En España hay mujeres que mueren sin que nadie las nombre. No aparecen en las estadísticas de feminicidios, no generan minutos de silencio ni titulares. Son mujeres que, tras años de violencia, se quitan la vida. Y aunque oficialmente nadie lo registre, muchas de estas muertes tienen el mismo origen que los asesinatos machistas: la violencia de género. El médico forense y exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género, Miguel Lorente, lo resume con crudeza: “La violencia de género no solo mata cuando hay un asesinato. También mata por dentro. Y el suicidio es una de sus consecuencias más invisibles”.
La violencia machista no es un episodio concreto, sino un proceso sostenido que va deteriorando la salud física y emocional de la mujer. Lorente explica cómo primero aparece el estrés postraumático, una forma de vivir en alerta permanente: evitar lugares, revivir la violencia, relacionarlo todo con el agresor. Después llega la depresión, alimentada por la desesperanza y la idea de que nada va a cambiar, de que denunciar o separarse no servirá de nada, de que la vida no merece ser vivida. Y, como un veneno silencioso, aparece la culpa: la convicción de que la violencia es responsabilidad propia, de que se ha sido mala madre, mala pareja, de que se “permitió” demasiado. Esa culpa, muchas veces reforzada por el entorno, forma parte del engranaje que lleva a muchas mujeres a plantearse la muerte como única salida.

Una de cada cuatro mujeres maltratadas ha pensado en quitarse la vida
Los datos lo confirman. Según la Macroencuesta de Igualdad solo el 2,9% de las mujeres que no han sufrido violencia ha tenido ideas suicidas. Entre las que han sufrido cualquier tipo de violencia, la cifra sube al 4,7%. Entre las víctimas de violencia de género en la pareja, alcanza el 18,5%. Y entre las mujeres que sufrieron violencia física o sexual grave, llega al 25,5%. Una de cada cuatro mujeres maltratadas gravemente ha pensado en quitarse la vida.
“Entre el 30 y el 60 por cientod e las mujeres maltratadas han tenido ideas suicidas”
La evidencia internacional es igual de contundente. Un estudio publicado en The Lancet Psychiatry demuestra que las mujeres que sufren violencia de pareja tienen un riesgo significativamente mayor de autolesión e intentos de suicidio. Otra investigación, en The Lancet Regional Health–Europe, revela que el 26% de las mujeres atendidas por salud mental que murieron por suicidio en Reino Unido habían sido víctimas de violencia por parte de sus parejas. El vínculo entre violencia y suicidio no es una intuición: está científicamente acreditado.
Una investigación del Colegio oficial de psicología de Valencia: “Suicidios e ideas suicidas en mujeres y en sus hijos e hijas víctimas de violencia de género”, va incluso más lejos. Según este trabajo, entre el 30% y el 60% de las mujeres maltratadas han tenido ideas suicidas en algún momento. Y el riesgo aumenta cuando hay violencia psicológica y control coercitivo, aislamiento extremo, humillación continuada, amenazas sobre los hijos, procesos judiciales hostiles, pérdida de custodia o riesgo de violencia vicaria. Esta última —dañar a los hijos para destruir a la madre— es una de las formas más devastadoras de violencia y un detonante crítico del riesgo suicida.

Los hijas e hijas también sufren este problema
El estudio incorpora además una dimensión prácticamente ausente en el debate público: la de los menores. La exposición a violencia de género incrementa de forma notable las probabilidades de ideación suicida, autolesión e intentos de suicidio en niñas y niños. Entre el 20% y el 40% de los menores expuestos presentan pensamientos suicidas, y entre el 5% y el 10% realiza intentos. Muchos viven con culpa, terror hacia el agresor, miedo anticipatorio a las visitas obligadas con el padre, trauma complejo y bloqueo emocional. UNICEF advierte de que el riesgo aumenta dramáticamente cuando sienten que nadie los protege ni los escucha.
No se conocen las cifras
Pese a la magnitud del problema, España sigue sin saber cuántas mujeres que se suicidan cada año eran víctimas de violencia de género. No se investiga. Los juzgados solo comprueban que no haya un homicidio o la participación de terceros, pero no reconstruyen la violencia previa que pudo conducir al suicidio. Tampoco existe una coordinación real entre medicina legal y salud mental que permita cruzar datos. “Intentamos separar siempre la causa de la consecuencia para evitar que el agresor o el sistema aparezcan como responsables”, lamenta Lorente.
Mientras tanto, el país cuenta con precisión los feminicidios, pero ignora las otras muertes que deja la violencia: las que no salen en televisión, las que no aparecen en listas oficiales, las que ocurren en silencio. Muertes que también son consecuencia directa del maltrato, aunque nadie las registre como tal. Reconocer esa relación, investigarla y actuar sobre ella es, según todos los expertos, una deuda urgente. Porque la violencia machista no solo mata cuando alguien aprieta un arma o empuña un cuchillo. Mata también cuando destruye, poco a poco, la voluntad de vivir.
Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.


