En España se ha normalizado la mentira en política porque, en el fondo, penaliza poco o nada en las urnas, pero el escándalo de las pulseras antimaltrato ha vuelto a dar en uno de los talones de Aquiles para el Gobierno en la pasada y en esta legislatura: el del falso feminismo. Después del escándalo de la ley del “sólo sí es sí”, que redujo las penas o puso en la calle a más de 1400 agresores sexuales (en realidad han dejado de dar datos sobre los beneficiados, así que podrían ser muchos más), el Gobierno tuvo que corregir a toda prisa lo que llamaron “fallos técnicos” de la ley. Más tarde llegaron los escándalos de los diputados socialistas que, con una mano votaban en contra de la trata de mujeres, y con la otra se iban de putas alegremente, o colocaban a sus amantes en empresas públicas, y ahora les ha tocado el pulso a las pulseras.

El pasado jueves los medios comenzaron a publicar que, según recogía la Memoria Anual de la Fiscalía, los fallos en esos dispositivos telemáticos de control de los maltratadores, habían supuesto una “gran cantidad” de sobreseimientos provisionales o de fallos absolutorios en los tribunales. La ministra de Igualdad, Ana Redondo, salió entonces a la palestra para minimizar el asunto y para decir que había habido un pequeño fallo que había afectado “a once casos”. El problema es que, según van pasado los días, estamos conociendo que varios organismos, técnicos y víctimas alertaron al Gobierno de numerosos fallos en estos dispositivos y que el Ministerio no actuó. El Consejo General del Poder Judicial, y las audiencias provinciales pidieron hace meses que se subsanaran los errores, pero no se hizo, y ayer la ministra anuncio que “en unos meses” habría un nuevo contrato para incorporar “mejoras técnicas”.
Redondo admitía, además, que no sabe exactamente a cuántos casos afectaron las deficiencias, aunque tampoco van a abrir una investigación para averiguarlo, y tampoco nadie va a dimitir, por supuesto. Pero, ¿qué hubiera pasado si no se hubieran hecho público estos fallos? ¿hasta cuándo hubiéramos seguido igual? Y, ¿qué pasa con esas mujeres que denunciaron la situación y fueron ignoradas?
No contentos con eso, varios ministros insistieron en que las mujeres no han estado en peligro en ningún momento, y que lo que algunos no quieren es que haya Ministerio de Igualdad. Hombre, lo que no quieren los ciudadanos es que haya más chapuzas en ese departamento y que les tomen el pelo con mentiras.
El problema de fondo de toda esta ocultación es que el Gobierno ya había detectado en las encuestas una fuga del voto femenino, uno de sus baluartes en las pasadas elecciones generales, y estos escándalos no van a ayudar a recuperarlo. Quizá se vayan a la abstención y no al PP, pero lo que sí parece difícil es que vuelvan al PSOE e incluso a Sumar, por eso ayer la vicepresidenta, Yolanda Díaz, pedía que se haga “una pequeña investigación” para ver qué ha pasado. Así, con la boca pequeña, no vaya a ser que alguien les señale también como culpables de esa incompetencia. Al que no hemos oído decir una palabra sobre el tema es a Pedro Sánchez, que el domingo participó en la Fiesta de la Rosa del PSC pero que ni siquiera pidió perdón a las mujeres afectadas, a esas que dicen defender, a esas, las más vulnerables, a las que han ignorado durante meses.