En la larga historia de la literatura occidental, hay libros que cambian el curso de la narrativa, aunque su fama no se traduzca en lecturas masivas. Ese es el caso de La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy (The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman), escrita por Laurence Sterne a mediados del siglo XVIII.
Una obra excéntrica, divertida, profundamente innovadora y, a día de hoy, injustamente olvidada por el gran público. Sin embargo, muchos críticos la consideran la precursora de la novela moderna, por su estilo fragmentado, autorreflexivo y su estructura poco convencional.
Una novela adelantada a su tiempo
Publicada en nueve volúmenes entre 1759 y 1767, Tristram Shandy rompió con las normas narrativas de su época. Mientras el resto de novelistas del siglo XVIII se centraban en contar historias lineales, con principio, nudo y desenlace, Sterne optó por hacer todo lo contrario: rompió la cronología, interrumpió la trama constantemente y convirtió a su narrador en el verdadero protagonista, no tanto por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta.

Desde las primeras páginas, el lector se da cuenta de que está ante algo radicalmente distinto. Tristram intenta relatar su propia vida, pero se desvía sin cesar. Su nacimiento se retrasa durante cientos de páginas y, cuando por fin ocurre, se convierte en otra excusa para hablar de teorías médicas, anécdotas familiares y reflexiones filosóficas.
Una estructura fragmentaria y llena de humor
La obra está plagada de digresiones, notas al pie exageradas, capítulos que aparecen en desorden, páginas en blanco, dibujos y símbolos tipográficos inusuales. Sterne incluso invita al lector a arrancar páginas o las deja en negro como gesto de duelo. Estas estrategias, revolucionarias en su momento, anticipan los recursos que siglos más tarde usarían autores como James Joyce, Virginia Woolf o Italo Calvino.
Además, Tristram Shandy es una obra profundamente humorística. Su ironía sutil, sus personajes excéntricos —como el tío Toby, obsesionado con las batallas militares, o el señor Walter Shandy, amante de teorías absurdas— y su constante juego con el lector lo convierten en uno de los textos más cómicos del siglo XVIII. Todo ello sin dejar de ser un comentario agudo sobre la condición humana, el lenguaje, el conocimiento y la memoria.
Influencia en la literatura contemporánea
Aunque pocos lo han leído, muchos escritores lo han admirado. Virginia Woolf lo describió como “el primer novelista verdaderamente moderno”. James Joyce se inspiró en su estilo para Finnegans Wake, y Laurence Sterne es citado frecuentemente como una figura clave para entender la posmodernidad literaria. La novela rompió con la idea de que el narrador debía ser invisible y neutral: Tristram no solo es el centro de atención, sino que dialoga con el lector, bromea, exagera y miente.
Autores contemporáneos como David Foster Wallace o Javier Marías han reconocido en Sterne a un precursor. Incluso en el cine, el espíritu de Tristram Shandy ha sido reivindicado: en 2005, Michael Winterbottom dirigió A Cock and Bull Story, una adaptación libre y metanarrativa sobre el intento de rodar la novela.
¿Por qué casi nadie lo ha leído?
Pese a su importancia histórica, Tristram Shandy no es un libro fácil. Su lenguaje, su estructura caótica y su falta de acción han hecho que muchos lectores lo abandonen antes de la mitad. Sin embargo, quienes perseveran encuentran en él una experiencia literaria única, tan experimental como divertida, tan absurda como profunda.
En una época donde abundan las narrativas sencillas y directas, revisitar a Laurence Sterne es una invitación a pensar la novela desde sus límites. Y es que, dos siglos y medio después, Tristram Shandy sigue desafiando las reglas. Tal vez por eso, más que una reliquia del pasado, es un libro del futuro.