Antes de que El Señor de los Anillos conquistara el imaginario colectivo, antes incluso de que existiera la Tierra Media, hubo un hombre que ya había cartografiado continentes imaginarios, creado dioses propios, escrito mitologías completas y soñado con mundos imposibles. Su nombre era Lord Dunsany. Y, aunque hoy su figura permanece en la penumbra, su huella es profunda y decisiva. Tanto, que sin él es difícil imaginar la literatura fantástica tal como la conocemos.
Lord Dunsany fue un pionero. Un visionario que escribió en el albor del siglo XX y cuya obra inspiró a figuras como J.R.R. Tolkien, H.P. Lovecraft, Jorge Luis Borges, Ursula K. Le Guin y Neil Gaiman, entre muchos otros. Sin embargo, su legado ha sido sepultado por el paso del tiempo y por la sombra colosal de aquellos a quienes él mismo abrió el camino. Y, aun así, el eco de su voz sigue resonando en cada rincón de la fantasía contemporánea.
Un aristócrata que soñaba con dioses inventados
Nacido en 1878 como Edward John Moreton Drax Plunkett, Lord Dunsany pertenecía a la aristocracia irlandesa. A pesar de su origen privilegiado, eligió un camino literario insólito. En lugar de consagrarse al realismo, como dictaban las modas de su época, escribió sobre ciudades imposibles, criaturas míticas y dioses ajenos a cualquier religión conocida.
Su primer libro, The Gods of Pegāna (1905), es una suerte de Génesis mitológico escrito desde la nada, con deidades y cosmogonías propias. Esta obra fue un escándalo estilístico y conceptual: ningún autor había inventado una mitología desde cero con tal ambición literaria. A partir de ahí, Lord Dunsany cultivó un estilo lírico, simbólico y profundamente poético que alimentó una nueva forma de imaginar lo fantástico.
Lord Dunsany y la arquitectura del mito moderno
Cuando Tolkien comenzó a escribir sus primeros textos sobre la Tierra Media, reconoció la influencia directa de Lord Dunsany. No solo por su capacidad para construir mundos coherentes, sino por su estilo arcaizante, su cadencia narrativa y su respeto reverencial por el poder del mito.
Autores como Lovecraft —que confesó haberlo leído con devoción— tomaron de él la idea de los dioses cósmicos, antiguos y sin rostro. Borges lo incluyó en su famosa Antología de la literatura fantástica. Y el propio Neil Gaiman ha citado repetidamente a Lord Dunsany como una de sus mayores influencias.
Sin embargo, a diferencia de Tolkien, cuya narrativa fue abrazada por el gran público, Lord Dunsany fue siempre más experimental, más abstracto, más difícil de encasillar. Eso, unido a su lejanía temporal y a su estilo denso y simbólico, ha hecho que su obra sea leída hoy por una minoría ilustrada más que por masas de lectores.
El legado de un gigante invisible
The King of Elfland’s Daughter (1924) es probablemente su novela más accesible y también más hermosa. Es un cuento de hadas para adultos, impregnado de nostalgia, melancolía y belleza atemporal. Su estructura anticipa muchas de las obsesiones posteriores de la fantasía. El choque entre lo real y lo mágico. La imposibilidad de conciliar dos mundos. El anhelo por lo que ya no existe.

Pero más allá de libros concretos, Lord Dunsany legó una forma de pensar la literatura fantástica como un acto de invención total. Su obra no busca verosimilitud, sino asombro. No se apoya en tramas complejas, sino en atmósferas, en símbolos, en la reverberación emocional que deja una buena historia contada como si fuera una leyenda ancestral.
Hoy, sus libros sobreviven en ediciones minoritarias, en antologías literarias o en colecciones de aficionados. Y, sin embargo, cada vez que un autor contemporáneo se lanza a construir un mundo desde cero —con religiones inventadas, idiomas ficticios o cosmogonías imaginarias— está, de alguna manera, caminando sobre las huellas de este aristócrata irlandés.