En el templo del tenis sobre hierba, donde la tradición se funde con la gloria deportiva, las deportistas españolas han logrado una hazaña muy significativa, y esa es la de superar a sus compatriotas varones en resultados obtenidos a lo largo de la historia de Wimbledon.
Históricamente ha sido un torneo difícil para el tenista español, dado que la superficie que no se adapta fácilmente a los estilos de los tenistas formados en arcilla.
Lili Álvarez, pionera del deporte femenino en España, disputó tres finales consecutivas en 1926, 1927 y 1928, en plena época dorada del tenis británico.

A ella se suman Garbiñe Muguruza, que jugó dos finales en 2015 y 2017 (ganando esta última), y Arantxa Sánchez Vicario, quien también alcanzó la instancia decisiva en 1995 y 1996.
Además, Conchita Martínez hizo historia al coronarse campeona en 1994, único título individual español en categoría femenina.
En total, las tenistas españolas han disputado nueve finales en Wimbledon, una más que sus pares masculinos.

A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los Grand Slam, donde los hombres suelen acaparar la atención por los logros de figuras como Nadal o Alcaraz, en Wimbledon la historia tiene otro tono.
La regularidad de las mujeres en las rondas finales demuestra que han sabido adaptarse mejor al suelo londinense, y que han encontrado formas eficaces de competir frente a jugadoras de élite mundial.
Garbiñe Muguruza es, probablemente, el ejemplo más claro de esta adaptación. Su estilo de juego agresivo, con un saque potente y golpes planos, se ajusta perfectamente a las exigencias del césped.
La hazaña de Muguruza rescató el legado iniciado décadas atrás por Lili Álvarez, quien a pesar de no conseguir el trofeo, sentó las bases para que futuras generaciones soñaran con el césped británico.

A pesar de contar con nombres de talla mundial como Rafael Nadal, han sido pocos en levantar el trofeo en el cuadro individual masculino del torneo.
Arantxa Sánchez Vicario también dejó huella en Wimbledon, aunque sin coronarse. Su presencia constante en las fases finales a mediados de los 90 fue reflejo de una época dorada del tenis español femenino.
Al igual que Conchita Martínez, Arantxa demostró que, con esfuerzo y determinación, se podía competir al máximo nivel también fuera de la tierra batida.
Mientras tanto, los hombres, con Nadal como excepción, no han tenido la misma continuidad. A pesar de que el balear llegó a cinco finales y conquistó dos títulos, el resto de los tenistas españoles apenas ha rozado la gloria.
Presencia clave
Wimbledon es un torneo con códigos propios y en ese escenario, las mujeres españolas han sabido leer mejor el guion y protagonizar páginas más importantes de la historia del tenis.
Aunque los títulos no hayan sido numerosos, su presencia constante en finales es una victoria en sí misma.
Demostrando y reforzando aún más que las deportistas españolas han sabido manejar este tipo de torneos de gran reconocimiento internacional en el mundo del tenis.