Opinión

Extremadura ha hablado

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Extremadura ha hablado. Poco, porque la abstención ha sido alta, pero los ecos de lo dicho hacen reflexionar, a pesar de que desde Moncloa se haya intentado amortiguarlos mediante la noticia de la mini-crisis de gobierno, con el nombramiento de la nueva ministra de educación y de la nueva portavoz.
Todos los medios se hacen eco del batacazo del PSOE y la victoria estratégica del PP, así como de la importante subida de VOX y de Unidas por Extremadura. Los únicos cuatro partidos que han superado el umbral de votos necesarios para obtener escaños.

Los obtenidos por cada uno de ellos son motivo de reflexión, por separado y en conjunto. El PP ha sufrido el envite de María Guardiola, disolviendo la cámara por no haber podido aprobar unos presupuestos que es posible que tampoco pueda aprobar tras el resultado electoral, puesto que no ha conseguido la mayoría absoluta apetecida. Era difícil y se ha quedado 4 escaños por debajo, cerca, pero lejos de esa ansiada mayoría que le hubiera permitido no sentirse constreñida por quienes provocaron el desafío que ha supuesto la convocatoria electoral anticipada. En votos y en escaños ha obtenido un resultado mejor que toda la izquierda junta. Es posible que, en cuanto a políticas a aplicar, esté en la misma situación que antes de las elecciones, salvo lo que el resultado ha originado para el Partido Popular en su conjunto, no en Extremadura, puesto que el refuerzo que una valoración global de lo acontecido ha supuesto para Núñez Feijoo es indiscutible. Sobre todo, por iniciarse con éxito una estrategia que tiene otras etapas próximas en Aragón, Castilla y León y Andalucía en las que todo apunta a que escaño abajo o escaño arriba, va a ser la opción política más votada. Puede que Guardiola lo tenga difícil, pero Feijoo lo va a tener más fácil con este precedente si el PP no recae en los errores tácticos que le han pasado factura en pasadas elecciones.

El líder del PSOE extremeño, Miguel Ángel Gallardo.
EFE

En el PSOE se han juntado el hambre con las ganas de comer. La debacle en Extremadura no es más que un reflejo de la conjunción entre la desacertada política del sanchismo con la inadecuación de un candidato imputado que ha forzado su inclusión en las listas, encabezándolas, además, después de haber obligado, ya antes de las elecciones, a obtener un escaño pasando por encima de candidatos más votados, que tuvieron que cederle el puesto para que pudiera garantizarse el privilegio del aforamiento. Las corruptelas sanchistas, con las ramificaciones extremeñas, especialmente por derivas de familia, no se han fraguado sólo en Extremadura, donde se ha sufrido la injerencia, sino que necesariamente tienen que haber sido pergeñadas desde Moncloa, pues de otro modo, el candidato no hubiera sido incluido en la lista y menos como cabeza de la misma. Todo legal, nos dicen, como si no supiéramos que los principios del parlamentarismo democrático se oponen a una utilización torticera de las instituciones y de los derechos de que gozan los elegidos. No tendría que ser necesario (¿o sí?) que la Ley electoral declarase inelegibles a los políticos imputados penalmente, puesto que a ningún partido político verdaderamente democrático se le ocurriría el desaguisado de incluirlos como candidatos, pero parece que en España sí, y no sólo en Extremadura. Esa conjunción planetaria, candidato inapropiado y políticas del sanchismo, ha dado como resultado que el PSOE haya recibido el menor apoyo de la ciudadanía en toda esta etapa constitucional que iniciamos en 1978. Muchos tendrían que dimitir, no sólo el Sr. Gallardo, para devolver al partido a la senda que no hubiera tenido que abandonar.

