Cómo reeducar el apetito tras el verano: trucos mentales para volver a una alimentación saludable sin agobios

Tras el final del verano llega un momento clave para la alimentación, pues hay que adaptar al cuerpo para afrontar los cambios que llegan con el inicio de la rutina

Un ejemplo de cena perfecta para el verano es la ensalada de quinoa.

Con el final del verano llega también el regreso a la rutina. Después de semanas en las que solemos acostarnos más tarde, comer y cenar a deshoras, movernos menos por culpa del calor y abusar de helados, refrescos y otros ultraprocesados, es normal que en septiembre sintamos la necesidad de retomar el control. La vuelta al curso escolar y laboral funciona como un punto de reinicio que invita a recuperar hábitos más ordenados, también en lo que respecta a la alimentación.

El problema es que, en ese impulso por “empezar de cero”, muchas veces queremos cambiarlo todo de golpe y terminamos frustrados. La clave está en hacerlo paso a paso, sin agobios, y con algunos trucos mentales que ayudan a que el proceso resulte más natural.

Estrategias para volver a comer bien sin presión

  • Empieza con un ancla temporal: retomar los hábitos a comienzos de semana —por ejemplo, un lunes— ayuda a asociar mentalmente el inicio de un ciclo con la vuelta a la disciplina alimenticia.

  • Planifica el menú semanal: la organización es fundamental. Incluye al menos dos raciones de legumbres a la semana, uno o dos platos de hidratos de calidad (arroz, pasta integral, patata) y prioriza siempre frutas y verduras frescas.

  • Haz una lista de la compra consciente: tener los ingredientes necesarios en casa evita caer en la improvisación y en opciones menos saludables.

  • Anticípate con la preparación: reservar un rato el domingo para dejar cocinados algunos platos facilita seguir el plan incluso en los días con menos tiempo.

  • Elige agua como bebida principal: así reduces la ingesta de azúcares añadidos sin esfuerzo.

  • Fruta como postre habitual: sencilla, saciante y cargada de nutrientes.

  • Apuesta por variedad y color en el plato: cuantas más verduras y frutas de temporada incorpores, mejor.

  • Incluye proteínas de calidad: combina pescado, carne magra, huevos y legumbres, limitando los productos procesados.

  • Aplica la “regla del plato Harvard”: la mitad debe ser fruta y verdura, un cuarto proteínas y el otro cuarto hidratos de carbono saludables.

Metas realistas para evitar la frustración

Uno de los errores más comunes es obsesionarse con el peso. El número de la báscula no siempre refleja los cambios reales en el cuerpo, ya que lo importante es mejorar la composición corporal: reducir grasa y ganar masa muscular. Por eso, más que fijarse en un objetivo rígido de kilos, conviene centrarse en consolidar hábitos.

Además, cada persona tiene un punto de partida distinto. Pretender pasar de no comer verduras nunca a incluirlas en cada comida probablemente resulte inalcanzable. En cambio, proponerse empezar con dos o tres raciones semanales es un reto realista y alcanzable, que se puede ir ampliando progresivamente.

El papel de la mente y la actividad física

Reeducar el apetito no es solo cuestión de lo que pones en el plato, sino también de cómo te hablas a ti mismo. Considerar la alimentación saludable como un proceso flexible, en el que se permiten avances graduales y pequeños logros, ayuda a mantener la motivación. Y no hay que olvidar la otra cara de la moneda: la actividad física. El ejercicio, además de quemar calorías, regula el apetito, mejora el estado de ánimo y potencia los efectos positivos de la alimentación.

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