Viola, tortura y asesina a una mujer de 46 años, a la que aborda en mitad de un camino rural de Cabanas en Ferrol, y su mayor preocupación – diez años después de cometer el feminicidio- es el “qué dirán” sus colegas y familiares cuando descubran que “ejecutó” a una mujer en 2013.
Es el rostro del descaro. De la insolencia. Del machismo en su máxima potencia. Y tiene nombre y apellidos: Roger Serafín Rodríguez Vázquez. El asesino confeso de Elisa Abruñedo. Un cazador aficionado que convirtió a una mujer en su presa.

El asesino burló a la policía durante 10 años
El juicio por el asesinato de Elisa se ha celebrado esta semana. Doce años después del brutal crimen. Sus hijos, que han respondido a preguntas de la fiscalía, llevan más de una década esperando a que se haga justicia. La policía tardó diez años en dar con el sospechoso del asesinato: en la escena del crimen encontraron restos de semen y saliva sobre el cuerpo violentado de Elisa, pero la huella genética de estas pruebas no figuraba en ninguna base de datos.
Durante años decenas de vecinos de Cabanas, así como de pueblos colindantes, se acercaron voluntariamente a comisaría para entregar muestras de ADN. El presunto asesino, al que “prácticamente se le había olvidado todo” para entonces -en palabras del médico forense que realizó su exploración psiquiátrica una vez fue detenido- fue traicionado, involuntariamente, por esos mismos familiares que han sido su única preocupación (y no el asesinato atroz que asegura haber cometido) desde que confesó el crimen.
Fue el ADN de un familiar de Roger Serafín el que desatascó el caso. Él fue quien, sin sospecharlo si quiera, estaba entregando la prueba que más tarde serviría para detener al verdugo de Elisa. Justo antes de ese cribado, los investigadores decidieron analizar de nuevo el perfil genético extraído de la escena del crimen utilizando métodos de genealogía forense. Gracias a esto, descubrieron que el agresor de Elisa era un hombre pelirrojo. Así lo señalaba su código genético. No era suficiente, pero sí ayudaba a cercar la investigación. Luego llegó la prueba de ADN del familiar del asesino. La policía tenía al asesino.
Un feminicida sin remordimientos
Según el médico forense que trató a Roger al ser detenido, no presentaba ninguna patología ni alteración de la personalidad o de inteligencia que pudiesen haber modificado la conducta del presunto asesino para cometer el crimen. Es más, el único arrepentimiento que mostró en esa entrevista fue por no haberse deshecho de las pruebas que años más tarde lo inculparían. Por ser descubierto y por las repercusiones que tendría en su entorno más cercano.
Durante 10 años, este presunto violador y asesino confeso siguió su vida como si nada. “El ser humano puede cometer hechos terribles y seguir hacia adelante, no hay más”, concluyó el forense.

“Sorprendido” al ser descubierto
Agentes de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO), que asumieron la investigación, han relatado durante el juicio cómo actuó el asesino de Elisa al ser detenido el pasado octubre de 2023: “Se calló. No mostró ninguna actitud agresiva. Se mostró sorprendido, pero siempre tranquilo“.
Ya en dependencias policiales, Roger Serafín confesó el crimen. El asesinato de Elisa fue de una violencia “bastante extrema”, un ataque sorpresivo, y sin posibilidad de defensa: “Un ataque brutal y desmedido”.
Así se ha concluido en la investigación. Roger, que volvía de caza aquel día, regresaba a su casa cuando vio a su víctima caminar por un paseo rural. Frenó su Citroën ZX, lo dejó mal aparcado en el arcén y se lanzó sobre su presa.
La golpeó. La arrastró hacia el monte (para evitar posibles testigos que condujesen por esa carretera cercana al paseo). La violó. La acuchilló una, dos, tres veces. Cuello, pulmón y corazón. Dejó su cuerpo desangrado en el mismo lugar donde la torturó hasta acabar con su vida y se marchó. Fin.

El asesino dice que “fue algo puntual” en su vida
No fue suficiente acabar así con la vida de una mujer. Tampoco que durante 10 años su familia viviese sin saber quién le arrebató la vida. Este viernes, su asesino confeso ha querido ejercer su derecho a tomar la última palabra para explicar al jurado que “lo que hizo” – sin referirse si quiera a la víctima-
Roger Serafín ha querido restar importancia así a la violación y asesinato que cometió: “Ese momento puntual de mi vida no tiene nada que ver con mi forma de ser ni con la de los 39 años anteriores”. A la familia, que demandaba un perdón por parte del acusado, les ha dicho: “Lo que pueda decir no sirve de nada”.
Añadía, además, que “no hay forma de justificar esto, ni yo mismo puedo, no lo entiendo”. Una vez más, trataba de “esto”, a una violación y un asesinato brutal. Incapaz de darle nombre, si quiera, a los delitos que el mismo decidió cometer y que ocultó durante diez años. Diez años.
La Fiscalía pide 32 años de cárcel por asesinato y agresión sexual, mientras que los letrados de los hijos de la víctima elevan la petición a 37 años de prisión.
El nombre de Elisa no figura como una de las 52 víctimas mortales por violencia machista de aquel año 2013. A Elisa la violó y asesinó un depredador sexual, y aunque fue un feminicidio, un asesinato machista, el caso nunca se trató como tal.