MAGA, acrónimo de Make America Great Again (“Hacer América grande otra vez”), es mucho más que un simple eslogan electoral. Para millones de estadounidenses, representa una visión política, social y cultural profundamente ligada a la figura de Donald Trump, y a una forma específica de entender el patriotismo, la economía y el papel de Estados Unidos en el mundo.
Desde su primera campaña presidencial en 2016, Trump utilizó esta frase como símbolo de ruptura con la clase política tradicional, apelando al descontento de una parte del electorado que se sentía olvidada por las élites de Washington. Sin embargo, con el tiempo, MAGA ha evolucionado en algo más: un movimiento ideológico con vida propia dentro del Partido Republicano.
MAGA es más que una consigna. Es un actor principal político, social y cultural de amplio alcance, que ha redefinido la identidad de parte de los republicanos y ha polarizado el panorama político de Estados Unidos. Lo que comenzó como una frase de campaña hoy representa una visión completa de país, con seguidores firmemente comprometidos y un legado que probablemente irá mucho más allá de la figura de Donald Trump.
De lema electoral a corriente política
Trump ha definido el movimiento MAGA como “el más grande de la historia política estadounidense”, y lo cierto es que su impacto ha sido muy importante. Bajo ese paraguas, se agrupan ideas nacionalistas, proteccionistas, conservadoras y anti-globalistas. Entre sus principales pilares se encuentran la priorización de la economía nacional, el rechazo a la inmigración ilegal, la renegociación de acuerdos comerciales, y una política exterior más centrada en los intereses internos que en el intervencionismo internacional.

En la práctica, muchas decisiones de su presidencia respondieron directamente a esta lógica: aranceles a productos extranjeros, retirada de tratados multilaterales o un enfoque duro frente a China. Para sus seguidores, Trump no solo prometía hacer América grande de nuevo, sino recuperar un modelo de país fuerte, autosuficiente y respetado.
Una marca con identidad propia
Aunque Trump es el rostro más visible de MAGA, el lema ya lo había utilizado antes Ronald Reagan en su campaña de 1980, también en un momento de crisis nacional. No obstante, fue Trump quien lo registró legalmente en 2012 y lo convirtió en una auténtica marca política y comercial. Gorras, camisetas, pancartas y todo tipo de productos con las siglas MAGA forman parte del imaginario colectivo de sus votantes.
El movimiento ha encontrado también en internet y en las redes sociales una vía de expansión sin precedentes. En plataformas como Truth Social, X o YouTube, los simpatizantes de MAGA comparten ideas, discursos, memes e incluso teorías conspirativas que refuerzan su identidad común. Para muchos de ellos, MAGA es también una forma de resistencia frente al progresismo y los cambios sociales promovidos por sectores demócratas.
¿Qué pasará con MAGA después de Trump?
Uno de los grandes interrogantes es qué ocurrirá con este movimiento una vez que Trump ya no esté al frente de la política nacional. Algunos analistas creen que MAGA podría seguir existiendo como una corriente duradera dentro del Partido Republicano, influyendo en nuevos liderazgos y configurando el discurso del partido a medio y largo plazo.
De hecho, ya hay figuras emergentes como Ron DeSantis o Vivek Ramaswamy que, aunque con diferencias, adoptan parte del discurso y las formas del universo MAGA, y aspiran a captar a ese mismo electorado. Incluso si este mandato es el último de Trump al frente de la Casa Blanca, su huella ideológica parece destinada a perdurar.