con una manicura impecable, cortesía de su caballeroso marido, Palmer promueve una vida de cuento. Envuelta en un decorado de revista, habla calmada y proyecta una serenidad que realza inclinando ligeramente el cuello para resultar más estilizada. La pose, igualmente parodiada en las redes sociales, se conoce como collarbone pop. Se sienta correctamente y tiene el gesto exacto para cada palabra. Con ayuda de los filtros, no hay en ella un detalle que no esté meticulosamente estudiado para crear un aura de princesa, una imagen potente de feminidad clásica y anclada en los años 50 del siglo pasado.

A raíz de esta polémica, muchos jóvenes han grabado sus propios vídeos comentando en tono jocoso sus requisitos mínimos. Algunos tienen mucha gracia, otros nos llevan directamente a roles de género que creíamos superados. Según Palmer la idea nació del hastío de verse criticada por las “girlboss”, mujeres masculinizadas para escalar en sus trabajos. Frente a ellas, la influencer se autoproclama “ama de casa princesa” y se vanagloria de ello.

Fotografía: Cortesía Courtney Palmer

Ser tratada como una princesa es una expresión coloquial para referirse a las formas elegantes, detalles y gestos sencillos que enriquecen una relación dándole un toque mágico. Las dinámicas que defiende esta singular tendencia son otras. Y si la cuestión es otorgarnos un título real, sería mucho más interesante el de reina, que siempre tiene una connotación autoridad, liderazgo, autonomía, soberanía o control. La vida de perfección pasiva, redonda y sin aristas… esa mejor para los cuentos de castillos y príncipes de ensueño.

En el paraíso doméstico de Palmer, la mujer, a cambio de comportarse complaciente con su hombre, recibe una recompensa en forma de diamantes, unos zapatos de Chanel, flores y caballerosidad a la antigua. Es lo que se encuentran las aspirantes a princesas en esta comunidad virtual. Recordemos sus palabras: “Deja que tu hombre dirija y sea masculino”. Una usuaria da en el clavo con su comentario: “Como excamarera, te habría dejado una nota preguntándote si estabas bien o si debería llamar a la policía”.

Igual que ocurrió con el movimiento anglosajón tradwife, realmente sus impulsoras no son mujeres típicamente tradicionales, sino creadoras de contenido que generan ingresos increíbles con sus mensajes retrógrados. Nara Smith, famosa por usar vestidos estrambóticos mientras prepara su propio chicle y cereales para el desayuno, gana unos 200.000 dólares al mes en TikTok, según informó Cosmopolitan en un reportaje.

En España, hace ahora un año tuvimos el fenómeno RoRo (Rocío López), que arrasó con sus vídeos centrados en cocinar y complacer a su novio Pablo. Su estilo era claramente el de mujer que adopta un rol tradicional en el hogar y en la pareja, aunque finalmente se definió como feminista y defensora de la igualdad de derechos. 

Son movimientos muy ruidosos y llegan a mucha audiencia normalizando una manera muy desigual y tóxica de vivir las relaciones amorosas. Sus destinatarias suelen ser mujeres muy jóvenes con riesgo de identificarse con este tipo de influencers que conducen al anhelo de un príncipe que les aporte seguridad. Mientras, renuncian a su autonomía física, financiera o intelectual. “Ya tienes que hacer muchísimas cosas. Como ama de casa, madre y ama de casa, tu mente está siempre activa. Estás dirigiendo y gestionando tantas cosas. En esos pequeños momentos divertidos, es realmente maravilloso dejar que tu marido lo haga por ti”, trata de convencer Palmer.

Cortesía: Courtney Palmer

¿Malinterpretada?

La consigna es muy simple: si dejas que tu chico te gobierne, te hará sentir muy especial y muy bien cuidada. Si te sale sapo, siempre tendrás la posibilidad de llamar a tu hada madrina. ¿De verdad alguna mujer desea un principado del hogar? ¿Es así como quieren habitar su feminidad las generaciones más jóvenes? ¿Sumisas, suaves, calmadas y sutilmente graciosas? Palmer, aparentemente sorprendida por el impacto de sus vídeos, dice que ha sido malinterpretada a partir de ciertos fragmentos sacados de contexto, pero insiste en sus dinámicas como una elección consciente y de autocuidado.

Las mujeres jóvenes son independientes, tienen voz propia, no buscan a un alfa que las mantenga, sino a un hombre al que amar de igual a igual, que sepa escuchar, en lugar de manipular la conversación. El peligro es que hablamos de una generación hiperconectada y a menudo presionada por las tendencias que marcan las redes sociales. En este momento, ha irrumpido esta influencer que promueve modelos poco realistas a partir de expectativas y fantasías insostenibles. 

La idea de varón proveedor y la mujer pasiva genera frustración y aumenta la presión sobre cómo debería ser el amor ideal, en lugar de asentar un modelo de pareja igualitario. Los millones de visualizaciones pueden arrastrar a la comparación social y a la sensación de fracaso si una mujer no recibe este tipo de atenciones. ¿Quién explica a una población más influenciables que es solo la cara artística de unas creadoras de contenido que saben darle el tono más atrayente ante la cámara? Ser cortés, sí, pero la cortesía no se limita a abrir la puerta del coche o enviar un ramo de flores por el cumpleaños. Callar para que el caballero tome la palabra es inaceptable, la primera señal que nos indica que estamos ante un sapo y no habrá hada madrina que venga a salvarnos.

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