Crítica de ópera

Un tercer acto de ‘La Valquiria’ que vale por una ‘Tetralogia’

El gran triunfador de la velada volvió a ser el impactante Wotan de Michael Volle, un barítono sensacional que se encuentra en el momento más dulce de su carrera con 65 años cumplidos

la-valquiria-2
Anja Kampe (Brünnhilde) con el resto de las Valquirias y Vida Miknevičiūtė (Sieglinde).
Monika Rittershaus

Berlín. Staatsoper unter der Linden, 7/10/2025. Richard Wagner: Die Walküre (La Valquiria) Michael Volle (Wotan), Anjia Kampe (Brünnhilde) Vida Miknevičiūtė (Sieglinde), Eric Cutler (Siegmund) Mika Kares (Hunding), etc. Staatskapelle Berlin, Christian Thielemann, director musical. Dmitri Tcherniakov, director de escena.

Christian Thielemann y la Staatskapelle Berlin: continúan las representaciones de la Tetralogía de Wagner en la Staatsoper de Berlín con paso firme, pero en dirección contrapuesta. Mientras que la discutible producción de Tcherniakov naufraga sin remedio, sobre todo a partir del segundo acto, la interpretación musical de Thielemann se engrandece exponencialmente hasta alcanzar un tercer acto épico. El regista ruso nos hurta la simbología de los dioses y se centra en la disección y experimentación psicoanalítica e intelectual del ser humano. Nos deja sin imágenes impactantes con una puesta en escena tecnocrática, iluminada con fríos neones, carente de rigurosidad y de referencias a la naturaleza fantástica que impregna todo el Ring wagneriano. Cierto es que hay una dirección de personajes muy bien trabajada, pero no hay magia.

En la primera noche del festival escénico aparecen por primera vez los seres humanos, (Siglinde, Siegmund y Hunding) y Wagner, en cierto modo, retoma su narración y la música adquiere un nuevo tono, con una mayor expresividad y énfasis que en El oro del Rín, acorde con los grandes sentimientos que ocupan cada vez más espacio en la narración dramática. Además de los intensos diálogos, que Wagner elabora con gran profundidad psicológica, destacan las efectistas partes instrumentales como la popular Cabalgata de las valquirias o el intenso Feuerzauber (Magia del fuego) al final de la ópera, que sin duda se encuentran entre los momentos musicales más destacados de toda la tetralogía del Anillo, con un efecto en el oyente abrumador.

La tormenta invernal, la noche de luna llena y el amor desenfrenado entre los dos hermanos gemelos (Siglinde y Siegmund) del primer acto es uno de los momentos más bellos de toda la literatura operística, que aquí se salva gracias a una dirección musical excelsa, repleta de matices sonoros, llena de espontaneidad y claridad camerística. Todo lo contrario de lo que ocurre con la monocroma propuesta escénica de Tcherniakov, que no atraviesa la epidermis en ningún momento. Tampoco ayuda en el primer acto la escenografía fría, mínima, sin referencia alguna a la cabaña de Hunding, en el centro de la cual se debería elevar un enorme fresno que se pierde en lo alto a través de un hueco del techo de madera y en cuyo denso tronco está insertada una espada (Nothung). Sin embargo, inexplicablemente la citada cabaña con el fresno en su interior si aparece en la jornada anterior en Rehingold.

Mika Kares (Hunding) amenaza a Vida Miknevičiūtė (Sieglinde) en presencia de Anjia Kampe (Brünnhilde).
Monika Rittershaus

En el apartado vocal Eric Cutler fue un Siegmund heroico, digno, de timbre un tanto áspero y una voz algo más ligera de lo que demanda el guerrero. Mika Kares en el papel de Hunding lució una voz potente y oscura. Pero lo mejor del primer acto fue la actuación de la soprano de apellido impronunciable, Vida Miknevičiūtė, como Sieglinde. La cantante lituana es una soprano que hay que seguir con atención: esbelta, juvenil y dramática; maneja la voz con inteligencia y posee un color tornasolado cuando canta piano, pero es realmente impactante en los apasionados estallidos vocales con unos agudos firmes, nunca estridentes, como mostró al final del dúo amoroso del primer acto y, sobre todo, en la breve pero emotiva escena del segundo acto en su intenso dúo con Siegmund. Claudia Mahnque no logró remontar el vuelo tras su deficiente Rheingold como Fricka, así su extenso dúo con Wotan del segundo acto se hizo interminable. Suficientes y bien conjuntadas las ocho valquirias, con mención especial a la joven soprano Sonja Herranen, que nos impactó con su luminosa Helmwige.

De nuevo, como ya advertimos el día anterior en El oro del Rín, el gran triunfador de la velada volvió a ser el impactante Wotan de Michael Volle, un barítono sensacional que se encuentra en el momento más dulce de su carrera con 65 años cumplidos. El poderoso cantante alemán posee un registro grave aterciopelado, un registro medio bellísimo y sonoro y unos agudos potentes y luminosos. Pero lo que más impacta de este excelente cantante es su intensidad interpretativa y una paleta vocal llena de color. Volle interpretó el conocido monólogo del segundo acto como si se tratara de un Lied de Schubert, con una dicción maravillosa y una concentración tal que llegó a impactar al oyente. Pero Volle posee también unos agudos aterradores, como en la escena en la que ha de enfrentarse a las Valquirias al comienzo del tercer acto. Aunque el momento más sobrecogedor de la noche se produjo cuando Volle interpretó de forma abrumadora la despedida de Brünnhilde “Leb‘ wohl, du kühnes herrliches Kind!” (¡Adiós, niña audaz y maravillosa!), una escena que por si sola justifica ya toda la Tetralogía.

Michael Volle (Wotan) con Anja Kampe (Brünnhilde).
Monika Rittershaus

Por suerte, Volle no estaba solo, a su lado tenía a una soprano dramática del calibre de Anja Kampe, que ha ido madurando con mucha cabeza y una buena técnica vocal un personaje con el que se encuentra ya plenamente identificada. Kampe, a diferencia de otras colegas suyas que encarnan este intrincado papel, jamás grita y nunca aparece un vibrato excesivo, tan frecuente como molesto. Estamos ante una Brünnhilde muy equilibrada vocalmente con unos graves suficientes, un formidable fraseo en el registro medio y unos agudos firmes, que nunca rehúye a pesar de sus límites vocales. Ambos, con la complicidad imprescindible de Thielemann y una Staatskapelle Berlin en plena forma, consiguieron encandilarnos con una interpretación apasionante y conmovedora durante toda la ópera y de forma especial en la última escena del tercer acto. Una experiencia única que el firmante de esta reseña no recuerda haber escuchado nunca en vivo en un teatro. El éxito, como no podía ser de otra manera, fue mayúsculo con toda la platea y los pisos superiores en pie gritando encendidos y sonoros bravos.

TAGS DE ESTA NOTICIA