En la sede madrileña de la editorial Almuzara, en pleno Barrio de las Letras, se ha inaugurado la exposición del IV Premio Almuzara de Pintura, un certamen que, desde sus inicios, ha reivindicado la relación inseparable entre pintura, libros y narrativa visual. La obra Todo, y nada más, del pintor Carlos Tárdez, ha sido galardonada con el primer premio dotado con 9.000 euros, mientras que el veterano artista Simon Edmonson ha recibido el accésit con su pieza En un lugar de Navarra.
La convocatoria de este año redobla el compromiso de Almuzara por rescatar la fuerza estética de la pintura figurativa que dialoga con la literatura, un rasgo esencial del premio desde su concepción. Las bases de esta cuarta edición establecían que las obras debían guardar relación con el mundo del libro y los relatos, una premisa que ha guiado la selección de las catorce piezas finalistas que hasta el próximo 20 de diciembre pueden verse en la sala de la editorial, abierta en horario de mañana y tarde.

Un óleo que vuelve posible lo imposible
La obra de Carlos Tárdez —licenciado en Bellas Artes y con una trayectoria que incluye exposiciones en galerías europeas y premios como finalista del XXXV Premio BMW de Pintura— sorprendió al jurado por su mezcla de simplicidad y profundidad simbólica. Todo, y nada más presenta a una niña, protagonista y figura central, ensimismada en la lectura. A sus espaldas, unas alas pintadas con spray parecen conferirle la capacidad de elevarse más allá de lo visible. La lectura, en este cuadro, no es un acto contemplativo: es una experiencia capaz de liberar, de hacer volar.
La obra no solo articula una escena de gran impacto formal, sino que resuena con las preocupaciones contemporáneas sobre la imaginación y la memoria cultural, demostrando que las imágenes pueden funcionar como relato y metáfora con la misma fuerza que un texto literario. El jurado, presidido por el pintor cordobés Desiderio Delgado, valoró la pieza por “condensar la esencia de una investigación visual” y por su capacidad de articular un diálogo entre inocencia y disrupción.
Un accésit entre Cervantes y Baroja
El accésit ha recaído en Simon Edmonson, pintor londinense afincado en Madrid cuyo trabajo ha sido ampliamente reconocido por su atmósfera poética y evocadora. Su obra En un lugar de Navarra une referentes de la literatura española —desde Cervantes hasta Pío Baroja— en un paisaje detenido donde una figura canina reminiscentemente quijotesca parece observar desde un zaguán la inmensidad del tiempo suspendido. El jurado destacó la obra por “su solidez y capacidad de actuar como puente entre lo real y lo recordado”, invitando al espectador a completar la historia sugerida por el lienzo.

Además de los galardonados, la exposición agrupa obras de artistas que, desde perspectivas diversas, han incorporado la presencia del libro, la narrativa o la escritura en sus lenguajes plásticos. Entre los títulos se cuentan Sueños de lectura (Pablo Santibáñez Servat), Mensajes Literarios (Cristina Sampere Fernández), La obra maestra desconocida (Marta Cuezva) y La Biblioteca de Alejandría (María Sánchez López), entre otros. Cada obra dialoga con la presencia de la palabra impresa como motor de imaginación y como sustrato de significado.
Pintura y literatura, una alianza que se renueva
Para Manuel Pimentel, director de Almuzara, este certamen simboliza más que un premio: “es una reafirmación de que pintura, literatura y libros forman una hermosa simbiosis de siglos cargada de futuro” y un homenaje a los oficios creativos que sostienen la cultura. En su intervención durante la entrega de galardones subrayó que un libro bien editado “lleva aparejado arte porque los libros son cultura y son arte”, y que una editorial necesita un aroma propio más allá de la tinta y la celulosa.
El Premio Almuzara de Pintura ha venido ganando visibilidad y prestigio en el panorama artístico contemporáneo por su apuesta clara por la calidad y por la mirada figurativa que mira a la literatura como fuente insoslayable de sentido. En cada edición, esta relación entre palabra e imagen encuentra nuevos interlocutores, y el espacio expositivo de Cervantes 26 prolonga ese diálogo hasta el 20 de diciembre para quienes quieran experimentar cómo el arte puede leer —y volar— con otras herramientas.


