“Nosotras también somos España”: mujeres migrantes responden al discurso de VOX

Segunda noche de violencia en Torre Pacheco. Se repiten las proclamas de “cazar” migrantes. Valetine y Ofelia, mujeres migrantes, hablan con Artículo14 de la situación

Ofelia, refugiada y activista por lo DDHH en una concentración por los derechos de las personas migrantes.
Artículo14

En un contexto de creciente hostilidad alentado desde partidos y organizaciones racistas y ultras, tres mujeres migrantes racializadas relatan a Artículo14 lo que sienten al escuchar cómo una diputada del Congreso propone expulsar a millones de personas extranjeras por no “adaptarse” a las costumbres del país. Lo hace —subrayan— una parlamentaria cuyos propios apellidos no reflejan ningún supuesto linaje español, en alusión a Rocío de Meer, hija de un militar golpista. “No se trata solo de discursos. Nos quieren fuera”, resume una de ellas. Procedentes de contextos marcados por la violencia, la persecución o la exclusión, denuncian la estigmatización sistemática de una población migrante —normalmente pobre— que sostiene con su trabajo los sectores más precarizados del país, sin apenas derechos ni reconocimiento institucional.

EFE/ Daniel González

Las declaraciones de la diputada de VOX, Rocío de Meer, se producen en un contexto de creciente tensión política y social en torno a la inmigración y las soluciones fáciles que proponen formaciones ultras. En una comparecencia ante la prensa en el Congreso, la portavoz para Emergencia Demográfica y Políticas Sociales de VOX, defendió abiertamente un plan de “remigración” que, según sus propias estimaciones, afectaría a ocho millones de personas. No se refería solo a quienes han llegado a España en las últimas décadas, sino también a sus hijos nacidos en territorio español, a quienes calificó como “migrantes de segunda generación”. Su propuesta, planteada sin matices, incluía el retorno forzoso: “Todos estos millones (…) tendrán que volver a sus países”, afirmó en sede parlamentaria.

De Meer no especificó si la medida alcanzaría también a ciudadanos con residencia legal o nacionalidad española, pero empleó términos como “deportación” y vinculó directamente el fenómeno migratorio con la criminalidad. “Habrá que expulsar a quienes han venido aquí a vivir de los demás, a delinquir, a odiarnos, a imponer su religión incompatible”, declaró, en una intervención que ha sido ampliamente compartida en redes sociales y replicada por plataformas y perfiles de extrema derecha.

Este tipo de retórica no es nueva. La criminalización de colectivos enteros mediante conceptos como “delincuentes migrantes” o “migrantes no adaptados” introduce una categoría moral en el debate migratorio que socava principios básicos del Estado de derecho. Al no ofrecer distinciones jurídicas ni datos verificables, el discurso apela a un imaginario emocional, construido sobre el miedo, la sospecha y el rechazo al diferente.

EFE/ Borja Sanchez-trillo

Artículo 14 ha conversado con dos mujeres que, según el perfil esbozado por la diputada de VOX, podrían ser consideradas candidatas a abandonar España. Ellas son mujeres racializadas, migrantes, y llegaron al país huyendo de contextos marcados por la precariedad, la violencia o la falta de oportunidades. Ninguna de ellas ha cometido delito alguno. Al contrario: trabajan, cuidan, aportan y sostienen parte del entramado social en sectores invisibilizados. Sus voces, silenciadas en el discurso político, desmontan con hechos la narrativa que pretende señalarles como una amenaza.

Valentine, casi diez años en España, el lugar que hoy considera su casa

Valentine, una mujer africana de 32 años que llegó a España en 2016. Cruzó el Estrecho en una patera sin chaleco salvavidas. El motor se averió a mitad de camino y el bote quedó a la deriva hasta que un carguero alertó a las autoridades. Fue rescatada por Salvamento Marítimo y trasladada a Ceuta. Allí comenzó otra travesía: clases de español, colaboración con Cruz Roja, entrevistas para regularizar su situación. En menos de un año trabajaba para una organización social que ayuda a otras mujeres como ella.

Hoy tiene residencia legal, coordina proyectos de inserción y está a punto de obtener la nacionalidad española. Habla varios idiomas, conoce el sistema desde dentro y forma a nuevos equipos. Al escuchar el discurso de Vox en el Congreso, se le heló la sangre. “Las personas que dicen esas cosas hablan desde un privilegio enorme. Nunca han tenido que abandonar su país, su casa, su familia, arriesgar la vida para llegar a un lugar donde todo es distinto: la lengua, la mentalidad, la cultura. Llegamos con la intención de vivir, de trabajar, de aprender y de crecer aquí. Pero esas personas nunca podrán entender lo que significa ponerse en los zapatos de quienes lo han dejado todo por una vida mejor. Nunca.”

La mujer habla de obstáculos cotidianos, de barreras que se repiten sin sentido: “Yo me encontré con trabas desde el primer día. Para poder trabajar necesitas papeles, pero para conseguir papeles necesitas un contrato. Es un círculo vicioso. Aun así, lo intentas, año tras año, porque quieres trabajar, quieres aportar. Pero es muy fácil criminalizar. Se coge el ejemplo de dos o tres personas —las menos— que hacen tonterías o delinquen. ¿Y los millones que trabajan en los campos, en la hostelería, en la construcción, que cotizan, que pagan impuestos, que se levantan cada día a las cinco de la mañana como cualquier otro? ¿Por qué no se habla de ellos?”

