La teoría de la ‘madre suficientemente buena’: el concepto que te salvará de la culpa

El concepto de la madre suficientemente buena no busca rebajar las expectativas, sino devolverles realismo y humanidad

Agotamiento mental de las madres españolas
Una madre agotada junto a su hijo

Ser madre en el siglo XXI viene acompañado, casi inevitablemente, de una carga emocional enorme: el sentimiento de culpa. La presión social, los modelos de crianza que inundan las redes y la exigencia de hacerlo todo “bien” —trabajar, cuidar, educar, disfrutar y no fallar nunca— generan un nivel de autoexigencia que roza lo imposible.

Pero hace más de medio siglo, un pediatra y psicoanalista británico, Donald Winnicott, ya ofreció una salida a esa angustia: el concepto de la “madre suficientemente buena”, una idea revolucionaria que hoy sigue siendo un alivio para miles de familias.

Una teoría que libera de la perfección

Winnicott formuló este concepto en los años sesenta, y su mensaje era claro: no es necesario ser una madre o un padre perfecto para criar bien. De hecho, intentar serlo puede ser contraproducente. Según el psicólogo, una “madre suficientemente buena” es aquella que responde de manera sensible a las necesidades del niño, pero sin eliminar todas las frustraciones o dificultades. En otras palabras, no se trata de anticipar cada problema o evitar cada llanto, sino de acompañar con empatía y constancia, permitiendo que el hijo aprenda a manejar pequeñas frustraciones y desarrolle resiliencia.

La clave, según Winnicott, está en la adaptación progresiva. Al principio, la madre responde casi de forma inmediata a las necesidades del bebé, creando un entorno de seguridad. Con el tiempo, esa respuesta se vuelve menos inmediata, y el niño aprende que puede tolerar el malestar y encontrar soluciones. “Es en ese espacio entre la demanda y la respuesta donde el niño comienza a crecer”, explicaba el autor.

El mito de la madre perfecta

En la era digital, este principio cobra más relevancia que nunca. Las redes sociales han elevado el listón de la maternidad a niveles inalcanzables: casas impecables, meriendas saludables, cumpleaños temáticos, rutinas de sueño infalibles… Un ideal que pocas veces coincide con la realidad cotidiana.

El problema no es solo estético, sino emocional. La búsqueda de la perfección genera culpa y ansiedad, y muchas mujeres sienten que no llegan a todo. Pero la teoría de la madre suficientemente buena recuerda que el amor y la presencia son más importantes que la excelencia. Los niños no necesitan una madre que nunca se equivoque, sino una que los escuche, los abrace y les demuestre que los errores forman parte de la vida.

Crianza real y conexión emocional

Ser una madre suficientemente buena implica estar disponible emocionalmente, no de manera constante, sino coherente. Significa reconocer el cansancio, los límites y la imperfección. También implica confiar en la intuición: no todas las respuestas están en los manuales, ni todos los niños necesitan lo mismo.

Los expertos coinciden en que esta actitud no solo beneficia a los hijos, sino también a las madres. Al reducir la autoexigencia, se favorece una crianza más relajada y auténtica, donde el vínculo emocional es más fuerte que la corrección técnica. En palabras de Winnicott, “el éxito en la crianza reside en la devoción, no en la astucia o la brillantez intelectual”.

Cómo aplicar la teoría en el día a día

La idea suena sencilla, pero llevarla a la práctica requiere un cambio de mentalidad. Estas son algunas claves:

  1. Aceptar los errores: no todas las decisiones serán perfectas, y eso está bien. Cada equivocación es una oportunidad de aprendizaje tanto para el adulto como para el niño.
  2. Priorizar la conexión sobre el control: escuchar, validar y acompañar las emociones de los hijos tiene más impacto que imponer normas sin empatía.
  3. Dejar espacio para la frustración: permitir que los niños se equivoquen, se aburran o se frustren es esencial para su desarrollo emocional.
  4. Cuidarse para poder cuidar: la madre suficientemente buena también se cuida a sí misma. Descansar, pedir ayuda y tener momentos personales no son lujos, sino necesidades.

Un modelo más humano

El concepto de la madre suficientemente buena no busca rebajar las expectativas, sino devolverles realismo y humanidad. Ser madre —o padre— no es una carrera por la perfección, sino un proceso de acompañamiento imperfecto pero amoroso.

En tiempos donde la crianza se mide en likes y consejos contradictorios, recordar la idea de Winnicott puede ser casi un acto de resistencia: no hace falta hacerlo todo bien, solo hacerlo con amor, presencia y coherencia.

Porque, al final, los hijos no necesitan una madre perfecta. Necesitan una madre real, suficientemente buena… y feliz.

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