El presidente Donald Trump se encuentra en el centro de una tormenta política y geoestratégica de proporciones históricas. Su aparente vacilación respecto a si Estados Unidos debe unirse a la ofensiva militar de Israel contra Irán ha creado una profunda incertidumbre tanto en su gabinete como en su base política. Las declaraciones del propio Trump y los movimientos de la Casa Blanca reflejan una ambigüedad calculada que, sin embargo, podría tener consecuencias trascendentales para el futuro del Medio Oriente.
Desde el inicio de la ofensiva israelí el pasado viernes, el presidente había mostrado escepticismo y distancia con respecto a la operación. Sin embargo, tras los exitosos ataques de Israel contra sitios clave del programa nuclear iraní y la eliminación de sus defensas aéreas, Trump escribió en sus redes sociales: “Ahora tenemos control completo y total del espacio aéreo sobre Irán”, añadiendo que exigía la “rendición incondicional” de Irán sobre su programa nuclear, vigente desde hace décadas.

“Podría hacerlo. O no”
Esta postura contrasta fuertemente con su ambivalencia posterior. En declaraciones desde la Casa Blanca, al ser consultado sobre un posible ataque a instalaciones nucleares iraníes, Trump respondió: “Podría hacerlo. O no. Nadie sabe lo que voy a hacer”. Esta frase resume el enfoque impredecible que ha caracterizado su política exterior y su política en general.
La situación en Medio Oriente es extremadamente volátil. Según fuentes israelíes, más de 370 misiles y cientos de drones han sido lanzados por Irán contra Israel desde el inicio de la operación, causando al menos 24 muertos y cientos de heridos. En respuesta, Israel ha bombardeado instalaciones nucleares clave como Natanz y Fordow, con el objetivo de destruir la capacidad de enriquecimiento de uranio de Irán. Según la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), el sitio de Natanz ya ha sido seriamente dañado.

La fractura en MAGA
En este contexto, Trump enfrenta presiones encontradas. Por un lado, Israel parece haber abierto la puerta a una intervención estadounidense más directa. Un funcionario israelí, bajo condición de anonimato, señaló: “Pedimos ayuda solo en defensa. Pero si Estados Unidos decide que le conviene unirse por cómo se desarrolla la guerra, esa es su decisión”. Incluso reconocen que podrían atacar Fordow sin ayuda estadounidense, pero no ocultan que los bombardeos “bunker-buster”, únicos en su tipo de los norteamericanos, facilitarían la misión.
America First!!! 🇺🇸🇺🇸🇺🇸 https://t.co/rTGIacMSIT
— Marjorie Taylor Greene 🇺🇸 (@mtgreenee) June 15, 2025
Por otro lado, dentro del propio Partido Republicano y entre algunos de sus aliados más fieles, hay una fuerte oposición. Steve Bannon, exasesor principal de Trump, declaró: “Si nos metemos en esta guerra, se va a desintegrar la coalición. Lo más importante es detener la invasión de ilegales, y esta guerra nos saca de eso”. A esto se sumó la congresista Marjorie Taylor Greene, quien advirtió sobre una “fractura en el movimiento MAGA” si Trump decide actuar militarmente.

El vicepresidente también mostró matices al afirmar JD Vance en redes sociales. “La gente tiene razón en preocuparse por enredos extranjeros después de 25 años de política exterior idiota. Pero el presidente ha ganado algo de confianza en este tema”. Vance, sin embargo, no descartó una acción militar limitada si se justifica como un medio para acabar con el enriquecimiento nuclear iraní.
Thank you @realDonaldTrump for the privilege and opportunity to serve our great country and the American people as your Director of National Intelligence. pic.twitter.com/vrucljDFg8
— Tulsi Gabbard 🌺 (@TulsiGabbard) February 13, 2025
El conflicto ha provocado reacciones diversas entre los aliados internacionales de Estados Unidos. En Alemania, el canciller Friedrich Merz fue claro: “Este es el trabajo sucio que Israel está haciendo por todos nosotros”. Mientras tanto, el primer ministro británico Keir Starmer convocó al comité nacional de emergencias del Reino Unido para coordinar la respuesta ante un posible ataque estadounidense. Su viceprimera ministra, Angela Rayner, expresó en el Parlamento: “Estamos de acuerdo con el presidente Trump en que Irán no debe tener nunca un arma nuclear, pero seguimos apostando por la vía diplomática”.
A pesar de las tensiones, existe un amplio consenso entre la población estadounidense en contra de una intervención militar directa. Una encuesta de The Economist/YouGov reveló que solo el 16% de los estadounidenses apoya el uso de la fuerza, mientras que un 60% prefiere las negociaciones. Incluso entre los republicanos, el 61% se inclina por el diálogo. Esta cifra contrasta con la oposición mayoritaria a las conversaciones nucleares durante la Administración Obama en 2015. Sin embargo, Trump ha expresado su escepticismo hacia las negociaciones. Abandonó abruptamente una cumbre del G7 en Calgary y convocó a su Consejo de Seguridad Nacional, diciendo que estaba cansado del “ciclo de negociaciones” y que veía “otra forma”. En declaraciones posteriores dijo: “No buscamos una guerra a largo plazo. Solo quiero una cosa: que Irán no tenga un arma nuclear”.

Este objetivo, aunque claro en teoría, se ha usado históricamente para justificar intervenciones militares. El propio Trump criticó a Tulsi Gabbard, directora de inteligencia nacional, quien aseguró que Irán no busca actualmente desarrollar una bomba nuclear: “No me importa lo que dijo. Yo creo que estaban muy cerca de tener una”, afirmó Trump desde el avión presidencial.
¿Un cambio de régimen?
Además, sus amenazas contra el líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, refuerzan la percepción en Teherán de que el verdadero objetivo podría ser un cambio de régimen. En Irán, el programa nuclear es un símbolo nacionalista, y los ataques actuales podrían afianzar el control del régimen más que debilitarlo. La portavoz del Departamento de Estado, Tammy Haddad, se negó a negar que el cambio de régimen sea un objetivo, limitándose a decir: “No voy a abordar eso en absoluto”.
El enfoque de Trump parece alternar entre la estrategia y la improvisación, la presión máxima y la amenaza directa, sin dejar claro si su intención es disuadir, negociar o intervenir militarmente. Como él mismo dijo: “Es muy tarde para hablar”. A pesar de insinuar que Irán desea negociar y que incluso ha ofrecido venir a la Casa Blanca, Trump ha respondido que lo que ahora exige es una “rendición incondicional” antes de “volar todo el material nuclear” en Irán.
Esta ambigüedad calculada, o posiblemente estratégica, mantiene en vilo a la región y al mundo. Nadie sabe aún qué decidirá Trump. Como él mismo lo expresó con tono enigmático: “Nadie sabe lo que voy a hacer”.