Como portavoz oficial del señor Redford, comunico que ha muerto. ¡Larga vida al cine!

Robert Redford ya no está en las montañas de Utah. Se ha ido mientras dormía al cielo de las estrellas, a timar a algún incauto o a pasear con su avioneta entre las nubes

El actor Robert Redford
El actor Robert Redford
EFE

Hace 25 años, siendo un imberbe muchachillo recién salido de la Escuela de Cine, empecé a trabajar para un importante grupo audiovisual.
En mi primer día de trabajo mi jefa, y sin embargo amiga, me hizo el siguiente encargo:

“Por favor, Ignacio, escribe un breve discurso para anunciar públicamente el acuerdo entre la empresa y el canal de televisión Sundance Channel, que va a empezar a emitirse bajo nuestra licencia dentro de un par de meses. No más de 300 palabras, por favor, y con un tono institucional y corporativo”. “¿Quién lo va a leer?”, le pregunté. “¿Quién va a ser? Robert Redford”, me respondió.

Ese fue mi primer día de trabajo. Supéramelo.

Por supuesto, y como suele pasar en estas grandes corporaciones, el texto lo escribí, pero ni el acuerdo se firmó, ni Robert Redford leyó mi discurso en el Festival de Cine de San Sebastián de ese año, lugar previsto para anunciar el acuerdo. Tardaría muchos, muchísimos años en formalizarse y yo no estaría ahí para verlo. Pero qué más da: con solo 26 años ya me había convertido en el portavoz de Robert Redford para toda la comunidad europea e hispana.

Muere Robert Redford a los 89 años
Muere Robert Redford a los 89 años

Nunca había contado esta anécdota, la guardaba en el cajón de las ocasiones especiales, ya amarillenta, hasta el momento oportuno. Y ha llegado, inevitable en el tiempo, ese monstruo, para mi desgracia y la de todos los amantes del cine. Entenderás, entonces, que la hondura de mi tristeza tras recibir la noticia de su muerte trasciende la pura pasión cinéfila.

Pero como un último y leal servicio y desde la indiscutible autoridad que me da el hecho de ser el único representante oficial del Sr. Redford fuera de Hollywood, proclamo:

Que si su marido cinematográfico Paul Newman encarnaba todo lo que nosotros querríamos ser, Robert Redford encarnaba todo lo que nosotros querríamos ser, pero de verdad: efebo griego del arte de la interpretación, que rompe espejos con la mirada, tan inteligente como para reírse de sí mismo y de su propia sombra cinematográfica, de la que se zafó para convertirse en un talentoso intelectual de izquierdas, que en Estados Unidos es como ser sorayista. Rompió su techo, renegó de su guion adaptado y creó su propio original, lejos, muy lejos, del establishment de Hollywood, allá por Utah. Años después, Mahoma no tuvo más remedio que ir a la montaña en forma de festival. Del Festival de Sundance, su personaje más querido.

Que nunca el arte, desde don Quijote y Sancho Panza, ha dado una dupla tan cachonda y carismática como la de Redford & Newman, reinventándose, alimentándose entre ellos, haciéndose mejores, más fuertes, más icónicos. De las dos obras maestras que hicieron juntos, Dos hombres y un destino y El golpe, me quedo, de largo, con la segunda. De hecho, entre las más de 60 películas que interpretó o dirigió, El golpe es mi favorita, gloria del mejor Hollywood. Todo funciona aquí: una puesta en escena perfecta, un guion perfecto, una dirección perfecta, una banda sonora perfecta y unos actores más que perfectos. Lonnegan tiene que estar temblando en su vagón celestial: “Ya están los dos por ahí”.

Dos hombres y un destino

Que ambos (y ya dejo en paz al pobre Paul en su nube), han creado el molde perfecto sobre el que se han esculpido los últimos príncipes del Hollywood dorado, que, aunque lo parezca, nunca muere. George Clooney y Brad Pitt se llaman los herederos y, aunque, como diría Victoria Abril, aún “tienen que comer muchas sopas de ajo”, son los señalados para honrar su estirpe.

Que el leitmotiv que ha guiado su carrera, “primero la historia, segundo el personaje y tercero la emoción”, es el encofrado sobre el que podríamos resumir los casi 130 años del cine, desde que Edison hizo la luz, los Lumière la movieron y Méliès la hizo arte: él podría ser el rostro de esta historia. Porque nadie entendió este viaje mejor que él.

Hasta aquí la nota de prensa. Me debo a mi representado.

Pero ¿qué pasa conmigo? ¿Qué voy a hacer yo ahora sin él? ¿Sin escribirle? ¿Quién va a lavar melenas con agua y jabón como quien hace el amor? ¿Quién va a susurrar a los caballos? ¿Quién correrá borracho y descalzo por el parque? ¿Quién cabalgará bajo la nieve en las montañas rocosas? ¿Quién destronará a un presidente? ¿Quién mirará tras la ventana con su pelo de fuego? ¿Quién se acostará con él por un millón de dólares… y pagando también?

¿Quién hará todo eso? ¿Quién?

El cielo de las estrellas se llena, Hollywood se vacía. Clint, por favor, sigue haciendo películas. Jack, por favor… tú haz lo que quieras. Pero quedaos un ratito más.

P.D. Este es mi segundo escrito, y probablemente el último, sobre mi representado, el señor Redford. Ignoro si leerá alguno de ellos. Quién sabe. La vida siempre te depara agradables sorpresas. Que se lo digan a Meryl Streep.

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