Personaje del año

El año en que ‘Lux’ convirtió el pop en obra total

Del single 'Berghain' al álbum en cuatro movimientos y trece idiomas, la catalana firma su salto más radical y confirma una idea que ya era intuición global: su música redefine las tendencias

'LUX' es el nuevo disco de Rosalía
Rosalía

El 2025 de Rosalía puede contarse como una secuencia de decisiones artísticas que empujan el pop hacia un terreno poco frecuentado por el mainstream: el de la obra total. El año arranca con una expectativa que llevaba tiempo creciendo, un silencio fértil después de la era “Motomami”, y desemboca en un lanzamiento que altera el mapa de lo posible para una estrella global. Lux, publicado el 7 de noviembre, llega con la ambición formal de un oratorio contemporáneo y con la precisión de una autora que compone, produce y dirige su propio relato. En un momento de canciones diseñadas para el recorte viral, Rosalía propone arquitectura. En lugar de una colección de singles, plantea un disco dividido en movimientos, sostenido por un concepto y atravesado por una tensión central: la luz como experiencia estética, espiritual y política.

La primera gran señal de ese giro se produce antes del álbum. Berghain, publicado el 27 de octubre, funciona como detonante, como aviso y como declaración de intenciones. La canción no busca complacer el algoritmo: abre una puerta a un universo donde conviven la cultura de club, el gesto litúrgico y una teatralidad que remite a la ópera tanto como al rave. La recepción inmediata en crítica especializada subraya esa sensación de “giro a la izquierda”: un movimiento inesperado para una artista con capacidad de arrasar por la vía del hit inmediato. Con “Berghain”, Rosalía elige otro camino. Presenta un lenguaje que mezcla lo físico y lo elevado, lo profano y lo consagrado, lo irónico y lo solemne. Queda claro que el álbum no va a ser una variación continuista, va a ser un reinicio.

Lux se impone, desde el título, como un proyecto de alcance mayor. La estructura en cuatro movimientos no es un truco de marketing: orienta la escucha y obliga a abandonar la idea de “canción suelta” como unidad autosuficiente. La voz de Rosalía se desplaza hacia registros más operísticos, con un trabajo de interpretación que convierte cada tema en escena. El disco incorpora un componente orquestal de gran escala, con la presencia de la London Symphony Orchestra, y se apoya en texturas corales, silencios, respiraciones, cambios de dinámica y una forma de dramatización sonora que rara vez se permite una artista pop en lo alto del circuito global, también gracias al coro de Montserrat. La crítica lo ha descrito con una frase que se repite en distintas formulaciones: suena a algo que no existe en el resto del pop contemporáneo. Y esa singularidad se escucha como método.

El método se percibe también en la dimensión lingüística. Lux se canta en trece idiomas y eso no se reduce a un efecto cosmopolita. La multiplicidad funciona como herramienta expresiva y como dispositivo narrativo. El disco utiliza la lengua como material musical, como textura, como gesto emocional. Se ha contado que parte del proceso de composición incluyó borradores de letras trabajados con traductores y especialistas fonéticos, una artesanía que revela horas de estudio y una voluntad obsesiva por la precisión. Lo relevante no es el “dato” de los idiomas, es lo que produce en el oído: una sensación de viaje, de transformación, de pasajes que se abren a otras tradiciones sin perder la firma de Rosalía.

Rosalía, en una foto reciente de su cuenta de Instagram
Rosalía, en una foto reciente de su cuenta de Instagram

En lo conceptual, Lux articula una constelación de referencias a santas, místicas y figuras femeninas que se sitúan fuera del relato oficial del poder. La música absorbe esa genealogía con naturalidad. El álbum habla de Dios, de deseo, de disciplina, de entrega creativa y de conflicto interior. El resultado no parece un “disco religioso” en el sentido literal. Funciona como exploración de una espiritualidad contemporánea que convive con el cuerpo, con la contradicción, con la pulsión de libertad. Y aquí aparece un punto decisivo: la audacia de convertir la trascendencia en material pop, con un lenguaje que puede incluir un aria y una pista de club en el mismo recorrido. Esa mezcla, en manos menos firmes, se habría roto. En Rosalía encuentra coherencia.

El impacto del álbum se traduce en hitos verificables. Lux entra en el top 5 tanto en Reino Unido como en Estados Unidos, un logro particularmente significativo para una artista española en mercados que históricamente han limitado el espacio de lo no anglófono. A la vez, rompe marcas de streaming asociadas a lanzamientos femeninos en español y coloca gran parte del tracklist entre lo más escuchado del día a escala global. Estos récords importan por lo que significan culturalmente: un disco exigente, orquestal, conceptual, con un gesto de “obra”, se convierte en fenómeno masivo. El año termina con un consenso crítico muy poco habitual: se sitúa en lo alto de listas internacionales de los mejores discos de 2025 y se sostiene como uno de los lanzamientos más elogiados del curso.

Esa recepción no se limita a los medios musicales generalistas. Lux se ha discutido en espacios donde el pop raras veces entra con esta densidad: suplementos culturales, revistas de análisis, crítica de alta cultura, conversación intelectual sobre lo sagrado y lo profano. Incluso se han producido reacciones desde ámbitos eclesiales, con lecturas que destacan el modo en que Rosalía habla de la fe con libertad y sin pedir autorización estética. El gesto es significativo: una artista del circuito global introduce una conversación sobre espiritualidad y deseo sin renunciar a la contemporaneidad del lenguaje pop.

Rosalía y Dios en el mejor disco del año: "Necesitaba dejarle espacio"
Rosalía y Dios en el mejor disco del año: “Necesitaba dejarle espacio”

Otro de los hitos musicales del año llega con el anuncio de la gira. El 4 de diciembre Rosalía presenta el “LUX Tour 2026”, su itinerario más grande hasta la fecha, con 42 fechas en 17 países y una apuesta clara por arenas. España concentra ocho conciertos, cuatro en Madrid y cuatro en Barcelona, con un diseño de calendario que convierte cada ciudad en residencia breve. La lógica del tour revela una lectura clara de su posición: Rosalía ya no gira como artista que “visita” el mundo; lo recorre como figura central del circuito global, con múltiples noches en plazas clave y con un espectáculo concebido para sostener la dimensión escénica del disco. La promesa del directo no es solo escuchar canciones: es ver cómo una obra orquestal, conceptual y teatral se traduce a un lenguaje de estadio cubierto.

En paralelo, 2025 consolida otra dimensión musical de Rosalía: su autoridad como productora y arquitecta sonora. Es un dato que, en realidad, se oye: la artista ha controlado el núcleo creativo de Lux, desde la composición hasta la producción, con un nivel de implicación que desmonta el tópico de la estrella como intérprete dirigida por equipos ajenos. La historia del pop está llena de mujeres a las que se les discute la autoría cuando asumen poder. El 2025 de Rosalía deja ese debate sin oxígeno: Lux suena a decisión, a mano firme, a oído entrenado, a ambición que no necesita coartadas.

El resultado final no es solo un gran álbum. Es una forma de demostrar que el pop, en 2025, todavía admite riesgo en la cúspide. Rosalía ha convertido su año en un argumento musical: un single que abrió el portal, un disco que se escucha como obra completa, un impacto global medible y una gira que traduce esa ambición a espectáculo. Todo eso ocurre sin perder el pulso popular. El hito definitivo de 2025 se resume así: Rosalía no publicó un disco para acompañar la temporada. Publicó un disco que obliga a repensar la temporada.

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