Las chicas de imagen se enfrentan a dos realidades: una realidad, que, desde sus ojos, está llena de glamour y éxito, y otra muy distinta interceptada por los ojos de muchos: explotación y sexualización de las mujeres.
Para adentrarnos en el mundo de las chicas de imagen hemos hablado con su círculo cercano; una de las personas que actúa de nexo entre los clientes y estas chicas; y ahora, con la psicóloga Bárbara Zorrilla, especializada en Mujer y Violencia de Género.
Zorrilla advierte de los peligros ocultos en estas prácticas, que muchas veces se presentan como oportunidades. “Normalizan algo que no es normal; y no sólo lo hace esta persona intermediaria, también los clientes y las propias chicas”, afirma. Lejos de tratarse de intercambios libres, esta realidad esconde relaciones de poder profundamente desiguales.
Un fenómeno cada vez más extendido
Cada vez se justifican más las conductas abusivas bajo el amparo del estatus social apunta la profesional. “Parece que se quiere justificar que, por el hecho de ser jóvenes, ricos y guapos, se legitima luego posibles agresiones sexuales o vejaciones”.
De hecho, uno de los conceptos más distorsionados, que hace de efecto llamada para estas prácticas, es ‘el empoderamiento’. “Este término lo utilizan estas mismas personas que quieren captar a estas chicas para venderles que se van a sentir libres, poderosas, que van a ganar su propio dinero”, señala. Pero advierte: “No se les pasa por la cabeza la situación de desigualdad a la que se enfrentan”.
¿Por qué tantas jóvenes deciden iniciar este camino? “Lo que les venden no es realmente lo que luego hay; hay mucha manipulación”, aclara Zorrilla. “Tergiversan la información, primero te venden que es algo temporal, que es una manera muy sencilla de ganar dinero, que no tiene ningún riesgo, pero no les explican la verdad”.
A esto se suma un elemento clave: la edad. “No podemos perder de vista que estos mensajes, estas captaciones se dirigen a chicas muy jóvenes”, sostiene. “No tienen experiencia vital, afectivo-sexual. Cuanto más jóvenes, más problemas de inseguridad; de hecho, la adolescencia es una etapa especialmente vulnerable”.
Ser chica de imagen puede salir caro. “Dedican mucho tiempo y dinero a un canon de belleza inalcanzable”, señala Zorrilla. “¿Cuánto pagas por esos 70-80 euros que ganan en una noche?” El costo es económico, emocional, psicológico y social.
Similitud con Onlyfans
La especialista señala similitudes con OnlyFans: “Es explotación sexual, la entrada a la prostitución, ocurre igual en ambas”. Se vende como opción libre y privilegiada: “Te lo maquillan como un privilegio por ser guapa”, denuncia.
Se llegan incluso a promocionar como espacios seguros sin contacto físico, pero la realidad es que “vas dando pasos hacia ese contacto” y se presiona para avanzar más. “Es un ejercicio de poder del hombre sobre la mujer; no son relaciones horizontales ni libres”, explica Zorrilla.
¿Por qué sólo se conocen casos aislados?
Quienes han sufrido violencia de género saben que esta no siempre se expresa de forma explícita. Muchas veces, se manifiesta en el silencio, en el miedo a denunciar. “Que suceda una agresión de por sí es muy duro, pero es incluso más, contarlo. Una chica de imagen en este caso, es poco probable que verbalice vejaciones. Sabe que se le va a juzgar”, apunta Zorrilla.
Consecuencias
Los efectos sobre la salud mental son graves. “Existe un riesgo integral, tanto para la salud física como mental”, afirma. “No estás para ti, estás para el otro; afecta a la autoestima de la mujer porque aprendes a verte desde la mirada de esos hombres, valoran sólo un trocito tuyo”.
Las consecuencias psicológicas son profundas. “Cuando tú eres tratada como un cuerpo, un cuerpo que está al servicio del disfrute y del placer ajeno, afecta a tu autoestima”, afirma. La percepción de valía queda supeditada a la mirada externa: “Solamente vales si los demás te consideran valiosa: si eres la elegida en los catálogos, si te llevan a las fiestas… hay una dependencia en la mirada del otro; en la mirada machista”.
Esta búsqueda de validación constante empuja a muchas jóvenes a invertir tiempo y dinero en alcanzar cánones de belleza inalcanzables. “Nunca es suficiente, cada vez piensas que necesitas más”, alerta. Y lo más peligroso: “El otro llega a utilizarme y yo llego a creerme que yo puedo ser utilizada”.
Y todo ello, puede derivar en problemas desde “Disociación corporal, problemas en el área sexual, trastornos de la conducta alimentaria, problemas en el abuso de sustancias, incluso miedo muchas veces”.
Campañas de sensibilización
Frente a esto, surge la pregunta: ¿cómo hacer que estas jóvenes reconozcan que son cosificadas? Zorrilla propone campañas de sensibilización que les permitan identificar lo que hacen y les hacen, usando sus canales y lenguaje, como redes sociales. “Es mucho más potente un testimonio en primera persona que miles de campañas. Si les hablas de tú a tú, se identifican más que con alguien sin vínculo”.
Para cerrar, Zorrilla reflexiona sobre el sesgo de género: “Vivimos en una sociedad machista, donde desde pequeños enseñan a las mujeres a agradar, no a valorarse”. Sobre la cosificación masculina añade: “¿Se puede cosificar a un hombre? Sí, en un anuncio, pero no hay una estructura que lo respalde”.