Opinión

El salario de la juventud

Situación del alquiler en España - Economía
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No estoy nada convencido de que me gustaría ser joven ahora, ni tan siquiera que quisiera volver a vivir, o revivir, esa etapa maravillosa y pasajera de la vida humana. No sólo lo digo por el hecho de que muchas cosas que veo, o echo en falta, en la juventud que me rodea, no me entusiasman, sino porque me daría una pereza enorme volver a abrirme camino, labrarme una carrera, encontrar una novia y construir una familia. Es cierto, que tampoco me gusta su música machacona, su adicción a las pantallas, su falta de apetito cultural y sus pocas lecturas. Pero sí me gustan la naturalidad con la que se enfrentan a nuevas circunstancias sociales, su sentido de la amistad, la igualdad de trato entre los chicos y las chicas y su atrevimiento para saltar fronteras.

Ser joven, hoy en día, no es nada fácil. Posiblemente, nunca lo ha sido. A la gente de mi generación tampoco nos resultó fácil instalarnos y abrirnos hueco en el mundo adulto. Pero a los de hoy, ellos me lo cuentan, la cuesta arriba para encontrar un trabajo que les permita independizarse de la casa familiar es casi una carrera de obstáculos. El precio de la vivienda y la precariedad laboral son las principales barreras.

En España viven unos 7,6 millones de jóvenes entre 15 y 29 años, lo que representa el 16% de la población total. De ellos, 3,9 millones son hombres y 3,7 millones son mujeres. Un 17% son de origen extranjero, principalmente de Marruecos, Colombia, Rumanía, Venezuela e Italia. Es una cifra inferior a la media europea, consecuencia del envejecimiento de nuestra pirámide poblacional que se viene produciendo a lo largo de los últimos quince años.

Vamos a repasar algunos datos para componer una fotografía de la economía de la juventud española. La tasa de desempleo supera el 25% y muchos de los jóvenes que trabajan lo hacen con contratos precarios a tiempo parcial o por servicios. Sus salarios son bajos y su patrimonio brilla por su ausencia. Cerca de un millón de jóvenes ni estudian ni trabajan, alcanzando esa condición de Ninis, que sólo puede originar preocupación social. Quizás por estas razones, sólo un 15% se emancipa y puede vivir de forma independiente. La edad medida para hacerlo supera los 30 años, cuatro más que la media europea. Esta complicada situación, provoca que más del 50% que afirma tener problemas económicos, sufre también contratiempos mentales derivados de la soledad, la ansiedad y la propia precariedad.

Estamos hartos de escuchar y de decir que tenemos una juventud formada como nunca en la historia de España. Contamos con una población de 1,8 millones de estudiantes universitarios, consolidando una tendencia creciente de que cada vez más muchachos acceden a estudios superiores. Se calcula que la mitad de la población situada en 25 y 34 años posee estudios universitarios o de Formación Profesional superior.

“Piensas poco en el futuro, ¿verdad? Es el privilegio de la juventud”, escribió la novelis francesa Françoise Sagan. Pero lo mayores pensamos mucho en ella. Pensamos, por ejemplo, qué se va a hacer con ese ejército de jóvenes españoles bien formados, viajados, que hablan idiomas, que se relacionan con facilidad, dúctiles, ambiciosos, que quieren cuidar su vida y su tiempo libre, pero que quieren trabajar y prosperar.

La Fundación Conocimiento y Desarrollo (CYD) periódicamente estudia las salidas profesionales de los recién graduados. Acaba de publicar el informe “La empleabilidad de los jóvenes en España 2025”. El estudio, de 108 páginas, analiza 108 carreras universitarias. Concluye que el sueldo medio de un recién licenciado es de 23.000 euros en el primer año y supera los 31.000 en el cuarto. Aunque, como tantas cosas en la vida, no es para todos igual, pues está muy determinado por el estudio seleccionado y la titulación alcanzada.

En el curso 2018-2019 egresaron 190.000 personas, la mayoría de ellas mujeres (60%), con menos de 25 años (71%) y con estudios cursados en la universidad públicas (84%). Por ámbito de estudio, predominan Negocios, Administración de Empresas y Derecho (19,5%), Salud y Servicios Sociales (17%) y Educación (16%). A los cuatro años de egresar, el 76% de los universitarios está afiliado a la Seguridad Social, un 72 % tiene contrato indefinido y una base media de cotización salarial (BMC) de 31.000 euros.

Informática e Ingeniería, Industria y Construcción son los estudios con mayor índice de afiliación y de contratos indefinidos y destacan, junto con Salud y Servicios Sociales, por tener las BMC más elevadas. Sobresale Medicina, con la mayor tasa de afiliación (94%) y la BMC más elevada (42.000 euros). Artes y Humanidades presentan la menor tasa de afiliación media (63%) y una BMC más baja (27.000 euros), y Educación por tener la menor tasa de contratos a jornada completa (58%).

La brecha entre hombres y mujeres se aprecia con nitidez. La contratación indefinida masculina es del 79%, mientras para la femenina se limita a un 68%. Asimismo, a los cuatro años después de finalizar sus estudios, el hombre tiene una anualidad de 2.285 € superior a la mujer, obteniendo más salario en todos los campos. También, se aprecian diferencias entre los estudiantes de las públicas y las privadas. Los procedentes de la pública tienen una mayor afiliación y de contratos indefinidos, mientras los de la privada ganan 2.500 más a los cuatro años.

Fernando Savater, nuestro filósofo, señaló que “a diferencia de la vejez, que siempre está de más, lo característico de la juventud es que siempre está de moda”. Y ahora no iba a ser menos. La juventud está de moda y preocupa. Preocupa ese presente y ese futuro en el que no piensa, pero que está ahí delante. Los adultos les estamos entregando una sociedad con trabajo precario, mal pagado en muchos casos, sin vivienda, con escasas posibilidades de emancipación. Ese es un presente que les parece conducir a un futuro peor que el de sus abuelos y sus padres. El mundo al revés. Es lo que hay.

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