Taylor Swift ha vuelto a poner el mundo del pop patas arriba. Con el lanzamiento de The Life of a Showgirl, su duodécimo disco de estudio, la artista estadounidense ha cerrado uno de los ciclos más intensos de su carrera. El álbum llega tras el final de The Eras Tour, su compromiso con Travis Kelce y la recuperación de los derechos de su catálogo musical. Sin embargo, a pesar del entusiasmo de sus fans, la crítica no ha hablado con una sola voz.
Mientras unos medios lo describen como un regreso triunfal al sonido brillante de 1989, otros ven en The Life of a Showgirl un proyecto irregular, tan ambicioso como desigual. Un álbum que oscila entre la confesión íntima y el artificio de una superestrella que lleva años interpretándose a sí misma.
Un regreso al pop más radiante de Taylor Swift
Para muchos, The Life of a Showgirl marca el retorno de Taylor Swift a su terreno más reconocible: el pop de estribillos pegadizos, melodías limpias y producción cristalina. En este disco, la artista se ha rodeado nuevamente de los productores suecos Max Martin y Shellback, los mismos que firmaron himnos como Blank Space o Shake It Off.
Según People, el álbum “recupera el espíritu vibrante de sus mejores años” y convierte la vulnerabilidad en espectáculo. La publicación estadounidense celebra el tono más luminoso de temas como The Fate of Ophelia o Elizabeth Taylor, donde Swift combina referencias literarias, glamour y una reflexión velada sobre el paso del tiempo.
También Business Insider elogia los momentos más inspirados del disco, definiendo canciones como Opalite y Father Figure como “algunos de sus mejores temas en años”. En ellas, Taylor Swift recupera la narrativa emocional y la precisión melódica que la hicieron legendaria, con estribillos que evocan sus primeros pasos en el pop internacional.
Lo que la crítica no perdona: falta de riesgo y repetición
Sin embargo, no todos los medios comparten la euforia. The Guardian ha publicado una de las reseñas más duras de The Life of a Showgirl, calificando el disco como “sobrio y contenido, carente del brillo que definió los grandes éxitos de Taylor Swift”. Según el periódico británico, la artista “se refugia en los mismos temas de siempre —fama, amor, redención— sin aportar una mirada nueva”.
El medio también apunta a la ausencia de sus colaboradores habituales, Jack Antonoff y Aaron Dessner, como un posible motivo de esa sensación de contención creativa. Su salida de la ecuación habría reducido la profundidad lírica y la experimentación sonora que caracterizaron trabajos anteriores como Folklore o Evermore.

Business Insider, aunque más equilibrado, coincide en que algunas canciones “no están al nivel de sus grandes clásicos” y cita títulos como Wi$h Li$t, Wood o Cancelled! como ejemplos de ideas que “se quedan a medio camino”.
En resumen, la crítica celebra la intención de Taylor Swift, pero advierte que la ejecución no siempre está a la altura de su ambición.
Un disco que divide, pero confirma su reinado
Aunque las críticas estén divididas, hay algo que nadie discute: Taylor Swift sigue siendo el epicentro de la música pop. The Life of a Showgirl puede no ser su obra maestra definitiva, pero refuerza su capacidad para convertir cada lanzamiento en un fenómeno cultural global.
Como escribió People, “es un álbum que no solo se escucha, se vive”. Incluso las reseñas más tibias reconocen que la artista ha alcanzado una madurez creativa que le permite arriesgar sin perder el control del relato.
Con The Life of a Showgirl, Taylor Swift vuelve a demostrar que no hay espectáculo más fascinante que el de una mujer enfrentándose a su propio reflejo. Y aunque el resultado no haya conquistado a toda la crítica, el eco de sus canciones confirma una vez más lo que ya sabíamos: que Taylor no solo domina el pop, sino también la narrativa emocional de toda una generación.