La confianza juega un papel importante tanto en la política como en las relaciones humanas. Todo fluye cuando se cumple la palabra dada, y siempre hay obstáculos cuando no se hace. Carles Puigdemont hizo posible el año pasado que Pedro Sánchez siguiera en la Moncloa y ahora se ha cansado, dice, de los incumplimientos de un jefe del Ejecutivo “que no es de fiar”. Es irónico que esta frase salga de la boca de un expresidente autonómico que ha huido ya dos veces de la justicia para no sentarse en el banquillo por quebrantar la ley, pero lo cierto es que, un año después, Junts ha descubierto que, de momento, el Gobierno no ha cumplido con sus pactos. Por todo ello, Puigdemont ha movido ficha y ha presentado en el Congreso una proposición no de ley para que Sánchez se someta a una cuestión de confianza, pero, aunque esa iniciativa saliera adelante con los votos de PP y Vox, Sánchez no estaría obligado a ello porque, según la Constitución, es un acto que debe partir del propio presidente del Gobierno, y este ya ha apuntado que no tiene ninguna intención de que sus apoyos queden en evidencia.
La oposición puede, eso sí, presentar una moción de censura, pero hoy por hoy eso está muy lejos de que suceda porque al PP no le dan los números, así que, pese a la inestabilidad y al ruido que rodea día sí, día no, la acción del Ejecutivo por los supuestos casos de corrupción, Sánchez seguirá gobernando, porque a ninguno de sus socios les interesa que haya unas elecciones generales con las que, según las encuestas, perderían toda capacidad de influencia.
Al Gobierno, pues, no le inquieta esta jugada, pero sí la amenaza que subyace con ella: la de perder definitivamente los votos de Junts para el resto de la legislatura. No hay olvidar, sin embargo, que estamos ante el pistoletazo de salida de la negociación de los presupuestos y Puigdemont quiere exprimir al máximo al Ejecutivo aprovechando su debilidad parlamentaria. El que fuera secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, decía siempre que en toda negociación hay una parte de drama, y, con este movimiento, Junts ha interpretado ya el primer acto de la obra, porque, a ponerle dramatismo a la cosa nadie gana a los independentistas catalanes. Y es que, cada socio tiene su método: al PNV, por ejemplo, le gusta más esperar a la recta final del camino, al igual que a Podemos, que suele adornar sus decisiones con una consulta a su militancia.
La duda que se plantea, además es: ¿a Puigdemont le interesa darle oxígeno a Sánchez permitiendo que salgan adelante unos presupuestos con los que, entonces sí, Sánchez llegaría al final de la legislatura? Porque, aunque Junts consiguiera rascar muchas concesiones al Gobierno, no podría rentabilizarlas, ya que no gobierna en la Generalitat, y serían Illa y el PSC los que se beneficiarían de ellas.
En su libro, El Emblema del Traidor, Juan Gómez-Jurado hace decir a uno de sus personajes: “Es la segunda vez que me traiciona, señor Graf. Con la repetición, las cosas pierden su gracia”. Eso mismo parece estar pensando desde Waterloo Carles Puigdemont.