La literatura universal guarda secretos que, con el paso de los siglos, siguen sorprendiendo a lectores y especialistas. Uno de ellos tiene nombre propio: George Eliot, una autora que se vio obligada a esconder su verdadera identidad bajo un seudónimo masculino para poder publicar con libertad y ser tomada en serio en la Inglaterra victoriana.
Su caso es uno de los ejemplos más reveladores de cómo el talento femenino se disfrazó de masculino para sobrevivir en un mundo literario dominado por hombres.
¿Quién se escondía detrás de George Eliot?
Detrás de George Eliot se encontraba Mary Ann Evans, nacida en 1819 en Warwickshire. Desde muy joven destacó por su inteligencia, su cultura y su independencia de pensamiento. Sin embargo, en la rígida sociedad británica del siglo XIX, ser mujer y pretender ser considerada una autora seria resultaba prácticamente imposible.
Por eso, Mary Ann decidió crear una identidad paralela. Con el nombre de George Eliot logró sortear prejuicios, evitar la etiqueta de “novela femenina” y situarse de inmediato entre los escritores de prestigio. Ese gesto, a medio camino entre la astucia y la necesidad, cambió el rumbo de su vida. Y también el de la literatura en lengua inglesa.
‘Middlemarch’, la obra que lo cambió todo
El mayor legado de George Eliot fue Middlemarch, publicada entre 1871 y 1872. Hoy se considera no solo su mejor novela, sino también una de las cumbres de la narrativa en inglés.

Escritoras como Virginia Woolf llegaron a decir que era “una de las pocas novelas escritas para adultos”. Y críticos contemporáneos la han coronado como la mejor novela jamás escrita en lengua inglesa.
La complejidad de sus personajes, la radiografía social que ofrece y la hondura psicológica de su prosa hicieron de Middlemarch un punto de inflexión. Sin embargo, lo más revelador es que aquella obra maestra llegó al mundo firmada como George Eliot, y no como Mary Ann Evans.
El peso de ser mujer en el siglo XIX
La elección de un seudónimo masculino no fue un capricho. George Eliot entendía bien las barreras que la sociedad imponía a las mujeres.
La crítica literaria de la época solía despreciar las obras firmadas por autoras, considerándolas menores o relegándolas a la categoría de “novelas románticas”.

Mary Ann Evans sabía que quería ser algo distinto. Una autora leída y respetada en los mismos círculos que Dickens o Thackeray. Al adoptar la identidad de George Eliot, logró lo que de otro modo hubiera sido impensable: que su obra fuese valorada por su calidad y no despreciada por el género de quien la escribía.
Una vida marcada por la polémica
Más allá de su literatura, George Eliot también desafió las normas sociales en su vida personal. Mantuvo una relación con el filósofo George Henry Lewes, quien estaba casado y no podía divorciarse legalmente.
Esa unión, que rompía con la moral victoriana, la convirtió en una figura escandalosa a ojos de la sociedad.
Paradójicamente, el nombre de George Eliot le permitió separar parte de su vida privada de su reconocimiento público. Aunque los rumores nunca dejaron de acompañarla. En cualquier caso, nada pudo empañar la grandeza de su obra.