“No hay ninguna novedad, sólo que una persona sin empatía y sin ningún tipo de escrúpulo ha decidido grabar ese vídeo y decir que era mi madre, sin darse cuenta de todo el daño que eso nos puede causar”. Es el mensaje que lanza de inmediato la hija de Juana Ramos en cuanto se le pregunta por la (supuesta) última novedad del caso, que apunta a un giro crucial en la investigación: el hallazgo de los restos. Los datos publicados los ubican en el barranco de San Felipe, en Guía, Gran Canaria. Se detalla así mismo la intervención de los GEAS; los buzos de la Guardia Civil se habrían metido este domingo en un estanque para rescatar unos restos que, sin pericial forense y pese a que de ser ella llevarían prácticamente una década a la intemperie, se dio por hecho que podrían pertenecer a Juani. Como tal, la zona ha sido peinada incontables veces desde que desapareció el 20 de agosto de 2016.
Pero ni eso ni la imprecisión del aviso ni la cautela que, en cambio, sí demuestran los familiares en las palabras elegidas para reclamar un mayor rigor informativo se tiene en cuenta. Ese vídeo que citan en su mensaje, grabado “sin empatía y ningún tipo de escrúpulo”, ya ha sido borrado de las redes sociales a las 24 horas. Lo colgó en TikTok una vecina que captó varios coches patrulla de la Guardia Civil apostados en una zona rocosa del barranco, sin agua a la vista. “En ningún momento tuvimos que intervenir en ningún estanque”, aclaran desde la Comandancia de Gran Canaria. El aviso lo dio un senderista. Horas después ya estaban los agentes sobre el terreno. Aún se desconoce la identidad, pero al cierre de esta edición se ha confirmado por cauce oficial que se trata de un varón. En ningún caso se barajó otra hipótesis.

Todos en la isla saben quién es Juana Ramos. Quien más, quien menos ha visto alguna vez el cartel con sus datos, difundido por si alguien cree o creyó haberla visto y por si pueden aportar cualquier información: 58 años, bajita, de complexión fuerte, pelo rubio caoba y vestido gris a rayas, en el momento de su desaparición. Cada vez que hay un hallazgo sospechoso, los investigadores se ponen en contacto con la familia. Por demarcación, la desaparición siempre la llevó la Policía Nacional. Y siempre hubo un sospechoso recurrente: Miguel Ángel Ramos, el hombre, una década más jóven, con el Juani se emparejó durante 14 años. Tiempo en el que, poco a poco, ella se alejó de los suyos. Los retomó en cuanto lo dejó. Y todo se complicó.
El día de su desaparición habían quedado supuestamente para solucionar un conflicto económico pendiente, a cuenta de un préstamo del que Juana se hizo cargo en solitario a cambio de la promesa de un reembolso que Miguel nunca cumplió. Según él, la dejó en casa sobre medianoche tras su encuentro. Aunque intentó abrir la puerta a la especulación: “Dijo que tenía mucha prisa y que no pudo esperar a ver si mi tía entraba o no”. Como si una especie de negligencia en el in vigilando le librara de ser el principal sospechoso.
“Nos llamaron mis abuelos preguntando si sabíamos algo de ella”. Juana era la encargada de llevar la medicina a sus padres y quien cuidaba de su pequeño nieto. Un sostén familiar que, están convencidos, nunca habría abandonado por su propia voluntad. Su sonrisa lució perenne durante los primeros años de búsqueda en un cartel colocado con su foto en el cierre metálico de su tiendita de alimentación. Fue el primer lugar que revisó su sobrino Samuel el día cero, cuando no les cogía las llamadas, y menos aún imaginaban el largo y duro periplo que les quedaba por delante. En la puerta del local quedó su coche; en la de su casa, los periódicos del día sin recoger y la cama sin deshacer. “Como si no hubiera pasado la noche allí”.

Sin lugar a dudas, Miguel es la última persona que la vio con vida. Estuvo detenido y encarcelado. Hubo indicios suficientes para acordar la prisión preventiva; insuficientes para mantenerlo entre rejas más allá de un mes. La jueza le retiró aun así el pasaporte, con lo que no puede abandonar la isla. Le fijó también un embargo de 180.000 euros, en concepto de fianza de libertad, para asegurar su presencia en el procedimiento. Contra él declararon hasta las amigas de Juani, quienes narraron episodios de maltrato, se aportaron fotos en las que se apreciaban moratones en brazos y antebrazo, a los que ella dio explicaciones evasivas. Esa evasiva por desgracia tan común en las víctimas de violencia machista.
La isla no ha jugado a favor de la investigación. La orografía es un hándicap policial. Hay poca tierra y demasiado mar para deshacerse de un cuerpo. La geolocalización del móvil marcó un punto de la isla que Juani no transitaba habitualmente, y que Miguel nunca mencionó cuando le preguntaron al inicio de las pesquisas. A día de hoy, su exmujer y sus hijos le han ofrecido incluso una coartada precaria, según entiende la acusación. La tecnología lo sitúa en Bañaderos, en zona de acantilados, a unos 20 minutos de su casa. “Y hay un momento en el que el teléfono de mi tía deja de funcionar, sobre las tres de la madrugada, mientras que el de él sigue dando señal”. No sólo eso. Pese a negar que hubiera vuelto al punto de la desaparición, la tecnología lo contradijo una vez más, pues en el sumario consta cómo volvió hasta en tres ocasiones al lugar en fechas posteriores a los hechos. ¿Quién haría algo así y por qué?, se preguntan tanto familiares como investigadores. Estos últimos la han buscado en barrancos, pozos, con perros y drones. Sin éxito, y casi sin esperanzas para los primeros. “Si no hay movimientos de tarjetas ni de nada, ¿dónde está?”, preguntan al aire, vacío de consuelo.
Por eso les duele que se aventuren titulares con los que se topan de sopetón al abrir un periódico o una red social. Ahora mismo su esperanza pasa por los juzgados. Imputado formalmente desde hace un año, el proceso se ha ralentizado por las intervenciones de una defensa que ha recurrido cada decisión judicial, “hasta las que se dirimían a su favor”, apuntan con sorpresa desde el entorno de la desaparecida. Aunque el cúmulo de indicios apilados en contra de Miguel ya está foliado, a la espera de que se fije la apertura de juicio oral contra él. Porque la buscan muerta, no tienen dudas. Por eso, aparezca o no el cuerpo de Juani Ramos, el único sospechoso de su ausencia se sentará en el banquillo de los acusados, más tarde o más temprano.