A nuestro cerebro le gusta el sabor dulce porque el azúcar libera dopamina, generando esa sensación de placer a la que siempre queremos volver. Esto no justifica su consumo, mucho menos en niños. Su exceso en la alimentación infantil es un problema de salud pública creciente por sus efectos negativos en la salud a corto y largo plazo. El azúcar está detrás de muchas enfermedades, como la caries dental, problemas de conducta y concentración o sobrepeso y obesidad infantil, que, a su vez, aumentan el riesgo de otras patologías: diabetes tipo 2, hipertensión y trastornos cardiovasculares. ¿Es bueno engañar al cerebro con edulcorantes?
Cada vez más, los vemos en las etiquetas de productos destinados a la alimentación infantil con etiquetas como “bajas en azúcar” o “libre de azúcar” que llevan a confundirnos aún más. Nos referimos a la stevia, la sucralosa, el aspartamo y otros sustitutos muy comunes. Es verdad que pueden ser menos dañinos, pero siguen siendo poco sanos si se consumen de manera habitual. Además, habría que analizar el resto del etiquetado.
Los sustitutos del azúcar aparecen a menudo en alimentos y bebidas que se anuncian repletos de vitaminas e ingredientes naturales. De manera que hacen creer que con un zumo o un batido estás aportando a tu hijo una merienda apetitosa y saludable al evitar azúcares añadidos. La intención es estupenda, pero es probable que hayas cambiado un mal por otro. Recordemos que el aspartamo, 200 veces más dulce que el azúcar y presente en miles de alimentos, fue declarado por la OMS “posiblemente cancerígeno”. La sucralosa, 600 veces más dulce que el azúcar, forma una sustancia química al digerirla que puede dañar el revestimiento del intestino.
Son compuestos de bajo contenido calórico que parecen inofensivos, pero pueden afectar incluso al cerebro. El estudio más reciente sugiere que ciertos edulcorantes, como el eritritol, podrían alterar la salud vascular y reducir la capacidad del cerebro para autorregular su flujo sanguíneo. Incluso en cantidades moderadas, esta alternativa al azúcar, presente en snacks sin azúcar, provocaría este daño celular. El hallazgo ha sido presentado hace solo unos días durante la American Physiology Summit, el principal congreso anual de la American Physiological Society, por investigadores de la Universidad de Colorado en Boulder.
La investigación aconseja reconsiderar la idea de todo lo que nos presentan bajo la etiqueta “natural”, “sin calorías” o “sin azúcares añadidos” equivale a seguro. Los edulcorantes están en algunas barritas, cereales, zumos, postres o incluso en las vitaminas masticables que ofrecen muchos padres para que sus hijos se mantengan sanos. Los fabricantes responden a la creciente demanda de productos sin azúcar o con bajo contenido y no dejan de cumplir la normativa. Lo que ocurre es que esos productos que se elaboran con edulcorantes no responden a un patrón de alimentación saludable y adecuado para el desarrollo infantil, excepto si se consumen, igual que el azúcar, de forma ocasional.
No perdamos de vista que al cerebro le agrada ese punto de felicidad que le aporta el sabor dulce, pero le va a pedir al niño que vaya consumiendo más para conseguir el mismo efecto. Algunas investigaciones señalan que esa predisposición puede ser de por vida. Si eliminásemos por completo los alimentos procesados, como refrescos, galletas, salsas o golosinas, no sería problema consumir azúcar de una forma muy moderada, aunque nunca antes de los dos años.
En cualquier caso, hay alternativas al azúcar para no renunciar al sabor dulce cumpliendo el patrón saludable, como las frutas y las verduras dulces. Tienen azúcares, pero están naturalmente presentes. Es decir, sin procesar ni licuar, por lo que no predisponen a padecer enfermedades. Probemos con plátano, manzana, pera, fresa u otras opciones en pedacitos o bien en forma de puré para conseguir una textura suave en repostería. Son muy versátiles y ayudan a conseguir sabores deliciosos. Otra propuesta son los frutos secos, sobre todo en productos horneados, aunque habrá que tener en cuenta la posibilidad de alergias y atragantamientos.
A modo de guía, recordaremos que la OMS recomienda que el consumo de azúcares libres no supere el 10% de las calorías totales diarias, aunque advierte que una reducción por debajo del 5% produciría mayores beneficios para la salud. En España, la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) aconseja no superar el 10% de la energía a partir de azúcares añadidos, y propone un consumo opcional y ocasional.
Por su parte, la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica, limita la ingesta de azúcares libres a menos del 5% de la energía total en niños y adolescentes, y evitar su consumo antes de los 2 años. Resalta, además, la importancia del aprendizaje de sabor, un asunto que compete especialmente a los padres: “Aunque la preferencia por el sabor dulce es innata, puede ser modificada o reforzada. Los niños tienen la capacidad de aprender las preferencias de los alimentos que tienen a su disposición, por lo que la preferencia por el sabor dulce puede modificarse en parte por la experiencia con los alimentos, incluso en la infancia temprana”.