Durante más de diez años, el Olympique de Lyon femenino actuó como el auténtico epicentro del fútbol europeo. Su dominio era tan constante que parecía inquebrantable, hasta que una etapa de inestabilidad comenzó a resquebrajar la corona de un equipo que había marcado una era. Pero la temporada 2025/2026 ha cambiado la narrativa: el conjunto francés vuelve a mostrarse como lo que siempre fue, un coloso competitivo, ambicioso y decidido a recuperar el trono, hasta el punto de haberse convertido ya en el primer equipo clasificado para los octavos de final en la Champions League.
El motor de esta resurrección tiene nombre propio: Michele Kang. Desde su llegada a la presidencia, la empresaria ha impulsado un proyecto global que ha reformulado la estructura del club, modernizado su modelo deportivo y redefinido sus aspiraciones. Bajo su mando, Lyon ha dejado de mirar al pasado para centrarse en un futuro que ella misma ha rediseñado.
Y los frutos ya se ven sobre el césped y en los despachos. La plantilla se ha reforzado con criterio, las bases institucionales se han actualizado y el equipo ha vuelto a conectar con esa excelencia competitiva que, no hace tanto, parecía haberse desvanecido.
Giráldez, el impulso que necesitaba el OL
La llegada de Jonatan Giráldez al banquillo ha supuesto el impulso definitivo que necesitaba el proyecto de las Lyonnes. El club apostó por un técnico que ya había dejado huella tanto en Europa como en su reciente etapa en Estados Unidos, y su aterrizaje en Lyon no ha hecho más que confirmar su capacidad para transformar equipos desde la idea y el detalle.
Su propuesta encaja con la identidad histórica del OL: un fútbol que quiere el balón, que presiona arriba sin tregua y que construye desde una estructura diseñada para potenciar a las jugadoras más talentosas entre líneas. Bajo su dirección, el equipo ha recuperado esa sensación de control absoluto que definió sus mejores años.

La adaptación ha sido sorprendentemente rápida. La plantilla ha asumido los automatismos del entrenador con naturalidad, y el impacto se refleja en un juego fluido, dominante y capaz de imponerse tanto en escenarios de vértigo como en partidos que exigen paciencia y elaboración. Con Giráldez, el OL ha encontrado el engranaje que faltaba para que el proyecto recupere toda su potencia.
El pasado que forjó la leyenda
El prestigio del Olympique de Lyon femenino no es fruto de la casualidad ni de un éxito repentino. Desde que la sección se integró plenamente en el club en 2004, el equipo construyó una trayectoria que lo convirtió en una auténtica potencia mundial. Sus ocho Champions League, un registro sin igual en el fútbol femenino, y más de una veintena de títulos de liga, la mayoría conquistados con una superioridad incontestable, cimentaron una reputación que pocos clubes han logrado igualar. A ello se sumó una generación irrepetible de futbolistas que definió una manera de jugar y elevó los estándares competitivos en Europa.

Pero incluso los gigantes atraviesan momentos de desgaste. Tras años de dominio absoluto, comenzaron a acumularse señales de fatiga.
El momento más frágil del club
El punto más crítico para el proyecto llegó en la primavera de 2025, cuando el Lyon quedó fuera de la Champions tras caer de forma sorprendente ante el Arsenal en las semifinales. El golpe definitivo llegó el 27 de abril, con un 1-4 en el Matmut Stadium que volteó la ventaja obtenida en la ida y dejó al equipo fuera de la final europea. Aquel desenlace, tan inesperado como doloroso, sacudió al grupo y abrió un debate profundo sobre la fortaleza real del modelo que había sostenido al club durante más de una década.
La eliminación se produjo en un contexto ya complejo. Varias jugadoras legendarias que habían sido columna vertebral del proyecto durante años se marchaban, lo que generó un vacío emocional y competitivo complicado de reemplazar. A ello se sumó la inestabilidad del fútbol masculino del club, cuya crisis interna alimentó un clima de incertidumbre que terminó afectando indirectamente al entorno del equipo femenino.
Como si fuera poco, el mercado comenzó a moverse en direcciones que escapaban al control habitual de un Lyon que durante tanto tiempo había marcado el paso en Europa. Por primera vez en muchos años, se percibió que el gigante francés podía tambalearse. Fue un recordatorio de que incluso los proyectos más dominantes pueden verse expuestos cuando coinciden varios focos de presión al mismo tiempo.
Por qué las leonas vuelven a rugir
El regreso del OL Lyonnes a la élite no responde a un golpe de suerte, sino a una reconstrucción meticulosa que ha redefinido los cimientos del club. Bajo el liderazgo firme de Michele Kang, la institución adoptó una hoja de ruta clara y contundente, capaz de despejar tensiones internas y devolver estabilidad a un proyecto que necesitaba reencontrar su dirección. Esa determinación desde los despachos fue el primer impulso para que el equipo volviera a funcionar como una estructura coherente.

El segundo paso llegó sobre el césped. Lyon afrontó un relevo generacional que llevaba tiempo posponiendo, despidiéndose de referentes históricos como Sara Däbritz, Amel Majri o Dzsenifer Marozsán. En su lugar, irrumpieron figuras destinadas a liderar el futuro inmediato: Marie-Antoinette Katoto, Jule Brand, Ingrid Engen, Korbin Albert, Ashley Lawrence y la joven Lily Yohannes, junto a la prometedora atacante de la casa, Sofia Bekhaled. Esta mezcla renovada de talento, juventud y experiencia devolvió ritmo, energía y competencia interna al vestuario.
A nivel institucional, el club también dio un salto adelante. Infraestructuras modernizadas, más recursos deportivos y una identidad cada vez más definida enviaron una señal inequívoca al resto del continente: Lyon estaba reconstruyéndose con la misma ambición con la que un día dominó Europa. La llegada de Jonatan Giráldez completó el círculo, aportando un enfoque táctico alineado con la esencia histórica del OL y una frescura que el equipo necesitaba para evolucionar.
El empujón final lo puso el orgullo. La dura eliminación europea de la temporada anterior dejó una herida que, lejos de fracturar al grupo, actuó como un catalizador emocional. Ese golpe despertó el espíritu competitivo que siempre distinguió a este club y avivó la determinación por volver a ser temibles.
Con todos estos elementos combinados, las leonas han recuperado el pulso, el hambre y la autoridad que parecían haberse diluido. El gigante francés, una vez más, camina con paso firme.