Algunos medios incluso erigen a VOX como el “ganador relativo” de las elecciones. El voto del cabreo, al igual que en otros países de Europa y de América, se ha trasfundido con un partido escindido del PP, de claro signo populista de derechas. Alineado en Europa con quienes pretenden, sino destruirla, reducirla a un exiguo mercado común, confunden con el uso del término “patriotas” pretendiendo, dicen, volver a una “Europa de las naciones soberanas”, cuando Europa no fue nunca de las naciones sino de los Estados. Más felices con el resultado de pescar votos en el electorado del PP que con el poco éxito que sus postulados tienen allá donde los predican, están obstaculizando que se pueda regresar a políticas de estado que puedan aportar a España y a la UE lo que se necesita. Pero para poder aportar, es necesario entender qué se aporta y no fundamentar la posición en lograr reforzar los bloques, esperando inútilmente, como hicieron los maquis respecto de un hipotético avance de los Aliados por la península, que el desembarco de los Patriots for Europe en España les facilite seguir erosionando las políticas nacionales, regionales y locales, especialmente al centro-derecha. Veremos qué condiciones van a pretender imponer a Guardiola para permitir su investidura cuando, si de verdad fueran patriotas, tendrían que generar la gobernabilidad con una abstención meditada, no con amenazas de bloqueo.

Unidas por Extremadura

¿Qué decir de los resultados de Unidas por Extremadura? Eran esperables. La debacle del PSOE genera que quien no quiera votar hacia el centro-derecha o la derecha dura, no le quede otra que abstenerse o votar a quien esté mejor situado a la izquierda del sedicente socialismo. Ya han dado suficientes muestras de cuál va a ser su postura y poco se puede esperar, ni como aportación política ni como estrategia de apoyo en lo que se pueda confluir con el partido ganador. Ni apoyarán la investidura ni se abstendrán. Y tampoco se puede contar con ellos para los presupuestos y me temo que para ninguna política en concreto, a tenor de la vociferante cabeza de lista que nos obsequió con una intervención un tanto delirante en su aparición pública tras conocerse los resultados.

Así las cosas, esperemos que la Sra. Guardiola no tenga que recurrir a volver a disolver la Asamblea de Extremadura, como afirmó durante la campaña electoral si no conseguía sus objetivos de gobernabilidad. En otros contextos, en otros países, donde el respeto al ganador de las elecciones, sea quien fuere, comporta el facilitarle la formación del gobierno, tendríamos ante nosotros un escenario en el que el segundo partido más votado, sea el que sea también, encabezaría las opciones colaborativas ofreciendo, bien sea una coalición gubernamental, un apoyo parlamentario o, como mínimo, una abstención que permitiera formar gobierno. También podría aplicarse la misma regla al tercer partido en liza. Eso, con los números delante, es perfectamente posible en Extremadura, puesto que el PP tiene más escaños que toda la izquierda junta.

No parece que esa sea una opción plausible a tenor, no de los resultados, sino de lo expresado por los partidos que podrían hacerlo posible en sus intervenciones televisivas. Lejos de fijarse en Alemania o en Portugal, por poner unos ejemplos, parecen regresar a periclitadas opciones guerracivilistas o propias de la política de bloques. A VOX le importa más erosionar al PP, para reforzar su propia posición de cara a las futuras elecciones generales y no se puede contar con ellos programáticamente hasta que desciendan de la galaxia a la tierra. Al PSOE es a quien más le convendría entrar en ello, puesto que se ha pasado la campaña electoral y prácticamente toda su existencia en esta legislatura, invocando el miedo a VOX al mismo tiempo que reforzándolo como elemento intangible del bloque opuesto, como estuviéramos ante el muro de Berlín. Si tanto miedo tiene el PSOE a VOX, a sus políticas y a lo que pueda influir en el PP, lo más lógico, para evitarlo, sería que, como mínimo, se abstuvieran para que Guardiola pudiera formar gobierno e iniciaran conversaciones políticas conducentes a recuperar la sensatez perdida. Pero tendría que ser otro PSOE, descontaminado de sanchismo populista, que dejara atrás los pactos con golpistas y herederos del terrorismo o las políticas woke y tuviera en cuenta lo que la sociedad realmente necesita.

Extremadura, efectivamente, ha hablado. Quizás lo que nos ha dicho contiene ese eco que, aunque inaudible en este momento, muestra indicios de que puede volver a ser oído a lo largo del año próximo, a lo largo de un nuevo tiempo que pueda ser el inicio de un regreso a la democracia parlamentaria, a la Constitución, al Estado de Derecho y a un acuerdo que se dirija a la eliminación de los muros y los bloques que ahora nos atenazan.