Crónica Negra

Paula: la adolescente que mató a su madre con un rodillo

Paula tenía 18 años y una decisión tomada: matar a su madre mientras dormía. Lo hizo con un rodillo de cocina y una frialdad que heló a todo un país

Lorena Zanetti era una mujer de 38 años que vivía en Entre Ríos, Argentina. Estaba casada y tenía dos hijos: Paula, que acababa de cumplir 18 años, y Ángel, de 7. Paula tenía un novio de 17 años, aunque la relación era todavía un secreto.

Ya era momento de cambiar de coche en el hogar de los Benítez y para ello el padre sacó una cifra considerable del banco. La guardó en casa, esperando el día para hacer la transacción.

Era la noche del 18 de abril de 2015. El cabeza de familia se había ido a trabajar a la una de la mañana a la panadería familiar. La madre dormía en su cuarto y el hermano pequeño se había quedado con sus abuelos. Paula esperó despierta hasta bien entrada la madrugada. A las 5 de la mañana entró a la habitación de su madre. Llevaba un rodillo de cocina. El artilugio que utilizaban en casa para amasar. De manera sorpresiva, Paula descargó cinco golpes brutales sobre la cabeza de Lorena. Luego, le enrolló un cable en el cuello y la estranguló hasta asegurarse de que no respirara más. No hubo gritos, no hubo pelea. Solo sangre, silencio, y un cadáver en la oscuridad de la casa. Pero Paula no había terminado. Roció el colchón y las cortinas con alcohol y les prendió fuego. Permaneció unos segundos hasta cerciorarse que el fuego se extendía por la habitación.

El objetivo era claro: que el incendio hiciera pasar el crimen por un accidente. Después, escapó con su novio. Se llevó el dinero, documentos y todos los objetos de valor que había en la casa. Salieron caminando como si nada.

La escena del crimen fue descubierta al amanecer. Los bomberos hallaron el cuerpo calcinado de Lorena, pero las investigaciones revelaron que la mujer había muerto antes del incendio. Los golpes en el cráneo y las marcas de estrangulamiento no dejaban lugar a dudas. Paula y su novio fueron detenidos horas después en la estación de autobuses. Poco antes la joven se había comprado unas zapatillas.

En los interrogatorios no mostró señales de arrepentimiento. Dijo que no se llevaba bien con su madre, que quería irse, que todo había sido una “decisión necesaria”.

El juicio capturó la atención nacional. La frialdad con la que Paula relataba los hechos impactó a jueces, peritos y periodistas. “No hubo emoción ni lágrimas. Solo una descripción clínica del crimen. Hablaba como si estuviera contando una serie de Netflix” recordó un investigador del caso. La fiscalía pidió la pena máxima y la obtuvo: cadena perpetua. No hubo defensa basada en salud mental, ni alegatos de impulsividad. Fue un asesinato planificado, ejecutado con precisión y frialdad. Un homicidio agravado por el vínculo. Además del robo e incendio de la vivienda. Su novio, por ser menor de edad, fue condenado a 10 años de prisión.

Durante el proceso judicial, la familia apenas pudo articular palabras. “Perdimos todo: a Lorena, a Paula, la casa, la tranquilidad. No hay vuelta atrás”, dijo un tío entre lágrimas. Los amigos de la víctima y vecinos de la zona no podían comprender cómo una chica tan joven había caído en semejante oscuridad.

Hoy Paula cumple su condena en la unidad penal de mujeres de Paraná. Es una de las pocas mujeres menores de 20 años en Argentina sentenciada a perpetua, un título sombrío que ni ella misma parece entender del todo. Su rutina es monótona, sin mayores incidentes: duerme, lee, participa de talleres ocasionales. No ha pedido reducciones de pena, ni ha hecho declaraciones públicas. El suyo es un caso que incomoda: una adolescente sin antecedentes, que mata a su madre a sangre fría para quedarse con un fajo de billetes y una salida rápida de su casa.

Su historia no se olvida. No porque sea única, sino porque es real. Porque todavía estremece pensar que esa noche, mientras la ciudad dormía, una adolescente decidió borrar a su madre del mundo… y lo logró.

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