La crítica despiadada

‘La voz de Hind Rajab’: el silencio que desgarra al mundo

El último proyecto de la directora tunecina Kaouther Ben Hania narra la desgarradora historia real de una niña de 6 años asesinada en Gaza

'La voz de Hind Rajab': el silencio que desgarra al mundo
'La voz de Hind Rajab': el silencio que desgarra al mundo
Montaje: kiloycuarto

En el Festival de Venecia, donde las películas compiten por el León de Oro y por un lugar en la conversación global, pocas obras han provocado una conmoción semejante a La voz de Hind Rajab, el nuevo largometraje de la directora tunecina Kaouther Ben Hania. Lo que allí ocurrió —periodistas llorando, profesionales de la industria incapaces de formular una pregunta, un aplauso de más de 23 minutos que podría convertirse en un récord histórico del festival— revela algo más que la eficacia cinematográfica de una obra: habla del estremecimiento moral que produce enfrentarse a una verdad imposible de metabolizar.

Ben Hania, nominada al Oscar por The Man Who Sold His Skin y por el documental Four Daughters, construye aquí su trabajo más poderoso, más político y más íntimo a la vez. Una película en la que la forma —híbrido entre ficción y documental— es inseparable de su propósito: acercar al espectador, sin mediación posible, la voz real de Hind Rajab, una niña palestina de 6 años que murió en Gaza en enero de 2024 tras horas atrapada en un coche lleno de cadáveres, único refugio frente al avance de los tanques israelíes.

Kaouther Ben Hania, directora de la película 'The voice of Hind Rajab'
Kaouther Ben Hania, directora de la película ‘The voice of Hind Rajab’

La premisa del film es sencilla, aunque insoportable: los audios reales de la niña hablando con los voluntarios de la Media Luna Roja Palestina sirven como columna vertebral de un dispositivo cinematográfico que se despliega en un único espacio —un centro de emergencias a más de 80 kilómetros de distancia—, donde actores interpretan a los trabajadores que intentaron salvarla. La decisión de Ben Hania de conservar la voz de Hind, sin reconstrucciones ni doblajes, convierte la pantalla en una herida abierta. Cada palabra, cada respiración, cada súplica (“por favor, venid a buscarme, tengo miedo”) activa en el espectador la ilusión de que todavía queda tiempo para salvarla, aunque todos sepamos que esa posibilidad murió hace más de un año.

La película se mueve con la tensión de un thriller de tiempo real, pero su potencia emocional reside en otro lugar: en la constatación de que el heroísmo de los voluntarios se estrella contra una burocracia militar que decide quién vive y quién muere. Un vehículo de ambulancia espera a apenas ocho minutos del lugar donde se esconde la niña; pero para que pueda moverse necesita autorización del ejército israelí, que solo puede llegar mediante intermediarios y negociaciones interminables. Es un mecanismo de suspense que no se apoya en la espectacularidad, sino en lo absurdo y lo cruel de la distancia, en la impotencia de quienes escuchan cómo una vida se apaga al otro lado de una línea que se corta y se retoma entre el fuego y el silencio.

The Voice of Hind Rajab, de Kaouther ben Hania
The Voice of Hind Rajab, de Kaouther ben Hania

Los actores —Motaj Malhees, Saja Kilani, Clara Khoury, Amer Hlehel— no componen héroes de manual. Son trabajadores desbordados, frágiles, rotos por el deber y por el horror. Malhees, como el joven voluntario que primero contacta con Hind, sostiene con temblor veraz la mezcla de ingenuidad y determinación de alguien que intenta, literalmente, hablarle a una niña para guiarla hacia la vida. Kilani encarna a la supervisora que fuma compulsivamente mientras intenta mantener la voz serena. Khoury construye un personaje que opera como columna emocional del grupo, y Hlehel carga el peso burocrático de coordinar lo que es imposible de coordinar. La película acierta al no santificar a estos personajes: se enfadan, se culpan, se contradicen. Esa imperfección los llena de humanidad.

La directora evita deliberadamente cualquier imagen explícita de violencia. No muestra el ataque al coche ni el momento de la muerte. Solo muestra la espera, el teléfono que suena, la pantalla que titila, los pasillos del centro de emergencias. Es una elección estética y ética: la violencia está en la ausencia, en lo que ya no puede verse. Ben Hania sabe que todo lo que pueda enseñar será siempre menos devastador que lo que estamos escuchando.

A mitad del metraje, la película golpea con una de sus ideas más brutales: la distancia de 52 millas entre el centro de emergencias y la niña define una frontera entre el deber y la imposibilidad. “Queremos cambiar lo que está pasando, pero no podemos movernos de aquí”, lamenta uno de los voluntarios. Esa frase, repetida como un estribillo trágico, articula la tesis del film: el aparato humanitario que intenta salvar vidas está siempre a demasiada distancia de quienes más las necesitan.

Kaouther Ben Hania se alzó con el León de Plata del Festival de Venecia por 'La voz de Hind Rajab'
Kaouther Ben Hania se alzó con el León de Plata del Festival de Venecia por ‘La voz de Hind Rajab’
Festival de Venecia

Cuando La voz de Hind Rajab se aproxima a su desenlace, Ben Hania abandona la dramatización y la cámara se abre hacia el documental puro: aparece la madre de Hind, y con ella, la vida cotidiana que la guerra interrumpió. Luego, imágenes caseras de la niña jugando en la playa. Esa transición —del sonido fragmentado de la llamada al rostro real de quien ya no está— activa un duelo con muy poca posibilidad de consuelo. Ninguna reconstrucción podría competir con la devastación de lo real.

El film, respaldado por productores como Brad Pitt, Joaquin Phoenix, Rooney Mara, Jonathan Glazer y Alfonso Cuarón, no es un panfleto: es un documento ético que confía en el espectador. No es estridente ni denuncia de forma explícita, no muestra cadáveres. Simplemente escucha y, lo más desgarrador, obliga a escuchar. Así, lo que queda tras verla no es una idea política, aunque la película sea profundamente política. Es un hueco en el pecho: el silencio que sigue a las súplicas de una niña que pregunta si ya van de camino, si falta mucho, si deben esperar un poco más.

La voz de Hind Rajab es una obra que desgarra porque no se permite el consuelo de la ficción. Porque recupera la voz de una niña que no tuvo futuro y la convierte en la hija de todos, recordándonos que no hay guerra lejana para quien quiere mirar… y escuchar.