En la Cañada Real, a 16 kilómetros del centro de Madrid, el sonido de los aviones que aterrizan en Barajas se mezcla con el silbido del viento entre chatarra y bloques de hormigón inacabados. Allí, en un corredor de más de 14 kilómetros donde malviven unas 8.000 personas —según el último censo de las ONG—, la luz eléctrica es un privilegio intermitente desde los grandes cortes de 2020. En aquel escenario que un día fue una vía pecuaria y hoy es la mayor barriada informal de Europa, el director madrileño Guillermo Galoe rodó Ciudad sin sueño, la película que este lunes se estrenó en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes y que llegó precedida de ovaciones y prensa internacional.
El filme —coproducido por compañías españolas y francesas y fotografiado por Rui Poças— sigue a Toni, un chico gitano de quince años que vive en el Sector 6. La trama arranca cuando los servicios sociales notifican a su familia que la Comunidad de Madrid les ofrece un piso de protección oficial a las afueras de Coslada. Ese traslado, que en teoría representa una oportunidad, se convierte en la grieta por la que se cuelan el miedo al desarraigo y la nostalgia de un espacio levantado a pulso. En las palabras de Galoe, “la Cañada es precaria, sí, pero también es un sistema de afectos; mover una casa de chapa implica mover un universo”.
La película —97 minutos en versión original española— entrelaza ficción y material documental grabado por los propios adolescentes con teléfonos móviles y filtros de colores que tintan la pantalla de azul, verde o rojo, según su estado de ánimo. El director evita el sensacionalismo: “Quería que la voz fuese de ellos, no mía”, explicó ante la prensa en Cannes, defendiendo la decisión de situar la cámara “a la altura de los ojos de los chicos” para que el espectador camine con ellos entre perros sueltos, huertos improvisados y fogatas nocturnas.

Un relato que dignifica la resistencia
La recepción no pudo ser más entusiasta. La crítica destacó la “poesía naturalista” de la película y su habilidad para convertir un paisaje de exclusión en “una oda a la resistencia”. Para Jonathan Holland, de ScreenDaily, la clave está en el respeto con el que la cinta retrata “la universalidad del desarraigo” sin caer en el paternalismo. En Cineuropa se subraya la “vibrante humanidad” del film y la química entre Antonio Fernández Gabarre (Toni) y Bilal Sedraoui (Chule), amigos dentro y fuera de la pantalla.
Ciudad sin sueño continúa el camino abierto por Aunque es de noche, cortometraje de Galoe premiado en Locarno en 2022, que ya fijaba su mirada en la Cañada Real. Aquel corto servía de prólogo a un proyecto mayor: documentar los impactos de la pobreza energética y de la amenaza de desalojo. Como contó Artículo14 en enero, cuando reportó la forma en la que viven a las afueras de Madrid —“un milagro navideño en la Cañada Real Galiana”—, la falta de luz afectaba entonces a unos 4.200 niños y obligaba a estudiar a la luz de velas y braseros.

Guillermo Galoe, que visitaba la Cañada Real desde 2019, convenció a varias familias para que participaran en un proceso pedagógico: aprender cine para narrarse a sí mismas. Siete jóvenes terminaron manejando cámaras domésticas y drones; cuatro de ellos han viajado a Cannes para presentar la película y mantener coloquios con prensa y público. “No queremos que se nos vea solo como un problema, sino como un barrio que crea arte”, señaló Toni en la rueda de prensa.
Entre la denuncia y la esperanza
El largometraje pone el foco en el rito de iniciación —la última hoguera antes de la mudanza— pero también documenta la rutina: la caída de la noche sin farolas, la fila de garrafas para recoger agua en la parroquia y los cortes regulares de internet que aíslan aún más a la comunidad. Sin embargo, Galoe insiste en que el mensaje final es de esperanza. “No hay una sola Cañada Real; hay muchas, y cada nombre propio es también un relato de dignidad”.
Esa dignidad se desprende en las secuencias en las que las madres enseñan a las niñas a bailar sevillanas al compás de altavoces portátiles, o cuando los vecinos pintan murales con spray bajo las torres de alta tensión. El montaje alterna esos instantes luminosos con planos fijos de escombros y naves industriales abandonadas, subrayando la contradicción de un espacio que es hogar y desierto al mismo tiempo.

Un paso más hacia la visibilidad
La presencia de Ciudad sin sueño en la Croisette supone un espaldarazo para el cine social español y, sobre todo, para la visibilidad del asentamiento, que espera la ejecución del Pacto Regional firmado en 2017 y apenas cumplido. La productora Marina García López confirmó que BTeam Pictures distribuirá la cinta en España en otoño, seguida de un recorrido por institutos y centros culturales con coloquios donde participarán los propios protagonistas.
Al cierre de la proyección, el público se puso en pie durante seis minutos. Galoe abrazó a Toni, Chule y el resto del elenco mientras sonaba Ojalá que llueva café de Juan Luis Guerra, canción que la madre de Toni cantaba cuando les cortaron la luz. En su breve discurso de agradecimiento, el director resumió el espíritu del filme: “La Cañada Real no es un lugar sin sueños; es un lugar donde los sueños se defienden cada día. Hoy, la alfombra roja es suya”.
Con aplausos todavía resonando en la sala Debussy, Cannes demostró que, a veces, el mejor cine es el que pone foco donde nadie mira y convierte un pasillo de chabolas en el centro mismo del mapa cultural europeo. Ciudad sin sueño compite por el premio de la Semana de la Crítica, y compite también por conquistar la mirada de un público que quizá ignore que, a las afueras de Madrid, hay un barrio que lleva años pidiendo luz. Ahora también tendrá voz.