Con apenas 35 años, Jennifer Lawrence se convertirá en la Premio Donostia más joven de la historia del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. El galardón, que en ediciones pasadas ha reconocido a figuras como Cate Blanchett, Penélope Cruz o Ricardo Darín, supone – además de la confirmación de su estatus como estrella global – el reconocimiento a una carrera que ha sabido combinar el éxito en el cine comercial con una apuesta decidida por proyectos de riesgo artístico.
La gala de entrega -la número 73- se celebrará el 26 de septiembre en el Auditorio Kursaal y culminará con la proyección de Die My Love, la nueva película dirigida por Lynne Ramsay y coproducida por la propia Lawrence, en la que encarna a una mujer atrapada entre el amor y la psicosis. El filme, presentado en Cannes y previsto para estrenarse en cines el próximo 7 de noviembre, marca un punto de inflexión en su trayectoria, al abrir una senda más intimista y emocional en la interpretación.

El reparto de Die My Love refuerza esa ambición artística al reunir a nombres como Robert Pattinson, LaKeith Stanfield, Nick Nolte y Sissy Spacek, confirmando que la actriz ha sabido rodearse de un equipo dispuesto a explorar territorios emocionales poco transitados por el cine de gran escala.
La elección de este título como carta de presentación en San Sebastián no es casual: el festival ha apostado en los últimos años por visibilizar un cine donde la introspección, la mirada femenina y las nuevas narrativas conviven con las trayectorias consolidadas.

Jennifer Lawrence irrumpió en la gran pantalla con Lazos de sangre y se convirtió en icono global gracias a la saga de Los juegos del hambre, pero fue con El lado bueno de las cosas cuando alcanzó la cima al recibir el Oscar a mejor actriz en 2012. Desde entonces ha sabido alternar papeles en superproducciones como La gran estafa americana, Joy o No mires arriba con proyectos más comprometidos, un equilibrio que se ha reforzado desde 2018 con la creación de su propia productora, Excellent Cadaver, junto a Justine Ciarrocchi. Bajo ese sello ha impulsado títulos como Causeway o el documental Bread & Roses, galardonado con un premio Peabody, que demuestran su interés por historias provocadoras, arriesgadas y con una clara vocación social.
El reconocimiento que ahora le otorga San Sebastián coincide también con el homenaje a la productora española Esther García, vinculada a la compañía El Deseo de Pedro Almodóvar, lo que refuerza el perfil del festival como espacio donde conviven las grandes voces internacionales y las trayectorias fundamentales del cine español. Para Lawrence, el Donostia simboliza un nuevo capítulo en su carrera: ya no se trata solo de ser el rostro de una generación cinematográfica, sino de situarse al frente de relatos que cuestionan, conmueven y transforman.

El Premio Donostia, que nació en 1986 y se ha convertido en una de las distinciones más prestigiosas del panorama internacional, reconoce tanto el legado como la capacidad de renovación. En el caso de Jennifer Lawrence, el galardón llega temprano, pero oportuno. Su carrera demuestra que es posible ser una actriz de éxito global y, al mismo tiempo, una creadora que arriesga, que produce y que se adentra en territorios incómodos con la misma determinación con la que conquistó Hollywood.
En San Sebastián, frente a un público que celebra tanto la memoria como el presente del cine, Lawrence recibirá un homenaje que la consagra como una de las voces más audaces de nuestro tiempo.