“Gaza está ardiendo”. Con esta afirmación, el ministro de defensa hebreo Israel Katz confirmó este martes la entrada de tropas terrestres a la ciudad de Gaza, considerado el último bastión de Hamás en la franja, y donde se encuentran probablemente la mayoría de los 48 rehenes que mantiene el grupo islamista.
“Salimos a una ofensiva intensa sobre las posiciones de Hamás en la ciudad. En el último día, nuestras tropas empezaron la operación terrestre. Las fuerzas fueron acompañadas por fuego desde mar y aire. Hemos golpeado decenas de objetivos terroristas, posiciones militares y de observación, así como trampas preparadas para dañar a nuestros reclutas”, afirmó el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Entre los intensos bombardeos, decenas de miles de palestinos -se estima que unos 350.000– cargaron lo que pudieron en vehículos para huir hacia el sur de la franja en la principal ruta costera. Otros optaron por permanecer en sus casas, ante el riesgo de afrontar la ofensiva israelí en el centro de la ciudad. La ofensiva, ordenada por Benjamin Netanyahu tras el colapso de las negociaciones de tregua -las FDI intentaron liquidar al liderazgo de Hamás en Doha-, agrava todavía más la desastrosa situación humanitaria en la franja.
Gazatíes describieron escenas de pánico ante los intensos bombardeos aéreos. Acorde a las autoridades sanitarias gazatíes, más de 20 personas murieron y decenas resultaron heridas este martes. “Estamos todos aterrorizados”, comentó el profesor Montaser Bahja al New York Times. Y lamentó: “La muerte será más piadosa que seguir viviendo esto”. Los pronósticos no son para nada alentadores, dado que las FDI estiman que la ocupación total de la ciudad tomará meses, tal vez incluso un año.
La operación militar israelí lleva semanas gestándose, y en los últimos días las FDI derribaron altas torres residenciales en la ciudad, alegando que Hamás las utiliza para supervisar el movimiento de tropas. Desde la semana pasada, se ordenó al millón de residentes de la urbe que se desplacen hacia el sur, en lo que supone el enésimo desplazamiento interno para una población exhausta tras casi dos años de conflicto.
En la última semana, las FDI afirmaron haber golpeado más de 850 “objetivos terroristas” en toda la ciudad, especialmente en barrios periféricos, para facilitar la entrada de las tropas por tierra. Estas acciones elevaron el criticismo internacional contra Israel, y disipan las opciones de lograr un alto al fuego. Para los familiares de los rehenes israelíes, se trata de una sentencia de muerte, pese a que las FDI aclararon que “haremos todo lo posible” para cuidar la integridad de los cautivos.
Hamás, que se niega a rendirse para evitar el sacrificio de civiles, condenó el inicio del operativo, alegando que agravará la “catástrofe humanitaria” en la franja. El grupo islamista pidió a la comunidad internacional que intervenga contra Israel, y acusó a EE.UU. de permitir la ofensiva.
Imágenes de satélite mostraron el martes como los blindados israelíes están entrando a la ciudad por todos los flancos. Barrios como Zeitoun o Sheikh Radwan, prácticamente derruidos, ya han sido capturados. “La operación durará todo lo necesario” hasta conseguir los objetivos de destruir a Hamás y liberar a los rehenes, según comentó el portavoz militar Effie Defrin. “El objetivo es derrotar al enemigo, pero sin dañar a la población. Estamos haciendo esfuerzos para abrir rutas adicionales para facilitar una rápida evacuación de la población de Gaza y separarla de los terroristas que queremos atacar”, afirmó Netanyahu.
La mayoría de los miles de civiles que huyen no pueden permitirse un transporte, por lo que caminan a pie largos kilómetros con sus pertenencias. Cargan toda una vida, a sabiendas que no podrán volver: muebles, colchones, tiendas, mascotas o juguetes. La mayoría no sabe dónde se realojará. Los campamentos de refugiados en la “zona humanitaria” de Al-Mawasi están sobrepoblados, llenos de enfermedades, inseguridad y falta de agua potable o alimentos.
A punto de celebrarse el segundo aniversario del atentado terrorista del 7 de octubre de 2023, muchos israelíes dudan que el objetivo declarado del gobierno de eliminar a Hamás sea posible. Las encuestas muestran que la mayoría preferiría un acuerdo negociado que garantice la liberación de los rehenes restantes a cambio de prisioneros palestinos y el fin de la guerra.
Los críticos del primer ministro Benjamin Netanyahu afirman que ha prolongado la guerra para mantenerse en el poder, para así apaciguar a la ultraderecha judía que le apoya y sueña con ocupar permanentemente Gaza. Prolongar el conflicto también ha evitado rendir cuentas sobre las fallas de inteligencia que facilitaron la invasión de Hamás.
“Es lamentable que el primer ministro diga que no hay otra opción”, declaró Danny Elgarat, hermano del rehén Itzik Elgarat, quien murió en cautiverio. “Nosotros decimos que hay una opción. Que se marche y traigamos a otro primer ministro que ponga fin a la guerra y traiga a los rehenes a casa”. Frente a la casa de Netanyahu, manifestantes pasaron la noche gritándole por un megáfono: “no los abandonaremos”.