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Hegseth culmina su cruzada contra la igualdad en el Ejército de EE UU

Con un auditorio casi sin mujeres, el jefe del Pentágono presenta su "purga woke" y eleva el estándar físico masculino como excusa para excluir a las militares de las áreas de combate

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Fuerzas militares de los Estados Unidos de América
Shutterstock

En Quantico, Virginia, Pete Hegseth, Secretario de Guerra norteamericano, reunió a unas ochocientas figuras de la cúpula militar de Estados Unidos. Un mar de uniformes masculinos, apenas salpicado por la presencia de unas cuantas mujeres. La postal era tan elocuente como su discurso con un Pentágono reducido a testosterona, disciplina impuesta desde el corte de cabello a la rasurada de barba o hasta el peso en la báscula, con un ethos guerrero convertido en dogma.

El secretario de Defensa de Donald Trump se presentó como un predicador del regreso a lo “puro”, como si la fuerza se midiera únicamente en los músculos de los hombres endurecidos de sus tropas. “El estándar masculino va a estar más alto” fue la frase que más repitió, consciente de que esa consigna podría barrer con la presencia femenina en áreas de combate. Si no quedan mujeres porque no dan la nota en los nuevos exámenes físicos, “así será”. La frase cayó como una jarra de agua fría entre las mujeres del Ejército donde parece que ya no hay espacio de igualdad.

Pete Hegseth, Secretario de Defensa de EE UU,  durante un anuncio en la Oficina Oval de la Casa Blanca
EFE/EPA/AL DRAGO / POOL

Contra la “decadencia woke”

La retórica de Hegseth buscó electrizar a los presentes con un tono que parecía una interpretación de teatro. Se presentó como el cirujano que extirpa la “decadencia woke” y prometió liberar a las Fuerzas Armadas de “basura ideológica, diversidad, justicia social, identidad de género y conciencia climática”. Para él, todo eso era una distracción. Lo único que debe importar en el Ejército es la capacidad de “matar y destruir” con eficacia. Un ethos de hierro, reducido a la consigna de disparar siempre contra todo lo que esté enfrente.

Entre el estruendo de sus frases, se podía escuchar en silencio como la pluralidad desaparece en el poder militar más grande del planeta. La fotografía de esa sala en Quantico repleta de hombres es ya un símbolo de lo que Hegseth pretende imponer. Se trata de crear homogeneidad masculina bajo la máscara de la excelencia. Con esa visión, las mujeres pueden quedarse afuera, no porque carezcan de valor, sino porque la regla ha sido diseñada para excluirlas bajo la apariencia de “neutralidad”.

La exigencia de Hegseth a los militares

La exigencia de “cuerpos perfectos” es otra capa de este regreso al pasado. Hegseth despreció a los “generales gordos” y ordenó dos pruebas anuales de aptitud física para todos los rangos. La apariencia, dijo, debía reflejar disciplina. Una categoría militar estética que suena más a control corporal que a estrategia militar. Y, claro, recorte de barbas y cabellos largos. “No más barbas”, sentenció.

Pete
El secretario de Defensa de EE UU, Pete Hegseth
Efe

El discurso fue también un aviso de purga. A quienes no compartieran su visión les ofreció una salida “honorable” con la renuncia. Bajo esa advertencia se escondía la promesa velada de más destituciones en la cúpula, más alineamiento forzado. La imagen del guerrero se impone en cualquier despacho y no solo como código de combate. Para Hegseth se trata de obediencia política. Lo que presentó como “liberación” parece más bien una amenaza a destruir décadas de lucha por abrir espacios de igualdad en un Ejército que pertenece a toda una sociedad diversa. Y aunque sus palabras buscan proyectar fuerza, lo que revelan es su incapacidad de asumir el poder sin excluir, sin reducirlo a un molde masculino y monolítico.

Mientras las mujeres avanzan en la ciencia, la política o la empresa, en el corazón del aparato bélico más influyente del mundo se intenta retroceder a un imaginario de soldados idénticos, rígidos y disciplinados como una comitiva teatral creada para matar. Una política militar de hombres para hombres.