El lujo es una industria destinada, mayoritariamente, a la mujer. Son ellas las que consumen gran parte de los símbolos de estatus y poder: bolsos, zapatos, gafas de sol, ropa y perfumes. Sin embargo, en la cúspide de la pirámide, la historia es muy distinta: los despachos de las grandes maisons han estado ocupados, de manera abrumadora, por hombres. En este contexto, el nombramiento de Francesca Bellettini como consejera delegada de Gucci representa un movimiento con fuerte carga simbólica. Kering anunció formalmente el 17 de septiembre que esta mujer asume la presidencia de la marca en sustitución de Stefano Cantino, que apenas llevaba nueve meses en el cargo. El cambio llega bajo la batuta del nuevo CEO de Kering, Luca de Meo, y no es menor: Gucci es la joya de la corona del grupo y la marca que más necesita reinventarse tras varios trimestres de caídas en ventas y resultados.
Bellettini no es una recién llegada al negocio del lujo. Economista de 55 años nacida en Cesena (Italia), ha trabajado en diversas compañías del sector. Tras una carrera inicial en la banca de inversión, se incorporó a Prada, Bottega Veneta y Gucci, donde pasó por áreas de desarrollo de negocio y comunicación. Pero fue en Saint Laurent donde se consolidó como una de las directivas más influyentes: entre 2013 y 2023 multiplicó por seis el tamaño de la firma, primero de la mano del diseñador Hedi Slimane y después junto a Anthony Vaccarello. Ahora llega con el encargo de revertir la caída de Gucci, que en el segundo trimestre registró descensos significativos de ventas y arrastró las cuentas del grupo. Kering ha reconocido públicamente que necesita “decisiones rápidas” para enderezar el rumbo.

Techo de cristal en el sector
Pocas mujeres han alcanzado lo más alto de las marcas de moda. Si miramos a los competidores, Louis Vuitton —la mayor firma de LVMH— está dirigida por Pietro Beccari; Hermès, con Axel Dumas como primer ejecutivo, mantiene la tradición familiar; y en Prada, Miuccia Prada es codirectora creativa y figura esencial, pero la gestión ejecutiva recae en Andrea Guerra. Incluso dentro de Kering, Balenciaga, Bottega Veneta o Alexander McQueen están lideradas por hombres en sus puestos ejecutivos. Es la paradoja de la moda: la clientela es femenina pero las decisiones de negocio son masculinas.
Las razones de esta brecha en la cúspide del lujo son múltiples. Se trata de grupos con estructuras familiares fuertes —LVMH (familia Arnault) y Hermès (familia Dumas)— que históricamente han colocado a figuras masculinas en lo más alto del poder. Las áreas financieras y de gestión —el camino natural hacia la dirección— han sido tradicionalmente menos accesibles para mujeres, a diferencia de los departamentos creativos, donde sí han brillado diseñadoras como Miuccia Prada, Phoebe Philo o Stella McCartney. En la última década, sin embargo, la presión regulatoria y social ha empujado hacia más diversidad en los consejos y en la alta dirección. En Europa, directivas como Bellettini, Delphine Arnault o Leena Nair marcan una transición hacia un liderazgo más plural.
Fusionar arte y negocios
Y ahora que Gucci necesita un empujón, Kering ha apostado por una mujer con una experiencia sólida. Bellettini llega con la reputación intacta tras haber conjugado creatividad y rentabilidad en Saint Laurent. Su reto será equilibrar la visión artística con el impulso financiero y volver a crecer en Asia —especialmente China—, un mercado fundamental para el sector y que atraviesa una desaceleración del consumo. La llegada de Francesca Bellettini a Gucci marca un punto de inflexión en un sector donde la igualdad de género aún está en construcción. Que Bellettini conquiste la cima de Gucci no solo tendrá impacto en las cuentas de Kering; también puede convertirse en un símbolo de que las mujeres están ocupando los puestos más relevantes en una industria pensada para ellas pero que, demasiado a menudo, se desarrolla sin ellas en despachos de mando.
El reto creativo no es menor. Gucci deberá encontrar un equilibrio entre iconos (que sostienen el negocio) y novedad (que alimenta el deseo). El trabajo de la nueva CEO no es diseñar, pero sí crear el marco en el que la creatividad pueda florecer sin comprometer la cuenta de resultados. Si su estrategia funciona, el impacto trascenderá a Gucci: servirá de recordatorio de que el futuro del lujo no se entiende sin mujeres en la toma de decisiones.