Netflix estrena un nuevo ‘El juego del calamar’, pero con samuráis

Con solo seis episodios, 'El último samurái en pie' llega a Netflix como una de las series-acontecimiento del año

El último samurái en pie - Cultura
Imagen promocional de 'El último samurái en pie'.
Netflix

Netflix ha encontrado en Asia un filón inagotable para los thrillers de supervivencia, y ahora redobla la apuesta con El último samurái en pie. Una serie japonesa que muchos ya describen como “un nuevo El juego del calamar, pero en el Japón del siglo XIX”. La plataforma vuelve así a ese territorio donde la desesperación, la desigualdad y la violencia ritualizada sirven como radiografía social. Pero lo hace desde un ángulo distinto: el fin de la era samurái. Y ese giro lo cambia todo.

Ambientada en 1878, El último samurái en pie coloca a Netflix frente a un nuevo escenario de alcance global: 292 guerreros convocados en un templo de Kioto para participar en un juego despiadado cuyo único objetivo es sobrevivir. Una carrera final hacia Tokio —literalmente, a vida o muerte— por un premio descomunal. Un esquema que remite al impacto cultural que provocó El juego del calamar, pero con otro aroma, otro código y una carga histórica mucho más profunda.

Un juego mortal en un país que está dejando atrás a sus samuráis

Lo que vuelve tan particular a El último samurái en pie es la combinación entre el vértigo del battle royale y la melancolía social de un país en plena transformación. Netflix recupera aquí un momento de ruptura: el final del shogunato, la llegada de la modernización y el declive total de quienes durante siglos habían sido el corazón militar y espiritual de Japón.

En este contexto aparece Shūjirō Saga, el protagonista interpretado por Junichi Okada. Es un samurái sin gloria. Un hombre obligado a buscar en este juego brutal la única salida posible para salvar a su familia. La desesperación como motor narrativo es un punto de conexión directo con El juego del calamar. Y Netflix lo sabe. La plataforma identifica muy bien el impacto emocional que generan estos protagonistas arrojados al abismo.

Si El juego del calamar sorprendió por convertir juegos infantiles en trampas mortales, El último samurái en pie apuesta por una dinámica más libre, más instintiva y más física. Cada participante recibe una etiqueta de madera. Arrebatar la del enemigo significa vencerlo. Avanzar hacia Tokio implica luchar, esconderse, traicionar o morir. No hay rondas. No hay tiempos muertos. Tampoco hay pruebas diseñadas con ironía. Solo un país abierto como arena de combate.

Y esa libertad salvaje hace que el relato, aunque emparentado con el fenómeno coreano, tenga un pulso propio: menos juego, más guerra. Menos sátira y más tragedia. Un eco de la literatura clásica japonesa entrelazado con la adrenalina del thriller moderno que Netflix lleva años perfeccionando.

¿Por qué recuerda tanto a El juego del calamar?

El paralelismo es inevitable y, en parte, buscado. Primero, porque Netflix conoce el terreno y quiere repetir impacto. La premisa de supervivencia masiva tiene un alcance global inmenso. Segundo, porque ambas producciones exploran el derrumbe personal dentro de un sistema brutal. Y tercero, porque los personajes funcionan como símbolos de un país herido: Corea del Sur en crisis económica por un lado; Japón en plena ruptura histórica por el otro.

Póster de El último samurái en pie - Netflix
Imagen promocional del póster de ‘El último samurái en pie’.
Netflix

Pero El último samurái en pie introduce un matiz que lo cambia todo. Aquí no se trata solo de ganar un premio, sino de luchar contra la desaparición de un mundo entero. El samurái ya no pelea por honor, sino por subsistir en una sociedad que ya no lo necesita. Y esa dimensión identitaria es uno de los grandes elementos diferenciadores que Netflix ha querido destacar.

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