Adiós al cantaor ‘Fosforito’: la leyenda del flamenco muere a los 93 años

La muerte de Fosforito, leyenda del flamenco fallecida a los 93 años, deja un vacío histórico en el cante jondo

Fosforito - Cultura
El cantaor de flamenco Antonio Fernández Díaz.
EFE/ Rafa Alcaide

La muerte de Fosforito marca el final de una era en el flamenco. Antonio Fernández Díaz, nacido en Puente Genil en 1932 y fallecido a los 93 años en Málaga, no fue solo un maestro del cante: fue un guardián de la memoria jonda, un símbolo de pureza artística y una de las voces más influyentes del último siglo. Su adiós deja un vacío irreemplazable en un género que, en buena parte, él ayudó a definir y preservar.

La pérdida de una voz irrepetible

La noticia del fallecimiento de Fosforito conmocionó al mundo flamenco desde primera hora de la mañana. Según comunicó su entorno, una infección agravada tras una intervención quirúrgica reciente precipitó el final del maestro. Con Fosforito, el flamenco pierde a uno de sus últimos grandes enciclopedistas, un cantaor capaz de navegar entre palos con una solvencia que muy pocos alcanzaron en vida.

El nombre de Fosforito quedó grabado en la historia desde 1956, cuando arrasó en el I Concurso Nacional de Cante Jondo de Córdoba obteniendo todos los premios posibles. Aquel hito —todavía sin repetir— lo catapultó como una figura destinada a marcar una época. Desde entonces, el cantaor creó un legado que atravesó generaciones y que hoy sigue siendo referencia obligada para estudiosos, artistas y aficionados.

Hablar de Fosforito es hablar del cante en su estado más puro. Su carrera estuvo definida por la fidelidad a la tradición, la hondura expresiva y la capacidad de sostener repertorios que otros evitaban por la dificultad y el compromiso que exigían. Dominaba la seguiriya, el martinete, la soleá o la bulería, pero también la saeta y otros cantes menos transitados. Su amplitud estilística lo convirtió en una figura transversal: respetado por ortodoxos, admirado por renovadores y escuchado por cualquiera que se acercara al flamenco desde la curiosidad o la devoción.

La culminación de ese reconocimiento llegó en 2005, cuando Fosforito recibió la prestigiosa Llave de Oro del Cante, la quinta concedida en toda la historia. Para muchos, se trataba de un premio que hacía justicia a décadas de entrega absoluta al arte y que certificaba su condición de leyenda.

Un legado artístico que trasciende las generaciones

El fallecimiento de Fosforito no supone solo la partida de un maestro, sino el cierre simbólico de un ciclo del flamenco. Su discografía, extensa y variada, sigue siendo un mapa fundamental para quien quiere entender el origen, la evolución y la profundidad del cante. Sus interpretaciones, grabadas en discos y archivos audiovisuales, son testimonio de una manera de sentir y vivir el flamenco que hoy resulta tan imprescindible como irrepetible.

Más allá de los escenarios, Fosforito fue un referente humano. Su generosidad con los jóvenes, su papel como transmisor del conocimiento y su actitud siempre respetuosa con la tradición configuraron una figura admirada dentro y fuera del ámbito artístico. Para muchos cantaores actuales, hablar de él es hablar del maestro que enseñaba sin imponerse, del hombre que defendía la autenticidad por encima de cualquier moda.

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