En el mundo de la inversión, hay momentos en los que ciertos activos que parecían en segundo plano regresan al centro de atención. No porque hayan cambiado de naturaleza, sino porque el contexto que los rodea los hace especialmente interesantes. Algo así está ocurriendo con la renta fija de países emergentes, en moneda local.
Este tipo de activo, que combina deuda pública o corporativa emitida por economías en desarrollo y denominada en sus propias monedas, lleva años formando parte del universo de la inversión global. Pero el escenario actual está reactivando su interés, y no por una sola razón, sino por una confluencia de factores que merece la pena observar con atención.
En lo que va de año, hasta el 27 de mayo de 2025, el índice Emerging Markets Local Currency Government + China (Capped) —que agrupa deuda soberana en moneda local de países emergentes, incluyendo China con un peso limitado— acumula una rentabilidad cercana al 9,3% en dólares, reflejo del renovado apetito por este tipo de activos.
Un dólar que pierde fuerza

En 2025, el dólar estadounidense muestra signos de debilidad frente a otras monedas. Esta tendencia responde a varios factores, y aunque las políticas proteccionistas —como los aranceles impulsados por la administración Trump— puedan frenar parte del ajuste, un dólar más barato tiene efectos que interesan a la economía de EEUU. Por un lado, hace que los productos estadounidenses sean más competitivos en el exterior, lo que impulsa las exportaciones y, con ellas, la creación de empleo. También reduce en términos relativos el peso de la deuda pública, que supera ya los 35 billones de dólares. Además, facilita la entrada de inversión extranjera —al abaratar activos como viviendas o acciones— y estimula el turismo, al mejorar el poder adquisitivo de quienes visitan el país.
Cuando el dólar se debilita, muchas monedas emergentes tienden a fortalecerse. Y si uno tiene bonos emitidos en esas divisas, esto puede suponer un impulso adicional para su valor. El efecto divisa actúa, en este caso, como un aliado: además del rendimiento del bono, el inversor puede beneficiarse de la apreciación de la moneda local frente al dólar, lo que eleva la rentabilidad total en términos reales.
Países emisores
Este entorno también mejora la percepción de solvencia de los países emisores. Una moneda emergente más fuerte reduce el coste relativo de su deuda externa —especialmente la denominada en dólares—, lo que disminuye el riesgo del país y puede favorecer la entrada de flujos internacionales hacia su mercado de deuda local.
Por otro lado, el debilitamiento del dólar suele coincidir con subidas en los precios de las materias primas, que se negocian mayoritariamente en esa divisa. Esto beneficia a muchas economías emergentes exportadoras, fortalece sus cuentas externas y consolida la estabilidad de sus monedas. Todo ello contribuye a crear un entorno más favorable para la renta fija en moneda local, que gana atractivo no solo por su rentabilidad, sino también por un respaldo macroeconómico más sólido.
Tipos reales positivos
Otro aspecto clave es que, en muchos países emergentes, los tipos de interés reales —es decir, ajustados por inflación— siguen siendo positivos. Esto significa que el rendimiento de sus bonos conserva valor en términos reales, lo que aporta atractivo adicional a este tipo de inversión. Esta situación es el resultado de políticas monetarias firmes aplicadas tras la pandemia, que han contribuido a contener la inflación y estabilizar expectativas. Aunque siempre existe incertidumbre, el contexto actual muestra una base más sólida que en ciclos pasados.
Importancia de la diversificación
La renta fija emergente no solo puede aportar rentabilidad, sino también algo menos visible pero clave: diversificación. Al tener dinámicas propias, este tipo de activo suele comportarse de forma diferente a los bonos de economías desarrolladas y a la renta variable, aportando equilibrio a la cartera.
Incluir activos que no se mueven todos en la misma dirección permite reducir el riesgo global. En otras palabras, suaviza el impacto de los vaivenes del mercado. Y en un entorno donde la volatilidad puede reaparecer en cualquier momento, esa capacidad para estabilizar el conjunto cobra un valor real.
Menores tipos en EEUU
Si los datos económicos en EEUU lo permiten, la Reserva Federal podría recortar los tipos de interés, debilitando aún más al dólar y favoreciendo la rotación de capital hacia activos con mayor rendimiento, como los bonos emergentes. Tipos más bajos en EE. UU. reducen el atractivo relativo de los bonos del Tesoro y empujan a los inversores a buscar alternativas que ofrezcan rentabilidades más altas.
¿Cómo se accede a este tipo de inversión?
Acceder directamente a bonos de mercados emergentes puede resultar complejo para muchos inversores, tanto por la operativa como por el análisis que requieren. Por eso, una opción habitual es hacerlo a través de fondos de inversión o ETFs especializados en renta fija emergente en moneda local.
Los fondos permiten delegar la gestión en profesionales con experiencia, que pueden ajustar activamente la exposición según evolucione el contexto. Los ETFs, por su parte, replican índices de referencia de forma pasiva, ofreciendo una alternativa eficiente y líquida, aunque sin capacidad de adaptación rápida. En ambos casos, se accede a una cartera diversificada sin necesidad de seleccionar emisores o asumir directamente el análisis de divisas y riesgos país.
Una opción que vuelve a escena
La renta fija emergente no es nueva, pero el contexto actual ha vuelto a ponerla en el radar. Un dólar débil, tipos reales positivos, capacidad de diversificación y margen de actuación en política monetaria configuran un entorno que invita, al menos, a prestarle atención.
Como siempre, toda inversión debe valorarse con criterio, teniendo en cuenta el perfil del inversor, sus objetivos y su horizonte temporal. Pero en el amplio universo de activos globales, hay clases que, sin hacer demasiado ruido, ganan relevancia cuando el entorno acompaña. La deuda emergente parece estar viviendo uno de esos momentos.