Organoides, lo que la ciencia está creando en un laboratorio y podría cambiar tu salud para siempre

Su avance podría revolucionar la medicina, eliminar los ensayos y cambiar el tratamiento de enfermedades como el cáncer o el alzhéimer

Organoides - Sociedad
Una fotografía de archivo de un organoide intestinal.
Wikipedia

Los organoides han pasado de ser una promesa de laboratorio a convertirse en uno de los mayores avances de la biomedicina moderna. Estas diminutas estructuras, desarrolladas a partir de células madre, imitan el comportamiento de los órganos humanos y están revolucionando la forma en que se estudian las enfermedades, se prueban fármacos y se diseña la medicina del futuro.

El investigador Hans Clevers, pionero en este campo y ganador de la V edición del Abarca Prize, explica en una entrevista concedida a La Razón que los organoides suponen “una auténtica transformación en la medicina de precisión”. A fin de cuentas, permiten crear réplicas celulares de un paciente y comprobar con antelación qué tratamiento funcionará mejor en cada caso.

Qué son exactamente los organoides y por qué son tan revolucionarios

Los organoides no son órganos reales. Pero sí representan una versión simplificada y funcional de ellos. Se definen como “estructuras tridimensionales derivadas de células madre que reproducen rasgos y comportamientos de los tejidos humanos”. En la práctica, esto significa que los científicos pueden estudiar el funcionamiento de un pulmón, un riñón o un intestino en miniatura, sin necesidad de recurrir a ensayos con animales o a intervenciones invasivas en pacientes.

Clevers lo resume de forma clara: “En el caso de la fibrosis quística, el organoide nos dice si un fármaco va a funcionar o no en un paciente. Es como crear un avatar biológico que reacciona igual que su cuerpo”.

Organoides, lo que la ciencia está creando en un laboratorio y podría cambiar tu salud para siempre
Una imagen de células cancerosas.

Gracias a esta técnica, la medicina personalizada da un salto cualitativo. Ya no se trata de probar tratamientos por ensayo y error, sino de identificar el más eficaz antes de aplicarlo.

Del cáncer al hígado: los usos más prometedores de los organoides

El campo de aplicación de los organoides se expande cada año. En oncología, ya se han cultivado tejidos de cáncer de colon, pulmón, mama o estómago. Los resultados son impresionantes: los organoides pueden predecir con una precisión del 80-85% si un tratamiento funcionará en un paciente concreto, frente al 40% de eficacia media de las terapias actuales.

“Es exactamente el mismo principio que usamos con las bacterias”, explica Clevers. “Exponemos el tejido a distintos fármacos y vemos cuál actúa mejor antes de administrarlo”.

También se están desarrollando organoides de hígado, pulmón o riñón. Aunque algunos órganos presentan mayores desafíos. El hígado, por ejemplo, es uno de los más complejos de reproducir. “El primero en conseguirlo fue un científico español, y luego se perfeccionó en China”, recuerda Clevers.

Por el contrario, hay órganos que siguen fuera del alcance actual de la ciencia. “El corazón y el cerebro son los más difíciles porque no tienen células madre en su tejido funcional”, aclara el investigador. Esto complica enormemente la creación de organoides cardíacos o cerebrales. Sin embargo, existen ensayos experimentales con tejido fetal o embrionario.

Los organoides frente a las enfermedades del futuro

Los organoides abren la puerta a una nueva forma de entender enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, el párkinson o el autismo, que no pueden estudiarse adecuadamente en modelos animales. “Para comprender estas patologías necesitamos modelos humanos, pero condensar en el laboratorio procesos que se desarrollan a lo largo de décadas es extremadamente difícil”, advierte Clevers.

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Aun así, numerosos laboratorios trabajan para crear organoides cerebrales. Aunque las limitaciones éticas y técnicas siguen siendo enormes. “Muchos de los tejidos utilizados provienen de abortos o embriones, y eso dificulta la investigación en varios países”, explica.

Más allá de la neurología, el potencial de los organoides en el tratamiento del cáncer es inmediato. Su capacidad para predecir la eficacia de los medicamentos no solo mejora la tasa de éxito terapéutico, sino que evita los efectos secundarios derivados de tratamientos ineficaces.

Una revolución que cambiará la industria farmacéutica

El impacto de los organoides no se limita a los hospitales. La FDA (Agencia del Medicamento de Estados Unidos) ha anunciado que planea sustituir progresivamente los ensayos con animales por organoides y modelos celulares avanzados, con un plazo estimado de cinco años para su implantación.

“Será difícil, pero es inevitable”, reconoce Clevers. “Los organoides son más fiables, más rápidos y éticamente más aceptables. Lo complejo es automatizar el proceso y hacerlo asequible para todos los laboratorios”.

La idea es que, igual que hoy se realizan pruebas genéticas antes de aplicar una terapia oncológica, en un futuro próximo se utilicen organoides personalizados para validar los tratamientos. “En cinco años tendremos el instrumental necesario para hacerlo de forma rutinaria. Luego dependerá de los sistemas sanitarios integrarlo”, asegura el investigador.

Entre la esperanza y la prudencia científica

Aunque la promesa de los organoides es enorme, Clevers pide moderación. “He visto las dos caras de la ciencia: el entusiasmo y el exceso de optimismo. Debemos ir con pies de plomo”, advierte.

En Europa, la EMA (Agencia Europea del Medicamento) todavía no ha anunciado un plan para reemplazar los ensayos con animales, aunque los avances en Países Bajos, Alemania y España son significativos. Varias startups de biotecnología ya trabajan para automatizar la producción de organoides, abaratando su coste y multiplicando su capacidad de análisis.

A medio plazo, los organoides podrían integrarse en los sistemas de salud como una herramienta estándar, especialmente en oncología. A largo plazo, podrían incluso emplearse en terapias regenerativas o trasplantes de tejidos artificiales.

Clevers es optimista: “Espero que en 20 años usemos organoides con la misma naturalidad con la que hoy usamos pruebas genéticas. Si eso ocurre, habremos cambiado la historia de la medicina para siempre”.

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