Opinión

Mi Reina Letizia

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Soy republicano de corazón y monárquico de razón. Entiendo que, paradójicamente, no hay en España un solo político que defienda mejor los valores republicanos, o sea, la libertad, la igualdad y la fraternidad, que el Rey Felipe VI y que Reina Letizia. El Jefe del Estado es un tipo con una formación excelente, honrado en apariencia, ajeno al cainismo innato nuestro de cada día. El único pegamento que cohesiona y aplaca el avispero. El líder que, cuando el golpe de Estado en Cataluña, se dirigió a la nación con un discurso impecable el 3 de octubre. El hombre que, junto a su esposa, escuchó y consoló a los vecinos de Paiporta afectados por la dana, mientras el líder del Ejecutivo salía por patas y sus lacayos mediáticos se inventaban no sé qué de nazis. Me invade el pavor imaginando una república presidida por Aznar, por Monedero o por Zapatero –quien no tiene fantasía mayor–. Entre estos y el actual Jefe del Estado, qué quieren que les diga. Hoy por hoy, no hay un candidato mejor. Ahórrense la búsqueda.

Me cae muy bien Letizia. Por su inteligencia, por su coraje –no era fácil lidiar con semejantes morlacos–, por su saber estar. La Reina encarna un oxímoron delicioso: una plebeya con pasado republicano ha regenerado una institución decadente que, a base de elefantes abatidos en Botsuana, corinnas y urdangarines, padeció una desacralización violenta, repentina, tardía y necesaria. Contra los estertores del juancarlismo, una periodista de Oviedo. La calle que Sánchez o Mazón no se atreve a pisar le aplaude. A ella y a su marido les gritan vivas, no “hijos de puta”.

Los Reyes, en Paiporta tras la Dana
Efe

Supimos el jueves del contenido de Reconciliación, las memorias de Juan Carlos I que ya han visto la luz en Francia y que en España publicará Planeta el 3 de diciembre. “La llegada de Letizia”, escribe quien sigue ostentando el título de Rey con carácter honorífico, “a nuestra familia no contribuyó a la cohesión de nuestras relaciones familiares”. Lamenta el anterior Jefe del Estado que le repetía que tenía la puerta de su despacho siempre abierta, pero que su nuera “nunca vino”: “Nuestras discrepancias personales no se reflejaban en nuestras acciones institucionales. Hice todo lo posible por superar nuestras diferencias porque el éxito de la pareja principesca era una garantía para el futuro de la Corona”.

A saber qué hubiera sido de la monarquía si Letizia hubiera acudido al despacho de Juan Carlos cuando este se lo pidió. Igual se hubieran tenido que marchar todos a Abu Dabi.

También el jueves, la Reina presidió la entrega de los Premios Nacionales de Innovación y de Diseño en un acto celebrado en El Pardo. Pronunció en discurso impecable. Vi el vídeo en X y me deslumbró: firmó una interpretación perfecta, no leyó un solo instante. Ningún diputado contemporáneo le iguala en oratoria –no digamos ya en credibilidad–. “España es muchas cosas de todo tipo”, dijo, “pero España sois también vosotros, mujeres y hombres con obras, trayectorias e inteligencias únicas que habéis merecido que vuestro país os reconozca”.

Sabe Letizia con quiénes y dónde se juega los cuartos: en una España que, como Sabina canta, es “raíces y cimientos, / epidemias, cicatrices, / blasfemias y sacramentos”. No hay mejor reina para un país que, como ella, cabalga sobre tantas contradicciones. Por eso Leonor tiene posibilidades.

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