El tenis, como la vida, no siempre concede segundas oportunidades inmediatas. Iga Swiatek, acostumbrada a dominar el circuito con su precisión milimétrica y su temple inquebrantable, ha vivido en 2025 el año más difícil de su joven carrera. Lo que comenzó como una temporada de redención terminó convirtiéndose en una montaña rusa emocional. Marcada por la presión, la frustración y la búsqueda desesperada de equilibrio.

Después del escándalo de dopaje por un suplemento con melatonina a finales de 2024. Un episodio que, aunque aclarado, dejó heridas profundas en su imagen, Swiatek inició la nueva temporada con la intención de recuperar su mejor versión. Pero algo había cambiado. Su tenis seguía siendo sólido, sí, pero su mentalidad ese rasgo que la había definido parecía tambalearse. En varios torneos se la vio tensa, discutiendo con su equipo, rompiendo a llorar en la pista y mostrando una vulnerabilidad que contrastaba con la serenidad de años anteriores.
El peso de la presión y las dudas internas
Las derrotas inesperadas se acumularon. La presión de demostrar que seguía siendo la número uno moral del circuito pesaba más que cualquier raqueta. Sin embargo, el tenis siempre ofrece momentos de redención, y el suyo llegó en Wimbledon. Allí, en la catedral del césped, Swiatek volvió a sonreír. Con un juego agresivo y valiente, se impuso a sus rivales y levantó el trofeo más prestigioso del calendario. “Wimbledon compensa todo lo duro que ha sido este año”, dijo entre lágrimas tras la final, dejando ver que la victoria era tanto un triunfo deportivo como una liberación emocional.

Pero el impulso no fue suficiente para sostener el resto de la temporada. En los meses posteriores, las irregularidades regresaron. En los torneos de pista dura, su tenis perdió ritmo y confianza, y las imágenes de Swiatek frustrada, gritando o incluso llorando sobre la pista se hicieron frecuentes. El desgaste mental, más que el físico, parecía pasarle factura.
Del sueño de Wimbledon al regreso de las sombras
El cierre de la temporada llegó con las WTA Finals, donde Swiatek esperaba recuperar sensaciones y despedir el año con una nota positiva. Sin embargo, una sorprendente derrota ante Amanda Anisimova la dejó fuera de las semifinales. La eliminación fue un golpe duro para quien, hasta hace poco, era sinónimo de consistencia y frialdad competitiva. “No ha sido fácil, pero sigo aprendiendo”, declaró después del partido, con la mirada perdida, consciente de que su 2025 no había estado a la altura de las expectativas.

Aun así, la temporada no ha terminado. Swiatek todavía tiene una última oportunidad de cerrar el año con buenas sensaciones: la Billie Jean King Cup, la competición por equipos que representa una motivación especial para ella. Vestir los colores de Polonia podría ser el impulso emocional que necesita para reencontrarse con su esencia y, sobre todo, para poner fin a un año plagado de altibajos con una nota de esperanza.
Una última oportunidad para cerrar el círculo
El 2025 será recordado como el año en que Iga Swiatek mostró su lado más humano. Perdió la calma, cedió partidos que antes ganaba casi sin esfuerzo y vivió bajo la sombra de un caso que nunca debió empañar su carrera. Pero también demostró que incluso las campeonas pueden caer y levantarse. Queda un último desafío, una última oportunidad de cerrar el círculo. Porque si algo ha caracterizado siempre a Swiatek, es su capacidad para renacer cuando todo parece perdido.


