¿Es incompatible salir de fiesta con querer una relación seria?
Es una pregunta que no muchos se plantean abiertamente, pero que resuena cada vez con más fuerza en redes sociales y conversaciones cotidianas. ¿Puede una mujer que disfruta de la noche, la música y la pista de baile aspirar también a una relación estable y comprometida? ¿O estamos frente a una idea instalada, rígida y, quizá, desfasada?
La respuesta parece sencilla, pero el debate se ha polarizado. En redes sociales proliferan discursos que vinculan la fiesta con la falta de compromiso, especialmente cuando se trata de mujeres. Frases como “yo jamás podría estar con una mujer que salga de fiesta” o “si tu novia sale sola, no te respeta” se repiten como mantras en ciertos entornos digitales.
@pablo_kaizenTu novia sale de fiesta? crees que debería de hacerlo? yo respeto a aquellas relaciones en las cuelaes salen de fiesta cada uno por su lado pero eso no está hecho para mi. Tú qué opinas y qué tipo de hombre eres?♬ sonido original – Pablo Sáez Ramos
En muchos de estos discursos, la idea de una mujer que disfruta de su libertad nocturna se asocia automáticamente con la falta de seriedad, como si salir a una discoteca fuera incompatible con el deseo de construir una relación profunda. “Vete con tus amigas a tomar un desayuno tranquilamente, no a un sitio donde lo único que hay es vicio y lujuria”, dice uno de estos mensajes que circula viralmente en TikTok.
La cuestión no es menor. Porque más allá de lo anecdótico, estas afirmaciones construyen modelos de relación que excluyen, etiquetan y limitan. Y lo hacen, muchas veces, sin que seamos plenamente conscientes de ello.
No es lo que hacemos, sino lo que creemos que significa
“Salir de fiesta y querer una pareja para toda la vida no es incompatible. Pero puede parecerlo si la percepción lo convierte en un conflicto”, señala Jorge López, psicólogo especialista en Terapia Breve. Y explica que si una persona cree firmemente que quien sale de fiesta “no es serio” o “no busca algo estable”, esa creencia termina por convertirse en una barrera real.
La cuestión, entonces, no está tanto en el acto de salir, bailar o disfrutar, sino en los significados que se proyectan sobre esas conductas. Si alguien ve la fiesta como un territorio moralmente cuestionable, tenderá a juzgar a quien la frecuenta desde ese prisma.
El prejuicio como mecanismo de defensa
¿Por qué tantos hombres asocian el salir de fiesta con algo negativo en términos afectivos? Según López, detrás de esa postura hay inseguridades más profundas: “Han construido una lógica rígida sobre el valor de la mujer, basada en creencias disfuncionales que no se han cuestionado. Muchas veces, descartar a mujeres que disfrutan de su libertad es una forma inconsciente de evitar el compromiso o el rechazo”.
A este análisis se suma el psicólogo José Antonio García, especialista en violencia de género, quien considera que “estas ideas son una manifestación pura y dura del machismo. Siguen separando a las mujeres entre las buenas, las que están subordinadas al hombre y no se quejan, y las malas, que se salen del molde y tienen una vida sexual plena o disfrutan de espacios considerados masculinos, como el ocio nocturno”.
García advierte que esta forma de pensar no es nueva, pero ahora se disfraza de moralidad moderna: “Antes eran las que abortaban o no querían casarse; hoy son las que salen de fiesta, beben o simplemente viven con autonomía”.
@kastelmethodNo podría estar con mujeres que salen de fiesta♬ sonido original – Marca Oficial de Adri Kastel
¿Qué mensaje reciben los más jóvenes?
Esta visión binaria, fiesta o compromiso, no solo afecta a quienes la sostienen, sino que también modela el comportamiento de las nuevas generaciones. “Se transmite la idea de que la libertad y el disfrute son incompatibles con el amor”, advierte López.
En esa misma línea, García alerta del peligro que suponen ciertos discursos virales: “Están captando a muchos chicos frustrados que se creen con derecho a controlar la vida de las mujeres. En vez de educar sexualmente, lo que hacen es transmitir miedo en relación al sexo y las relaciones. Les enseñan que no pueden fiarse de las chicas que conocen de fiesta, porque todas son malas”.
Según él, esta transmisión de valores es profundamente discriminatoria: “No se cuestiona que un hombre salga de fiesta y encuentre el amor, pero sí se condena a las mujeres que lo hacen. El problema nunca es el lugar, sino que esas mujeres están ocupando espacios que se consideran reservados para los hombres”.
López propone una solución: La “prescripción del comportamiento opuesto”. Por ejemplo, si alguien evita sistemáticamente a cierto tipo de persona por prejuicio, se le puede invitar a hacer exactamente lo contrario, simplemente para observar qué cambia.
García insiste: “No hay un único modelo válido de pareja. Puedes encontrar a alguien maravilloso en una biblioteca, en el trabajo o en una discoteca. Lo importante son los valores que guían la relación, no el lugar donde empieza”. Además, subraya el efecto nocivo de normalizar estos discursos. “A base de repetir barbaridades, se amplía la ventana de lo tolerable. Se empieza diciendo que no confiarías en una chica de fiesta y se termina justificando el control o la desconfianza en nombre del amor”.
Quizá la pregunta no sea si se puede encontrar una relación seria saliendo de fiesta, sino por qué seguimos necesitando justificar ciertos estilos de vida para ser considerados “aptos” para el amor. En una sociedad que cambia constantemente, quedarse anclado en prejuicios no solo empobrece los vínculos, también limita la libertad individual.