Jennifer Lawrence, la chica en llamas que dignifica a Hollywood

La actriz, productora, modelo, y todo lo que ella quiera, recibe en el Zinemaldia el Premio Donostia a toda su carrera. Un poco tarde, a mi modo de ver: tiene ya 35 años

Jennifer Lawrence asiste al estreno de 'Die My Love' durante el 78º Festival de Cine de Cannes, en Cannes, Francia, el 17 de mayo de 2025.
EFE/EPA/MOHAMMED BADRA

Bette Davis lo recibió a los 81 años. Y fumando. A ver. No nos hagamos los interesantes. Todos sabemos que, al igual que muchos galardones, algunos de ellos muy regios, los Premios Donostia están lastrados por una tempestividad enjuagada en el departamento de marketing del SSIFF. Es bastante evidente que coincida año tras año la insignia de oro y diamantes del festival con la presentación de la película estelar de turno. Reclamo, cláusula contractual, como los presentadores que firman con un grupo editorial que también publica libros y hace series, lo que se conoce como el pack PLP (Programa-Libro-Peli), o como quieras llamarlo. Ha habido casos bastante flagrantes, por no decir muy cantosos, de Premios Donostia, parecidos a aquel Príncipe de Asturias que le dieron a Fernando Alonso. A Michael Schumacher, el pobre, no le dio tiempo a empadronarse en Cangas de Onís y se lo tuvieron que dar dos años después. Pero bueno, “las gentes del cine” lo asumen y disimulan: lo hacen el resto y todo sea por mantener al Zinemaldia en la tête de la course festivalera.

Sin embargo, este año el galardón está más que justificado: lo recibe Jennifer Lawrence, la chica en llamas, el último icono del Hollywood clásico del siglo XXI. Y aunque venga con un pan bajo el brazo, Die My Love, que además produce, ha construido una carrera en el séptimo arte, tomando de aquí y allá, raramente ejemplar.

Ganadora del Oscar a la Mejor Actriz con tan solo 22 años -segunda mujer más joven en recibirlo tras Marlee Matlin en 1987 por Hijos de un dios menor-, Lawrence representa todo lo que quiere ser Hollywood y, sobre todo, todo lo que nosotros queremos que sea, ahora y siempre, mientras mirábamos los proto moodboards de nuestra prosaica habitación de piso de provincias, antes; o los shorts verticales, ahora: un polvo de estrellas talentoso, luminoso, carismático, bello. Todo eso, y más, lo robó al fuego la chica en llamas, Jennifer Lawrence.

La actriz Jennifer Lawrence, durante la rueda de prensa del Festival de Cine de Cannes
La actriz Jennifer Lawrence, durante la rueda de prensa del Festival de Cine de Cannes. EFE

El Hollywood clásico del Siglo XXI, oxímoron solo al alcance de la fábrica de sueños, no quiere estrellas distantes, irrealmente aspiracionales, como la Davis, reina de Inglaterra del cine. Busca referentes reales, modelos imperfectos, que se tropiezan en la entretela del Dior subiendo a por el Oscar. Nunca tropezarás dos veces con la misma piedra. Pero contra un cono naranja, sí, al año siguiente y en la alfombra roja previa a la gala.

Entre caída y caída, a la actriz de Kentucky le ha dado tiempo a desparramar su talento y magnetismo en la pantalla. Además de la aludida El lado bueno de las cosas (por favor, Blade Runners, localizad en su madriguera al traductor de títulos) en la que tanto ella como Bradley Cooper salieron disparados a las estrellas, su sola presencia justifica el visionado de filmes como La gran estafa americana, en el que brilla bajo un potente reparto coral, o la poco valorada Joy, vehículo al servicio de su talento, biopic melodramático que cuenta la vida de Joy Mangano, la mítica creadora del gigante del home shopping HSN, todo un referente en las teles de Estados Unidos. Es una pena que esta película pasara desapercibida en Europa, muy probablemente por centrarse en el negocio de la teletienda, tan oscuro en nuestro continente, y tan luminoso en América. Créeme, sé bien de lo que hablo. Los tres filmes, sin ser obras maestras, están dirigidos por David O. Russell, otro mérito de Lawrence, en este caso aguantar al ogro come-actores Russell (que se lo pregunten a Lily Tomlin), y representan el mejor cine comercial de Hollywood: ese que apuntala al cine como una de sus más potentes industrias y de la que Jennifer Lawrence es un engranaje importante que ya nos gustaría tener por aquí.

Jennifer Lawrence / EFE

Con asiento VIP en el star system, se convierte en ídolo juvenil interpretando a Katniss Everdeen en Los juegos del hambre, corporeizando para millones de adolescentes a la ‘Girl On Fire’ de la saga, nunca un nombre de guerra mejor puesto. En los descansos para el bocata, a la manera de toda buena estrella de Hollywood se hizo, como se dice en el argot de los mimillonarios de Mulholland Drive, “unos Marvel”. X-Men, en este caso. Por supuesto, pero esto solo le importa a ella y a su representante, se coloca con 25 añitos en el Top 1 de las actrices mejor pagadas de Hollywood. En 2017 se adentra en el oscuro bosque del cine de qualité en la controvertida Mother!, cayendo en la trampa del auteur Darren Aronofsky, auténtica estrella en este absurdo engendro ombliguista. Ya lo decía mi madre: “como en casa en ningún sitio”. Probablemente hastiada por la experiencia, al año siguiente funda su propia compañía, Excellent Cadaver, con la que lleva producidas media docena de películas.

Enhorabuena San Sebastián, este año no has tropezado con tu Premio Donostia. Jennifer sí, pero solo un par de veces.

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