Han pasado ya 80 años desde aquel 6 de agosto de 1945 en el que el cielo de Japón se partió en dos. A las 8:15 de la mañana, el bombardero B-29 Enola Gay lanzó una bomba de uranio bautizada como Little Boy, que estalló a 600 metros de altura y arrasó en segundos una ciudad de 350.000 habitantes. Hiroshima se convirtió, junto con Nagasaki tres días después, en el escenario del primer y único ataque nuclear de la historia de la humanidad.
Ocho décadas más tarde, Hiroshima sigue siendo mucho más que una fecha en los libros de texto. Es un símbolo global del horror atómico. Pero también de la resistencia, la reconstrucción y el olvido selectivo. En este reportaje repasamos seis verdades que salen a la luz hoy, el 6 de agosto de 2025, cuando el mundo vuelve la mirada hacia aquella ciudad japonesa devastada por una decisión que aún genera debate.
1) Hiroshima no era un objetivo militar clave
Uno de los mitos más persistentes sobre Hiroshima es que fue elegida por su importancia militar. En realidad, la urbe japonesa tenía una base militar secundaria, pero no era un centro de operaciones estratégicas crucial. La ciudad fue seleccionada, entre otros motivos, porque no había sido bombardeada previamente. Eso permitía observar con mayor claridad los efectos reales de la bomba atómica.
De hecho, el Comité de Objetivos, liderado por militares estadounidenses, valoró aspectos como la visibilidad, la topografía de la ciudad y el impacto psicológico. Hiroshima ofrecía “una gran extensión urbana con edificios de madera”, perfecta para amplificar la destrucción. El objetivo no era solo militar, sino simbólico y experimental. La ciudad se convirtió, así, en el campo de pruebas de un arma jamás utilizada.
2) La bomba mató a más de 140.000 personas… pero muchas murieron después

El balance inmediato de muertos en Hiroshima fue devastador. Unas 70.000 personas fallecieron en el acto por la explosión y la onda expansiva. Pero las cifras reales son mucho más sombrías. En los meses siguientes, las víctimas se multiplicaron por la radiación, las quemaduras, la deshidratación y las enfermedades derivadas del ataque.
A finales de 1945, se estimaba que al menos 140.000 personas habían muerto en Hiroshima. En las décadas posteriores, miles más fallecieron por cánceres y afecciones relacionadas con la radiación. Incluso hoy, algunas secuelas continúan manifestándose en descendientes. La ciudad no solo vivió una explosión; sufrió una herida invisible que siguió cobrándose vidas durante años.
3) Los supervivientes de Hiroshima fueron silenciados (y estigmatizados)
Pocos saben que los hibakusha —los supervivientes de Hiroshima— fueron durante años estigmatizados dentro de Japón. La palabra significa literalmente “persona bombardeada”. Y con el tiempo se convirtió en sinónimo de marginación. Muchos hibakusha sufrieron discriminación laboral, social e incluso sentimental. A fin de cuentas, se les consideraba “contaminados” o propensos a enfermedades hereditarias.
Además, durante los primeros años de ocupación estadounidense, hubo censura activa sobre las consecuencias de Hiroshima. Fotografías, informes médicos y testimonios fueron clasificados como secreto militar. No fue hasta bien entrada la posguerra que se empezó a documentar con rigor lo sucedido. Hiroshima no solo fue destruida por una bomba: también por el silencio.
4) El bombardeo no logró evitar una invasión ni puso fin a la guerra

El relato más extendido en Occidente es que Hiroshima salvó millones de vidas al evitar una invasión terrestre de Japón. Pero los documentos desclasificados y la investigación histórica posterior matizan esa afirmación. Japón ya estaba cerca de la rendición, acorralado por bombardeos convencionales, el bloqueo naval y la entrada de la Unión Soviética en la guerra el 8 de agosto.
De hecho, muchos historiadores señalan que fue precisamente la ofensiva soviética lo que aceleró la rendición japonesa. Más que Hiroshima. La explosión de la segunda bomba en Nagasaki tampoco cambió sustancialmente la posición japonesa. Pero sí consolidó el nuevo poder de Estados Unidos en la posguerra. El bombardeo, por tanto, fue un mensaje al mundo, más que una necesidad bélica.
5) Su legado nuclear sigue vigente y más amenazado que nunca
Aunque Hiroshima se convirtió en símbolo del pacifismo, el número de armas nucleares en el mundo no ha dejado de crecer desde 1945. Actualmente, nueve países poseen arsenales atómicos, y más de 13.000 cabezas nucleares siguen activas. El bombardeo es hoy, más que nunca, una advertencia ignorada.
La ciudad acoge cada año ceremonias en memoria de las víctimas y un llamamiento al desarme. Pero lo cierto es que el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), aprobado por la ONU en 2017, no ha sido firmado ni por Japón ni por las principales potencias nucleares. El país que sufrió Hiroshima sigue escudándose en el paraguas militar estadounidense. Y el mundo parece más cerca de una nueva era de amenaza atómica que de su final.
6) Hiroshima también fue símbolo de esperanza y reconstrucción
A pesar del horror, Hiroshima fue capaz de resurgir de sus cenizas. La ciudad fue reconstruida con ayuda internacional y con el esfuerzo de sus habitantes. En 1949 se promulgó una ley especial para su reconstrucción. Y, poco a poco, fue recuperando su pulso urbano. Hoy, este lugar es una metrópolis moderna con más de 1,1 millones de habitantes y un fuerte componente simbólico.
El Parque Memorial de la Paz, ubicado donde estalló la bomba, alberga el Museo de la Paz y la Cúpula Genbaku, uno de los pocos edificios que sobrevivieron a la explosión. Cada año, el 6 de agosto, Hiroshima recuerda con flores, campanas y un minuto de silencio. Es una ciudad marcada por la tragedia, pero también por su capacidad de convertir la memoria en una herramienta de paz.