Un acuerdo histórico

Un pacto entre EE.UU. y Japón que podría cambiar el control de los recursos más valiosos del planeta

Ya no se trata de tratados comerciales clásicos, sino de alianzas de seguridad económica donde los recursos naturales son el nuevo petróleo

Acuerdo EEUU-Japón - Internacional
Una fotografía de Donald Trump y Sanae Takaichi tras la firma del acuerdo.
AP

El acuerdo EEUU-Japón firmado en Tokio entre Donald Trump y la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, ha redefinido el tablero económico y geopolítico mundial. En una jugada cuidadosamente planeada, ambos países han cerrado un pacto histórico sobre minerales críticos y tierras raras, los materiales que sostienen la tecnología del siglo XXI: desde baterías eléctricas hasta satélites, misiles, chips o turbinas eólicas.

El objetivo declarado es reducir la dependencia de China en la cadena de suministro global. Pero la magnitud del movimiento apunta a algo más profundo: una reconfiguración del poder mundial en torno a los recursos que decidirán quién domina la economía del futuro.

Un nuevo eje estratégico en el Pacífico

El acuerdo EEUU-Japón marca el nacimiento de una nueva alianza económica y tecnológica que va mucho más allá de los tratados comerciales tradicionales. En la práctica, Washington y Tokio han sellado un marco de cooperación que afecta a tres grandes frentes: el suministro de minerales críticos, la inversión industrial recíproca y la coordinación militar en el Indo-Pacífico.

El texto —firmado el 28 de octubre en Tokio— establece un compromiso para extraer, procesar y asegurar el comercio de tierras raras y otros materiales estratégicos necesarios para la transición energética y el desarrollo tecnológico. Se trata de un golpe directo al liderazgo chino en este ámbito, ya que Pekín controla hoy más del 70 % del refinado mundial de estos minerales.

Donald Trump y Sanae Takaichi - Internacional
Una fotografía de Donald Trump y Sanae Takaichi durante la firma del acuerdo en Tokio.
EFE

Trump presentó el pacto como una “alianza por la libertad económica”. Takaichi, por su parte, lo definió como “una garantía para la estabilidad de las democracias industriales”. La elección de las palabras no fue casual. Ambos líderes buscan proyectar fuerza frente al expansionismo chino y mostrar que sus economías pueden sobrevivir —y prosperar— sin la influencia de Pekín.

Los recursos que sostienen el siglo XXI

Los minerales incluidos en el acuerdo EEUU-Japón son mucho más que simples materias primas. Se trata de elementos como el litio, el cobalto, el níquel, el neodimio o el disprosio, esenciales para fabricar desde baterías y vehículos eléctricos hasta sistemas de defensa avanzada y tecnología espacial.

Hasta ahora, China ha sido el principal proveedor mundial de estas tierras raras. Su control sobre las minas y, sobre todo, sobre las plantas de refinado, le ha permitido ejercer un poder silencioso pero decisivo en el mercado global. Con este pacto, Washington y Tokio pretenden romper ese monopolio.

Según los primeros detalles, Japón se compromete a invertir en infraestructuras mineras y de procesamiento en Estados Unidos y otros países aliados. La administración Trump ofrecerá incentivos fiscales y facilidades comerciales a las empresas japonesas que participen en el nuevo ecosistema de producción. En paralelo, ambos gobiernos crearán un fondo conjunto para financiar proyectos de exploración y reciclaje de materiales estratégicos.

La respuesta de China y el nuevo orden industrial

El acuerdo EEUU-Japón ha sido interpretado en Pekín como una provocación directa. Los medios oficiales chinos han acusado a Trump y Takaichi de intentar “politizar los mercados de recursos naturales” y de “formar un bloque hostil”. Sin embargo, más allá del ruido diplomático, el movimiento tiene un impacto real. Si la alianza logra consolidar una red alternativa de extracción y refinado, podría modificar radicalmente el equilibrio de poder en sectores clave como la energía verde, la defensa o la tecnología.

En este contexto, otros países ya han mostrado interés en sumarse al eje Washington-Tokio. Australia, Corea del Sur y Canadá figuran entre los posibles socios en la nueva red de suministro de minerales críticos. La Unión Europea, por su parte, sigue con atención la iniciativa, consciente de que su dependencia de China es aún mayor que la estadounidense o la japonesa.

Acuerdo EEUU-Japón

El desafío para el bloque occidental será monumental: replicar en menos de una década un sistema de producción que a China le ha llevado más de treinta años consolidar. Pero tanto Estados Unidos como Japón cuentan con la experiencia, la capacidad industrial y los recursos financieros necesarios para lograrlo.

Comercio, inversión y defensa: las tres patas del pacto

Aunque la atención mediática se ha centrado en los minerales, el acuerdo EEUU-Japón abarca también cuestiones de comercio y defensa. En el terreno económico, se han pactado condiciones más favorables para el intercambio de automóviles y productos agrícolas, así como un aumento sustancial de la inversión japonesa en territorio estadounidense.

El acuerdo contempla la creación de un marco arancelario preferencial que podría situarse en torno al 15 %. Eso beneficiará tanto a las exportaciones niponas como a los productores estadounidenses. Japón, tradicionalmente reticente a abrir su mercado interno, ha accedido a flexibilizar sus condiciones en sectores sensibles. Lo que refleja hasta qué punto considera prioritaria esta alianza con Washington.

En materia de seguridad, la declaración conjunta reafirma la alianza militar entre ambos países como “el pilar fundamental de la estabilidad del Indo-Pacífico”. Japón, que lleva años incrementando su presupuesto de defensa, se compromete ahora a ampliar su papel estratégico y a coordinar sus operaciones con las fuerzas estadounidenses en la región. En un momento en que China intensifica su presencia en el mar del Sur y Corea del Norte multiplica sus ensayos de misiles, esta cooperación adquiere una importancia crucial.

Un mensaje a Xi Jinping

El momento del anuncio del acuerdo EEUU-Japón tampoco es casual. Se produce a pocos días de la reunión prevista entre Donald Trump y el presidente chino, Xi Jinping. El pacto funciona así como un mensaje de advertencia. Estados Unidos no solo busca mantener su influencia en Asia, sino reforzarla mediante alianzas bilaterales sólidas.

Acuerdo EEUU-Japón

Al mismo tiempo, Japón demuestra que quiere dejar de ser un mero socio secundario. Takaichi ha apostado por un discurso de firmeza nacional y autonomía estratégica, presentándose como la líder que moderniza la política exterior japonesa sin romper con su tradición pacifista. Este movimiento la consolida como figura clave en la nueva arquitectura del poder asiático.

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