Con el fin de curso queda inaugurada la temporada de baño: piscina, mar, río o incluso una pileta de plástico. Los niños quieren escapar del calor jugando con el agua. Nadan, bucean, saltan, chapotean con pies y manos… Es una de las experiencias que desatan más alegría. En solo unas semanas, nos sorprenderá observar cómo han mejorado la coordinación, el equilibrio, su tono muscular y, en general, su desarrollo por los estímulos que reciben en contacto con el agua, la arena o la naturaleza.
El entusiasmo no puede llevarnos a descuidar su seguridad. Desde muy pequeños, conviene enseñarles normas básicas, pero fundamentales, para prevenir accidentes e identificar riesgos. Y, sobre todo, a respetar las indicaciones de los adultos y socorristas. Y por muy bien que creamos que llevamos aprendida la lección, aún hay detalles que nos pueden asombrar, como lo importante que es escoger el color del bañador. Al menos eso nos hace pensar con sus vídeos en TikTok Miguel Assal, influencer de primeros auxilios y emergencias con ocho años de experiencia como socorrista en La Manga.
Vamos a la tienda y escogemos según el modelo que nos guste para nuestros hijos, su color favorito o el que mejor le sienta basándonos en su tono de piel o color de pelo. O ni siquiera le damos mayor relevancia. Teniendo en cuenta que los niños necesitarán un amplio surtido de aquí a que acabe el varano, a menudo el criterio será el económico. No está mal, pero Assal, un hombre con 3,4 millones de seguidores en TikTok, nos lanza una seria advertencia: el color importa en una situación de emergencia.
Sigue una lógica muy elemental, pero que pasa desapercibida para los profanos en la materia. Un color como el rojo o los tonos fosforitos contrastan con el tono del agua y, por tanto, es fácil identificar al niño. Un azul claro, sin embargo, apenas se distingue en el agua, menos aún si el agua está en movimiento. Assal pone a prueba nuestra vista con un reto basado en estas indicaciones. ¿A cuántos niños ves en esta imagen? pregunta mostrando una piscina en la que deberían verse tres niños sumergidos. Solo el que lleva bañador amarillo fosforito queda a la vista. Con semejante examen, no necesita que nos dé más razones para convencernos.
Assal concluye el vídeo con una advertencia: “Aunque los niños siempre tienen que estar vigilados, que el color de su bañador sea llamativo”. “Madre mía, ni lo había pensado eso”, se lee en uno de sus muchos comentarios. ¿Cuántos padres o abuelos habíamos reparado en este detalle? Ahora que somos conscientes de que el color del bañador puede salvar la vida de los más pequeños, ya sabemos qué criterio priorizar en el momento de escoger. Tomemos nota: amarillo o verde fosforito, rosa neón o cualquier otro tono fluorescente que ofrezca un elevado contraste visual para poder localizar al niño inmediatamente en caso de apuro o en uno de esos momentos en los que la piscina se llena de gente.
La recomendación no es baladí. Los ahogamientos son la segunda causa de muerte entre niños de 5 a 14 años, y la cuarta entre jóvenes de 15 a 29 años. Son un grave problema en España y en Europa. Cada segundo cuenta en una situación de emergencia. Según el último Informe Nacional de Ahogamientos, elaborado por la Real Federación de Salvamento y Socorrismo, en España fallecieron 471 personas por ahogamiento el año pasado. La mayoría de los incidentes mortales se produjeron en playas (244), seguidos de los ríos (85), otros entornos acuáticos (85) y piscinas (57).
Por comunidades autónomas, Andalucía (72 víctimas), Galicia (64), la Comunidad Valenciana (63) y Canarias (63) fueron las regiones con mayor número de fallecimientos por ahogamiento.
Son datos que refuerzan la importancia de extremar las medidas de prevención y de no bajar la guardia ni un instante. Cada medida, como la del color del bañador, puede ser crucial. Según la OCU, la principal causa de los accidentes en el agua en niños es la falta de supervisión adulta; en jóvenes, la imprudencia; en adultos, el exceso de confianza; y en personas mayores, las patologías que padecen.
Bastan 30 segundos para que un menor que no sabe nadar comience a ahogarse y, de 3 a 5 minutos, para que quede con graves secuelas o fallezca. Por eso, la mejor vigilancia es dentro del agua, no desde el borde de la piscina. Como principal medida activa, la OCU recuerda que los niños deben aprender a nadar cuanto antes. En cuanto a medidas de flotación, estas sus indicaciones:
- Es el dispositivo más seguro, aunque ofrece poca movilidad.
- Manguitos. Son más comunes que el chaleco. Consiguen buena estabilidad del niño en el agua, pero no facilitan la movilidad de los brazos necesaria para lanzarse a nadar. No son seguros porque se pueden pinchar y, además, si no se ajustan a su tamaño, se pueden deslizar fácilmente hasta quedar en el agua.
- Burbujas. A partir de los dos años, la burbuja colocada a la espalda deja mayor libertad para desarrollar los movimientos propios del aprendizaje. Desde esta edad, otros elementos externos de flotación como tablas o churros serán una ayuda que le facilitará el aprendizaje.
- Los flotadores se consideran peligrosos porque pueden pincharse y porque la mayoría de los padres confía en ellos sin tener en cuenta que, al girar o al moverse más, el niño se da la vuelta dejando la cabeza bajo el agua.
La Asociación Española de Pediatría recuerda que el único sistema que previene el ahogamiento infantil son los brazos del adulto. Insiste en que los niños deben estar siempre supervisados, aunque lleven algún sistema de flotación. El adulto no debería alejarse del niño más allá de lo que le alcancen los brazos.
Además, advierte que no hay cantidad de agua segura. Los más pequeños se pueden ahogar incluso en un cubo de fregona. Recomienda el cercado completo de las piscinas, de modo que no se impida la visualización directa de la misma, pero, siendo lo suficientemente alto como para que un niño no la pueda escalar (mínimo 122 cm desde el suelo). No deberían quedar huecos de más de 10 centímetros en ninguna de sus uniones, ni tampoco hasta el suelo. Por supuesto, tapar los desagües.
Según los pediatras, más del 80 % de los casos de atragantamientos o ahogamientos ocurren en presencia de adultos que no saben cómo reaccionar. La recomendación del grupo de Socorrismo de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias es llamar al 112 o alertar a un socorrista.