GALICIA

El Magosto de San Martiño: la fiesta pagana que Ourense celebra para su patrón

El Magosto de San Martiño es una de las fiestas más esperadas del calendario ourensano. Te contamos todas sus curiosidades

Magosto de San Martiño, Ourense.

Cada año, cuando las hojas comienzan a alfombrar las calles y el olor a castañas asadas inunda el aire, Ourense se prepara para una de sus celebraciones más queridas: el Magosto de San Martiño, una tradición ancestral que une fuego, vino, risas y comunidad.

Aunque se celebra en honor al patrón de la ciudad, San Martiño de Tours, la raíz de esta fiesta es mucho más antigua y guarda un alma pagana que sobrevive, intacta, en el corazón del otoño gallego.

De ritual pagano a fiesta patronal

El origen del Magosto se remonta a las antiguas celebraciones celtas del fin de la cosecha, un rito que marcaba el inicio del invierno y servía para agradecer las últimas recolecciones del año. Era un momento para reunirse alrededor del fuego, compartir la comida —especialmente las castañas— y brindar por la buena fortuna de los meses venideros. Con la llegada del cristianismo, este ritual se fusionó con la festividad de San Martiño (11 de noviembre), soldado romano convertido en santo, símbolo de generosidad y del llamado “veranillo de San Martín”, esos días templados que anticipan el frío.

En Ourense, ciudad termal por excelencia y de espíritu festivo, la mezcla funcionó a la perfección: la devoción por el santo y el arraigo del magosto se fundieron en una celebración que hoy combina procesiones, ofrendas, fuegos y una gran convivencia popular.

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Una experiencia que se vive con los cinco sentidos

El Magosto no se explica: se vive. En el monte, en las plazas o en los patios, las hogueras comienzan a encenderse desde la tarde. El crepitar del fuego marca el ritmo mientras las primeras castañas se asan lentamente, envueltas en el humo que impregna la ropa y el ambiente de un aroma inconfundible.

En cada rincón se repite la misma escena: grupos de amigos y familias alrededor del fuego, compartiendo risas, vino nuevo y pan de maíz. En algunas zonas, se preparan también chorizos asados o empanadas, mientras los más pequeños se divierten tiznándose la cara con las cenizas del fuego, una costumbre popular que, según la tradición, atrae la suerte y ahuyenta los malos espíritus.

En Ourense capital, la fiesta se multiplica. Los barrios se llenan de magostos populares, organizados por asociaciones vecinales y peñas. En el Parque de Montealegre o en el Posío, cientos de personas se reúnen para celebrar el otoño como se hacía hace siglos: comiendo castañas, brindando con vino del Ribeiro y cantando al ritmo de gaitas.

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El corazón social del otoño gallego

Más allá del rito, el Magosto es una fiesta profundamente social. Marca un punto de encuentro entre generaciones: abuelos que enseñan a sus nietos a asar las castañas, vecinos que se reúnen una vez al año y jóvenes que redescubren las tradiciones de su tierra.

No faltan los juegos populares, las gaitas, los bailes y las comparsas improvisadas. En muchas aldeas, el magosto termina convertido en una pequeña romería, donde el vino corre tanto como las historias. En otras, se acompaña de concursos, degustaciones y pasacalles. Pero el espíritu es siempre el mismo: compartir y celebrar lo cotidiano.

San Martiño, patrón de generosidad

La figura de San Martiño se entrelaza con este espíritu comunitario. Según la leyenda, un frío día de invierno el joven soldado romano se cruzó con un mendigo tiritando y, sin dudarlo, cortó su capa en dos para compartirla. Esa acción de compasión lo convirtió en símbolo de solidaridad, una virtud que encaja con el alma del Magosto: compartir el calor, la comida y el vino.

San Martiño, Ourense.
San Martiño, Ourense.

Por eso, cada 11 de noviembre, además del fuego y las castañas, Ourense celebra también el valor de la generosidad. Las iglesias rinden homenaje al santo, mientras las calles se llenan de un bullicio alegre que difumina la frontera entre lo sagrado y lo popular.

Una tradición que se reinventa sin perder su alma

Hoy, el Magosto de San Martiño es una de las fiestas más esperadas del calendario ourensano. Su fuerza está en que no necesita artificios: basta con fuego, castañas, vino y buena compañía. Algunos lo viven como una excusa para salir al monte; otros, como un rito de identidad.

Y es que, aunque el calendario avance y las tradiciones cambien de forma, el Magosto sigue siendo lo que siempre fue: una celebración de la vida, del otoño y del calor humano frente al frío. En Ourense, cada llama encendida el 11 de noviembre recuerda que la alegría también puede ser un acto de resistencia.

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