La cruel historia de los ‘hibakusha’: las víctimas de Hiroshima de las que nadie se acuerda

Los supervivientes quieren que Hiroshima sirva como ejemplo para detener el avance del armamento nuclear en un mundo cada vez más volátil

Nihon Hidankyo - Internacional
Nihon Hidankyo es la Confederación Japonesa de Organizaciones de Afectados por las Bombas A y H y la ganadora del Premio Nobel de la Paz en 2024.
EFE

Cada 6 de agosto, el mundo entero vuelve la mirada hacia Hiroshima. Se recuerda el estallido de la bomba, la destrucción masiva, las víctimas que murieron al instante y el fin de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, poco se dice sobre aquellos que sobrevivieron al infierno nuclear. Son los hibakusha, las víctimas vivas de Hiroshima. Personas que, pese a seguir respirando, cargaron con una bomba dentro el resto de sus vidas.

La palabra hibakusha significa literalmente “persona bombardeada”. Y hace referencia a los supervivientes de los ataques atómicos en Hiroshima y Nagasaki. Se calcula que más de 300.000 personas fueron reconocidas oficialmente como hibakusha, aunque miles murieron sin obtener nunca ese reconocimiento. Ocho décadas después, muchos de ellos siguen esperando justicia.

Marginados por haber sobrevivido a Hiroshima

Contrario a lo que cabría esperar, los hibakusha no fueron tratados como héroes o mártires en Hiroshima. Durante años, fueron marginados y estigmatizados por una sociedad que no sabía cómo enfrentarse al trauma colectivo. Muchos ocultaron su condición para evitar perder el trabajo, ser rechazados sentimentalmente o ver limitadas sus oportunidades.

En el Japón de la posguerra, ser hibakusha significaba ser señalado como portador de enfermedades. El desconocimiento sobre los efectos de la radiación llevó a temores irracionales. Se creía que podían contagiar cáncer, que sus hijos nacerían con malformaciones o que estaban condenados a morir jóvenes. En Hiroshima, sus nombres quedaron fuera de las listas. Sus historias, fuera del relato oficial.

La cruel historia de los 'hibakusha': las víctimas de Hiroshima de las que nadie se acuerda
La Cúpula de la Bomba Atómica se refleja en el río Motoyasu en el Parque Memorial de la Paz de Hiroshima.
Efe

Durante los primeros años tras la explosión, la ocupación estadounidense impuso una estricta censura sobre todo lo relacionado con Hiroshima. Se prohibieron publicaciones que mostraran los efectos reales de la bomba atómica. Eso incluía testimonios de hibakusha, fotografías médicas y cualquier intento de documentar las secuelas.

Los hibakusha vivieron en silencio, sin poder compartir lo que habían visto ni lo que sufrían. Muchos perdieron a toda su familia en Hiroshima. Otros, quemados o desfigurados, no se atrevieron a volver a la calle. Algunos intentaron reconstruir sus vidas con cicatrices visibles. Otros, con heridas que nadie veía, pero que los condenaban al aislamiento.

El largo camino hacia el reconocimiento

No fue hasta los años 50 y 60 cuando empezaron a organizarse los primeros movimientos de hibakusha en Hiroshima, exigiendo reconocimiento médico, apoyo estatal y dignidad. En 1957, el gobierno japonés aprobó la Ley de Ayuda Médica a las Víctimas de la Bomba Atómica. Pero muchas personas quedaron fuera de la protección oficial. A menudo, se les exigía demostrar que se encontraban dentro de un radio específico en el momento del bombardeo. Hiroshima no solo los había herido. También los había burocratizado.

El proceso de reconocimiento fue lento, desigual y profundamente injusto. Hasta bien entrado el siglo XXI, decenas de miles de hibakusha no recibieron compensación ni acceso gratuito a atención médica. Hiroshima, símbolo mundial del pacifismo, seguía sin hacerse cargo de sus víctimas más evidentes.

La cruel historia de los 'hibakusha': las víctimas de Hiroshima de las que nadie se acuerda
Terry Teramoto posa en su casa de Sídney con la libreta de ‘hibakusha’, superviviente de Hiroshima.
Gonzalo Aguirregómezcorta

Una de las caras más desconocidas de Hiroshima es la de los hibakusha no japoneses. Entre ellos, había miles de coreanos forzados a trabajar en este lugar durante la ocupación japonesa. Así como prisioneros chinos y algunos occidentales. Muchos de ellos sobrevivieron al bombardeo. Pero jamás fueron reconocidos por el gobierno japonés ni indemnizados por su sufrimiento.

El caso de los coreanos hibakusha es particularmente sangrante. Fueron discriminados por ser colonizados y por haber sobrevivido a Hiroshima. Durante décadas, se les negó el acceso al sistema médico japonés, incluso viviendo dentro del país. Su existencia fue borrada del relato nacional y sus nombres apenas figuran en los memoriales oficiales.

El legado vivo de los ‘hibakusha’

A pesar del olvido institucional, los hibakusha de Hiroshima se convirtieron en activistas por la paz. Muchos recorrieron el mundo explicando sus historias, mostrando sus cuerpos mutilados y advirtiendo sobre los peligros de las armas nucleares. Lo hicieron no por venganza, sino para evitar que nadie más viviera lo que ellos vivieron en Japón.

Algunos de los más conocidos, como Setsuko Thurlow, dedicada durante décadas a promover el desarme nuclear, recibieron reconocimientos internacionales. En 2024, el colectivo Nihon Hidankyo, formado por hibakusha de todo Japón, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Un gesto simbólico, pero también una deuda histórica con quienes sobrevivieron a Hiroshima sin haber sido jamás escuchados.

La cruel historia de los 'hibakusha': las víctimas de Hiroshima de las que nadie se acuerda
Masako Kudo, directora de la oficina de Nihon Hidankyo, la Confederación Japonesa de Organizaciones de Víctimas de las Bombas A y H.
EFE/EPA/FRANCK ROBICHON

Hoy, 6 de agosto de 2025, Hiroshima vuelve a ser noticia en todo el mundo por el 80 aniversario del bombardeo atómico. Se celebran actos solemnes, discursos oficiales y visitas de líderes extranjeros. Pero el foco mediático rara vez recae en los hibakusha. Muchos de ellos viven hoy en residencias, con secuelas físicas y emocionales. Y con una amarga sensación de haber sido utilizados como símbolo, pero no como ciudadanos.

En Hiroshima queda menos de un 1% de los hibakusha que vivieron aquel 6 de agosto. La mayoría tiene entre 90 y 100 años. Muchos no llegaron a contar su historia. Otros murieron sin que nadie reconociera que eran víctimas. El bombardeo atómico fue para ellos una condena a cadena perpetua. Una bomba que no dejó de explotar en sus cuerpos, en sus mentes y en su entorno.

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