Denuncia que los discursos de odio no tienen nada que ver con la realidad y que solo buscan manipular: “Este discurso es político, vacío y manipulador. Se usa para decirle al pueblo que el enemigo es ‘el otro’, el que tiene otro color de piel. Pero es mentira. Se inventan problemas que no existen para ganar votos. Te dicen que a los inmigrantes nos dan casa y dinero al llegar, pero ¿cómo? Si llegas sin idioma, sin papeles, sin titulación, sin nada. No tiene sentido.”

Para Valentine, la responsabilidad también está en la ciudadanía: “La gente tiene que informarse, contrastar. No quedarse con lo que le dicen quienes solo quieren culpar al de fuera. Nos piden adaptarnos, pero al mismo tiempo nos lo niegan todo. No quieren que seamos parte de la sociedad, quieren que dejemos de ser quienes somos. Y eso no es integración, eso es borrado.”

Y concluye con una frase sencilla y directa: “Somos personas. Solo eso. Personas que queremos vivir una vida digna. Trabajar, aportar. Pero nos criminalizan porque es fácil, porque conviene. La realidad es más compleja. El que quiera saber, que busque. Porque las cosas no son como se pintan.”

Ofelia, periodista y defensora de los Derechos Humanos en Colombia

Ofelia llegó a España en 2019 como solicitante de asilo político. Afrocolombiana, lideresa social y activista por los derechos humanos con más de veinte años de trayectoria en procesos de paz, forma parte de la asociación TierraMatria, un colectivo andaluz de mujeres migrantes y refugiadas. Sabe lo que dejar su tierra por motivos políticos y defender los derechos humanos.

Desde su llegada, asegura, no ha parado de trabajar. “Lo hicimos en empleos precarios, mal pagados, a menudo invisibles, pero indispensables”, afirma. “También nosotras contribuimos a la economía y al bienestar de este país. Y lo hemos hecho sin renunciar a nuestra identidad. Para vivir aquí, no tenemos que dejar de ser quienes somos”.

Castillo considera que los discursos como el de la señora de Meer, que apelan a una supuesta falta de integración, “solo buscan sembrar odio, racismo y exclusión”. Y responde con datos: “La población extranjera ha crecido, sí, pero eso no ha generado un aumento proporcional de la criminalidad. El 74 % de las personas condenadas por delitos en España son españolas. Y en violencia de género, la mayoría de los agresores también lo son. No es cultura: es estructura”.

También recuerda el impacto económico de la migración: “Entre 2022 y 2024, las personas migrantes aportaron entre un 0,4 % y un 0,7 % al crecimiento del PIB per cápita. El 84 % de la población extranjera está en edad de trabajar, frente al 62 % de la población española. Si más migrantes pudiéramos regularizar nuestra situación, la contribución sería aún mayor”.

Ofelia lanza una última reflexión cargada de ironía: “¿La señora Meer también va a “remigrar” a los europeos que viven en la Costa del Sol, que ni hablan español, ni compran en supermercados españoles, ni se integran, pero encarecen el alquiler y agotan el agua? ¿O esos no cuentan porque son blancos y tienen dinero?”.

La pregunta que les hacemos es simple: Para vosotras, ¿qué es España? “España somos nosotras. Aunque a muchos les duela.” Así las dos mujeres acaban sus alegatos contra los discursos de odio de VOX

Condena contundente de las asociaciones defensoras de las personas migrantes

Asociaciones como Afroféminas, un colectivo feminista que defiende los derechos de las personas migrantes y racializadas y que lidera la activista Quenndy Akeju, se están pronunciando ante el cariz que está tomando la criminalización de los colectivos migrantes por parte de partidos políticos y asociaciones ultras. En su cuenta de X, la organización ha condenado rotundamente las agresiones cometidas presuntamente por un grupo de migrantes magrebíes aun anciano sin venir a cuento en Torre Pacheco, Murcia, pero también ha denunciado la respuesta desproporcionada que ha desencadenado el incidente: una “caza del inmigrante” alimentada por la extrema derecha.

Sabah Yacoubi, presidenta de la Asociación de Trabajadores e Inmigrantes Marroquíes (ATIM) ha respondido con dureza a las declaraciones de la diputada de VOX Rocío de Meer, quien defendió en el Congreso la expulsión de millones de inmigrantes por no “adaptarse” a las costumbres del país.

 

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En un comunicado titulado Hipócrita demagogia, la entidad denuncia que “deportar millones de inmigrantes” es una propuesta que remite a los “acuerdos de Potsdam” y que responde a una estrategia de “presencia mediática, polémica visceral y airada –cuando no violenta– discusión”. ATIM advierte que el partido ultraderechista busca “capitalizar en votos” la frustración social alimentando el rechazo a las personas migrantes como “chivo expiatorio” del sistema económico. “En este país no sobran los inmigrantes. Sobran los que hacen del odio bandera”, concluye.

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