El empedrat catalán: la ensalada de legumbre que sobrevive al calor de septiembre

En septiembre, esta ensalada de legumbres se reafirma como un clásico que no pasa de moda

Empedrat catalán.

En la cocina catalana existe un plato humilde, fresco y versátil que, pese a su aparente sencillez, encierra siglos de tradición gastronómica: el empedrat. Esta ensalada de legumbres, que combina judías blancas con bacalao, verduras y aliño, se ha consolidado como una de las recetas más emblemáticas del final del verano. Su nombre evoca la imagen de un camino adoquinado, pues los granos de alubia recuerdan a pequeñas piedras blancas.

Aunque en Cataluña se prepara durante todo el año, el empedrat alcanza su mejor momento en los meses de calor, cuando los cuerpos buscan platos más ligeros y digestivos. Y septiembre, con sus días aún soleados y noches que empiezan a refrescar, lo convierte en la opción perfecta para sobrevivir a la transición entre la canícula estival y la llegada del otoño.

Orígenes de un plato humilde

El empedrat hunde sus raíces en la cocina popular catalana. Como muchas recetas tradicionales, nació de la necesidad de aprovechar lo que había en la despensa: legumbres cocidas, bacalao en salazón —muy presente en la dieta mediterránea desde la Edad Media— y hortalizas de temporada. La sencillez de su preparación y el bajo coste de los ingredientes lo hicieron habitual en casas de payeses y pescadores.

Con el tiempo, el plato fue ganando espacio en los recetarios familiares y en los menús de verano de las fondas. Hoy en día se sirve tanto en hogares como en restaurantes que apuestan por la cocina de raíz. Su vigencia demuestra la capacidad de la tradición para adaptarse a los gustos contemporáneos sin perder identidad.

Una ensalada completa y nutritiva

A primera vista, el empedrat podría considerarse simplemente una ensalada de legumbres. Pero su composición lo convierte en un plato de lo más equilibrado.

La base son las judías blancas, ricas en fibra, proteínas vegetales y minerales. A ellas se suma el bacalao desalado, que aporta proteínas de alta calidad y ácidos grasos saludables. El contraste lo ponen las verduras frescas: pimientos rojos y verdes, tomate y cebolla, cortados en dados pequeños para aportar color y frescor. Todo se adereza con aceite de oliva virgen extra, un toque de vinagre y, en ocasiones, aceitunas negras.

El resultado es un plato fresco, saciante y completo, capaz de sustituir sin problemas a una comida principal. Ligero en la mesa pero contundente en nutrientes, el empedrat es también un aliado frente a las altas temperaturas, ya que se sirve frío o a temperatura ambiente.

La vigencia del empedrat en septiembre

Septiembre es un mes peculiar en Cataluña y en buena parte de España. Las temperaturas todavía invitan a platos frescos, pero la rutina laboral y escolar exige comidas más consistentes que en pleno verano. En ese equilibrio, el empedrat encuentra su mejor escenario.

Muchas familias lo preparan como plato único para el almuerzo, acompañado de pan con tomate. También es frecuente verlo en celebraciones populares o como entrante en comidas al aire libre. Su capacidad de conservarse bien en la nevera lo convierte además en una receta ideal para preparar con antelación y llevar en fiambrera, algo muy valorado en tiempos de jornadas intensas y poco margen para cocinar.

Un plato con variantes

Aunque la receta tradicional incluye bacalao, existen múltiples variaciones. En algunos hogares se sustituye por atún en conserva, más accesible y rápido de preparar. Otros añaden huevo duro, pepino o incluso garbanzos en lugar de alubias. Cada versión responde a los gustos y costumbres familiares, pero todas mantienen el espíritu del plato: frescor, sencillez y sabor mediterráneo.

En los últimos años, con el auge de la cocina saludable, el empedrat ha recuperado protagonismo. Aparece en blogs gastronómicos, en menús de restaurantes de cocina catalana y en propuestas de batch cooking para quienes buscan platos fáciles de preparar y conservar.

Patrimonio gastronómico

Más allá de su función práctica, el empedrat forma parte del patrimonio cultural catalán. Es un recordatorio de cómo la tradición culinaria ha sabido aprovechar los recursos del mar y la huerta para crear recetas sencillas, nutritivas y capaces de perdurar en el tiempo.

En un momento en que la gastronomía se globaliza y se multiplican las opciones rápidas y procesadas, el empedrat resiste como una alternativa saludable y con identidad. Su secreto es simple: ingredientes básicos, sabor fresco y versatilidad.

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