Ante la negativa de Hamás de rendirse y la insistencia de Benjamin Netanyahu de proseguir los bombardeos hasta la “victoria total” en la guerra de Gaza, el debate sobre el futuro gobierno del devastado enclave costero sigue encallado. Pero en la sombra de los contactos internacionales que abordan la cuestión, un expolítico lleva meses moviendo hilos: el exprimer ministro británico Tony Blair.
Con el visto bueno de la Casa Blanca, el ex dirigente laborista ha recabado apoyos en Oriente Medio y el mundo para apoyar su propuesta de un gobierno de transición que gobierne la Franja de Gaza, para después transferir la gestión a la Autoridad Nacional Palestina (ANP). El grupo islamista Hamás, ganador de los últimos comicios palestinos en 2006, expulsó y asesinó a cientos de militantes de Fatah, la facción política adversaria que controla la ANP en Ramala (Cisjordania).
Desde los primeros meses de guerra, Blair empezó a esbozar un plan para el “día después” en Gaza, del que Netanyahu rehúye hablar. El premier israelí se limitó a decir que la Franja no será ni “Hamastán ni Fatahstán”, refiriéndose a su negativa de ceder el poder a ninguna de las principales facciones palestinas. Fuentes estadounidenses citadas por Times of Israel confirman que la administración Trump dio el visto bueno al plan de Blair para reemplazar a Hamás, ya que se considera un paso esencial para lograr el alto al fuego y la devolución de los rehenes israelíes.
Las propiedades gazatíes
El plan de Blair propone el establecimiento de la Gaza International Transitional Authority (GITA), e intenta distanciarse del polémico plan de la “Riviera de Gaza” anunciado por Trump meses atrás. La propuesta de la Casa Blanca fue considerada como una cortina de humo para blanquear el desplazamiento definitivo de la población civil gazatí y así promover intereses inmobiliarios occidentales. El plan Blair propone establecer un departamento para preservar la propiedades de aquellos gazatíes que opten por huir del territorio, y así no pierdan el derecho sobre sus propiedades.

“No tenemos planes de mover a la población gazatí, Gaza es de ellos”, comentó una fuente involucrada en la discusión del plan. Otros planes presentados por elementos afines a Netanyahu hablaban de “emigración voluntaria” de los palestinos de Gaza. En la actual ofensiva sobre la ciudad de Gaza, donde las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) exigieron el desalojo de un millón de civiles, muchos temen que la huida supondrá que nunca podrán regresar a sus hogares.
Trump, que inicialmente abrazó el concepto de la “migración voluntaria”, se distanció a finales de agosto de esta opción. No obstante, los aliados extremistas de Netanyahu siguen presionando en esta dirección. El ministro de seguridad interna, Itamar Ben Gvir, prometió recientemente construir un barrio para policías en la costa de la Franja. Betsalel Smotrich, ministro de finanza, ve una potencial “bonanza inmobiliaria” en la zona.
El problema de la ANP
Blair, que dirige el lobby Institute for Global Change, ha estado constantemente en contacto con oficiales de la administración Trump y líderes árabes. En julio, el ex primer ministro británico se reunió con el presidente de la ANP Mahmud Abas. Inicialmente, la ANP se mostró reticente a los planes de Blair, ya que aspira a tomar directamente el control de Gaza. No obstante, las fuerzas de seguridad y oficiales de la ANP gozan de escaso apoyo entre la sociedad palestina, lo que dificulta su rol para gobernar la Franja.

Para que la ANP pueda asumir el reto en el futuro, Blair propone reformas significativas en el ente palestino. La anterior administración Biden hablaba de una “Autoridad Palestina Renovada” como posible opción de futuro para Gaza. Los esfuerzos de Blair se vieron truncados cuando Washington vetó la entrada de oficiales de la ANP a EE.UU., antes del debate en la ONU sobre el reconocimiento de un estado palestino. Países árabes -especialmente del Golfo Pérsico- que participan en el plan de Blair no querían ser vistos como “colaboracionistas” que dan la espalda a los palestinos.
El plan de Blair concibe que el GITA sea “una autoridad política y legal para Gaza en un periodo de transición”. El ente tendría una directiva de siete a diez miembros, con participación de representantes palestinos, de la ONU, y figuras internacionales “con fuerte representación musulmana”, para así reforzar su legitimidad regional.
Cerrar el paso a Hamás
El gobierno transitorio estaría al cargo de la ayuda humanitaria, la reconstrucción, la legislación, y la coordinación de seguridad con la ANP. El plan prevé el establecimiento de la Autoridad de Promoción de Inversiones y Desarrollo Económico de Gaza para asegurar inversiones para GITA y la reconstrucción de Gaza. Será una autoridad con vocación comercial, dirigida por profesionales del sector empresarial y encargada de generar proyectos de inversión con rentabilidad financiera.
Otro de los puntos fuertes del plan es evitar que Hamás resurja de las cenizas. “Asegurará la integridad de las fronteras, intimidará a la resurgencia armada y protegerá los esfuerzos humanitarios y de reconstrucción”, aclaró una fuente involucrada. El presupuesto del GITA será de 90 millones de dólares el primer año, y se incrementará exponencialmente.
El plan de Blair insiste en que “la manera de terminar la guerra es atraer apoyos regionales y acordar principios sobre cómo Gaza será gobernada, de modo que Hamás no esté involucrada y no pueda retomar el poder”. En su criterio, eso solo pasará si “existe una nueva estructura de gobierno en Gaza con una fuerza de seguridad seria con apoyo internacional”.